Saludos,
estimados lectores, me es grato anunciarles que la espera ya ha terminado. He
regresado para continuar con mi blog, con esta apasionante historia de la
República de Roma. Como ya se acordarán, nos quedamos en el final de la guerra
de las Galias. No obstante, durante ese tiempo ocurrieron muchas cosas en Roma,
así que antes de seguir, vamos a resumir un poco qué pasó durante la ausencia
de César. ¡Empecemos!
Los
años que Cesar estuvo en campaña, fueron muy violentos y sangrientos para Roma.
Todo comenzó cuando Publio Clodio fue elegido tribuno de la plebe durante el
año 58 a.C. Usó su poder para destruir a sus enemigos políticos, principalmente
Cicerón y Pompeyo. Clodio se había hecho con el control de varias bandas
violentas de Roma, y las usaba para lograr sus fines, extendiendo la violencia
por toda Roma. Acusó falsamente a Cicerón y logró que el Senado le condenara a
exilio. Clodio además confiscó sus propiedades. Ahora él era el dueño de facto de toda Roma, pues sus hombres sembraban
el caos allá donde iban.
Clodio
también perseguía tanto políticamente como violentamente a Pompeyo, pero éste
no se arredró. Resistió, y prácticamente estaba sitiado en su casa. Cuando expiró
el año de tribunado de Clodio, un tal Tito Milón, fue designado nuevo tribuno
de la plebe, apoyado por Pompeyo. Ahí las cosas empezaron a cambiar. Con la
ayuda de Pompeyo, Milón reclutó sus propias bandas con hombres entrenados y
gladiadores, con el fin de contrarrestar el poder de Clodio. Además, también
propuso el retorno de Cicerón, que fue aceptado por el Senado, por referéndum
popular y también por César. Así, a pesar de los esfuerzos de Clodio, el famoso
orador regresó a Roma.
En
ese momento, la fortaleza del Triunvirato empezó a quebrantarse, pues Pompeyo sospechaba
que Craso estaba detrás de la persecución de Clodio a su persona, pues ambos se
disputaban el mando de la nueva guerra en Oriente. Por otro lado, las bandas de
Clodio y Milón, se enfrentaban violentamente por toda la ciudad, y la teñían de
un característico color rojizo, éste sería el precursor de las futuras matanzas
entre romanos.
El
Triunvirato parecía estar acabado. Sin embargo, los acontecimientos futuros
demostraron lo contrario. Craso, César y Apio Claudio, hermano de Clodio,
celebraron una conferencia en Rávena, ciudad al norte de Italia. Después se
celebró una segunda conferencia en la cercana ciudad de Lucca, entre César,
Apio Claudio y Pompeyo. Apio Claudio, les pidió a los triunviros su apoyo para
llegar a ser cónsul del año 54 a.C., a cambio, ellos recibirían el respaldo de
las bandas de Clodio. El acuerdo fue aceptado gustosamente, especialmente por
Pompeyo, que hace tiempo que sufría la persecución de Clodio. Además, también
se acordó que Craso y Pompeyo fuesen los cónsules del año 55 a.C.
Poco
tiempo después estos acuerdos se supieron en Roma. Muchos lo lamentaron,
especialmente gente tan acérrimamente republicana con Catón o Cicerón, pues
veían que entre los tres se estaban repartiendo entre sí el poder de la
República. Cicerón callaba ante esta situación, e incluso tuvo que defender las
decisiones del Triunvirato, presionado por Pompeyo.
En
el 55 a.C. se celebraron las elecciones, y tal y como estaba previsto, Craso y
Pompeyo se hicieron con el consulado. Prorrogaron el mandato de César en la
Galia, y además obtuvieron el mando de procónsules en Siria y en Hispania, una
vez terminado su año de cargo. Pompeyo usó su consulado en construir un
magnífico complejo de edificios en el campo de Marte, entre los cuales estaba
su teatro, con una estatua suya en el interior, en el futuro, se habrían de
celebrar las reuniones del Senado en este teatro.
En
el 54 a.C., Craso parte hacia Siria, con la intención de hacer la guerra contra
los partos. Aquel año, se adentró en territorio enemigo y saqueó algunas
ciudades. Y al año siguiente, lanzó una invasión definitiva contra los partos.
El ejército se hallaba cruzando un desierto bajo el incesante sol, cerca de la
ciudad de Carras, cuando las tropas enemigas se divisaron en el horizonte.
