jueves, 19 de septiembre de 2013

Lavado de imagen

¡Saludos! Me dirijo hoy brevemente a ustedes para informarles del lavado de imagen que acabo de hacer en el blog. La verdad es que desde su creación, tenía el mismo diseño, y ya era hora de cambiar un poco.

Asimismo, también he decidido renombrar el blog. Su nuevo nombre será Res Publica. Y se preguntarán, ¿por qué ese nombre? Pues es una expresión que proviene del latín, significa la cosa pública. De ahí derivó hacia República, que era la forma de gobierno que tenían los romanos en aquella época. Por ello me ha parecido muy conveniente renombrar así el blog. Además, tenemos en el fondo una imagen del Senado romano, con Cicerón dando un discurso.

Por lo demás, los objetivos de este blog siguen siendo los mismos, así que les animo a continuar siguiendo mis entradas. Aunque, como yo saben, debido a mis actividades académicas, no podré dedicarle mucho tiempo. ¡Hasta la próxima!

jueves, 12 de septiembre de 2013

Siempre hay esperanza

La Historia es más importante de lo que nos imaginamos. Para muchos, son sólo anécdotas, cuentos para entretener sin más, pero no hay que tomárselo así. Pues la Historia ha sido protagonizada por seres humanos reales como nosotros, que tenían sus virtudes y sus defectos. De ellos sólo nos separa un mayor conocimiento adquirido en los siglos que nos separan, pero nada más. Si hubiésemos nacido en esa época, no habríamos sobresalido como seres superinteligentes y avanzados, seríamos iguales que ellos, porque de hecho los somos.

Y eso es algo muy importante, ya que nos permite echar una mirada al pasado, aprender de sus errores y des sus aciertos, y seguir adelante. Porque muchas veces no nos enfrentamos a situaciones absolutamente nuevas, sino que a lo mejor ya han sido vividas por alguien hace 2.000 años. Por tanto, saber qué es lo que él hizo en esa situación nos puede ayudar a tomar un rumbo. Pues la Historia no es lineal, como muchos creen, es cíclica. Cada cierto tiempo repetimos el mismo patrón, y esto será así siempre. Así que podemos usar este hecho en nuestro favor.

Existen muchos momentos en la Historia que podríamos aplicar en nuestra vida, pero uno de los más llamativos e imponentes lo constituye la Segunda Guerra Púnica (218 a.C. – 201 a.C.), que enfrentó a Cartago y Roma. Si lo desean, lean las entradas correspondientes a esta guerra para refrescar la memoria. Cartago y Roma eran las dos mayores potencias del Mediterráneo, y fue lo más parecido a una Guerra Mundial de la Antigüedad. Roma deberá dar lo mejor de sí misma para hacer frente a esta inminente amenaza, y sin duda fue una demostración de autosuperación y valentía digna de ser mencionada.

Los hechos de esta guerra fueron protagonizados por dos Estados beligerantes, y por sus respectivos apoyos, pero esto es perfectamente extrapolable al caso de personas individuales, y a situaciones que no tienen por qué ser una guerra ni un enfrentamiento violento. Simplemente es cuestión de sacar las virtudes que llevaron a Roma a la victoria y aprovecharlas tan bien como hicieron ellos.

Año 218 a.C., el resentimiento en Cartago por un anterior conflicto con Roma no tardaría en desencadenar una segunda guerra. Aníbal tenía este sentimiento muy arraigado, inculcado por su padre, Amílcar, que participó en la Primera Guerra Púnica, y se vio obligado a aceptar unas condiciones de capitulación humillantes para su pueblo. Amílcar, según cuenta la leyenda, hizo jurar a Aníbal odio eterno a Roma. Cuando Aníbal se hizo mayor, dirigió una campaña militar sin igual a lo largo de toda Italia, con objetivo de hacer rendirse a su enemigo principal. El odio fue el primer motivo de esta guerra, a su vez motivado por la paz de 241 a.C. Y el odio llevó a un ejército inmenso por las costas de Hispania y la Galia, por los montes Alpes, hasta llegar a las llanuras de Italia.