Básicamente eran arqueros a caballos y caballería acorazada. Las legiones
formaron, pero los arqueros atacaban desde lejos y la caballería acorazada
aplastaba a las legiones. Al final, y tras la muerte de su hijo, Craso ordenó
retirada. Al día siguiente, fue a parlamentar con los partos, pero la
negociación terminó en conflicto y acabó muerto. Se dice que después, lo partos
vertieron oro fundido por su garganta. Un hecho que simbolizaba la sed de
riquezas de Craso.
Roma
quedó conmocionada al saber las noticias de la muerte de Craso y la destrucción
de su ejército. Este hecho, unido a la muerte de Julia, hija de César y esposa
de Pompeyo, el año anterior, había quebrado prácticamente el Triunvirato.
Pompeyo daba muestras de querer buscar su propia gloria, mientras que César,
desde la Galia, abogaba por mantener su amistad.
Milón,
decidió presentarse para cónsul del año 52 a.C., ante su abandono por Pompeyo,
y su nueva cercanía a las posturas de Catón. Esto provocó el recelo de Clodio,
que volvió a llamar a sus bandas. Milón respondió con celeridad, y pronto las
calles de Roma volvieron a teñirse de rojo ante las luchas de bandas rivales. En
una reyerta, Clodio resultó muerto. Sus seguidores estallaron en furia. Llevaron
su cuerpo a la Curia del Senado, y lo quemaron allí, provocando un incendio que
destruyó el edificio. La venganza de los seguidores de Clodio no se hizo
esperar, y sembraron el caos y la anarquía por Roma de un modo hasta entonces
desconocido. Ante esta situación de anarquía, el Senado, y Catón muy a
regañadientes, aceptaron que aquel año Pompeyo fuera cónsul único. Él introdujo
en Roma a sus legionarios experimentados, que pudieron deshacerse fácilmente de
las bandas de Clodio y Milón. Así, la paz fue restaurada en Roma. Milón, y
otros tantos agitadores fueron enjuiciados y exiliados de Roma.
Entretanto,
César se encontraba en la Galia, y su mandato se estaba agotando. Celio, un tribuno
favorable a César, aprobó una ley que permitía a César acceder directamente a
un segundo consulado, sin tener estar presente como ciudadano normal. Esto disgustó
mucho a Catón, pues pretendía llevar a juicio a César a su vuelta, y si era
cónsul, dispondría de la inmunidad judicial. Este hecho fue el inicio de un
verdadero cisma entre los romanos. Por un lado estaban los partidarios de
César, y por otro, los partidarios de Catón. Pompeyo se encontraba en medio de
todas estas posturas.
Finalmente,
en el 51 a.C., Pompeyo se decanta por el bando de Catón, y propuso que se César
abandonara su cargo antes de que terminara su mandato, y regresase a Roma para
ser juzgado. Sin embargo, Curio, otro tribuno favorable a César, vetó aquella
propuesta, y muchas otras que se iban sucediendo, con el objeto de apartar de
César de su mando. Mientras, Cicerón intentaba acercar posturas entre ambos
enemigos para evitar una posible guerra civil.
En
el 50 a.C., las tensiones entre ambos bandos alcanzaron su clímax. Mientras
Curio intentaba frenar con sus vetos las voluntades del Senado y Pompeyo, César
acampó con la legión XIII cerca de Rávena, aún se encontraba en la Galia
Cisalpina, por lo que no violaba ninguna ley, pero si cruzaba el río Rubicón en
armas, sería declarado enemigo de la República. Pompeyo también movió ficha y
comenzó a reclutar hombres, la guerra era inminente. A finales de año, el
Senado rechazó que César pudiera presentarse para cónsul, y además le dio un
ultimátum, o abandonaba sus legiones y regresaba a Roma, o sería declarado
enemigo de la República, cosa que también fue vetada por Curio. Entonces, el
Senado decretó el estado de emergencia y le dio plenos poderes a Pompeyo.
El
1 de enero del 49 a.C., Marco Antonio, lugarteniente de César, célebre por sus
actos en el asedio de Alesia, leyó una carta ante el Senado, donde César
intentaba una última conciliación. Proponía que tanto Pompeyo como César
renunciasen a sus legiones y poderes, en favor de la paz, pero el Senado hizo caso
omiso.
César,
el 7 de enero de aquel año, tras mucha deliberación, pues la disyuntiva que le
atormentaba no era sencilla, pronunció “Vayamos allá donde nos llaman los dioses y
la injusticia de los hombres! ¡La suerte está echada!" Y César cruzó el Rubicón con la legión XIII. La guerra civil había comenzado...
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