Aníbal fue muy hábil, atacar a tu enemigo antes de que pueda reaccionar. Roma fue pillada por sorpresa, mientras organizaba una expedición a Hispania y otra a África. Y Roma tomó decisiones precipitadas y rápidas ante esto, lo que habitualmente conduce al desastre. Tesino y Trebia (218 a.C.), y luego Trasimeno (217 a.C.), fueron sonadas derrotas romanas a manos de Aníbal en Italia, pero la peor de todas fue Cannas (216 a.C.), donde se estima que murieron entre 50.000 y 70.000 romanos e italianos. Ya se pueden imaginar ustedes cómo la desesperación se hacía dueña de las calles de Roma. En apenas tres años, más de cien mil hombres habían muerto inútilmente, y el enemigo campaba a sus anchas por sus tierras. Seguro que muchos pensaron en la capitulación, con el fin de intentar salvar su República. Aníbal también lo pensó, había derrotado a su enemigo aplastantemente en tres ocasiones, y sólo tendría que esperar sentado a que le llegara una oferta de capitulación. Cualquier Estado habría aceptado esto, con el fin de asegurar la continuidad. Probablemente, Aníbal no quería destruir Roma, sino simplemente humillarla, y convertir Italia en una provincia púnica, con Capua como capital, que se había pasado al bando cartaginés. Y esa es otra, los aliados italianos de Roma, sobre todo al sur, empezaron a desertar en masa. Roma estaba sola, sus legiones aniquiladas, ¿qué podían hacer? ¿Qué salvo rendirse? Eso era lo más fácil, pero no lo más viable para la mentalidad romana. Para ellos el único final de una guerra podía ser la capitulación absoluta de su rival. Este espíritu, aunque tambaleado, siguió adelante, sobre todo en manos de un importante político: Quinto Fabio Máximo. Este hombre era de carácter excesivamente prudente, de ahí su apodo Cunctator (El que se retrasa), y logró sacar fuerzas de toda esa desesperación. Mantuvo la cabeza fría, y pensó en cómo continuar. Bajar la edad mínima de reclutamiento a 17 años, comprar esclavos a los patricios y darles la libertad a cambio de servir en el ejército, preparar adecuadamente las defensas de Roma en caso de un eventual asedio. Así, poco a poco, el espíritu romano se levantó. Y llegaron a reunir 25 legiones.

Esto es muy importante, sacar fuerzas de donde no las hay, sacar esperanza, de donde ésta se ha extinguido, es prueba de una valor enorme, que ojalá que tengamos nosotros en nuestras vidas, pues esto es un modelo de comportamiento, que nos lleva a seguir adelante pase lo que pase, y a pesar de los muchos fracasos que cometamos. Lo bueno que tiene fracasar es que ya sabemos qué no hacer. Y los romanos lo aprendieron enseguida. Desistieron de atacar directamente a Aníbal, pues era él invencible en el campo de batalla, e ir recuperando Italia poco a poco, con el uso de pequeñas acciones militares de desgaste contra Aníbal, a la vez que llevando legiones hacia otras tierras. La base principal de los cartagineses estaba en Hispania, y allí llegó el joven Escipión, e hizo frente a una fuerza muy superior a él, para al final en pocos años acabar con la presencia cartaginesa en la península. En Sicilia, Marcelo dirigió el asedio de Siracusa, que había traicionado a Roma, hasta tomarla al cabo de dos años de asedio. En Grecia, Filipo V de Macedonia había atacado el protectorado romano de Apolonia debido a su alianza con Aníbal. Allí también fueron enviados soldados y resistieron la acometida del monarca macedonio. En el norte, en la Galia Cisalpina, también había guerra, pues los galos de esa zona también se aliaron con Aníbal. Pero paulatinamente, con toda la presencia militar en todo tipo de teatros de operaciones, Roma iba recuperando la situación. Las tornas se cambiaron, Aníbal no podía lograr que Roma le presentara batalla, tampoco podía recibir refuerzos de Hispania, a causa de la presencia de Escipión, estaba solo y cada vez más presionado por las legiones. Los italianos que habían traicionado a Roma, o se arrepentían y volvían a jurarle lealtad, o eran sometidos por las legiones. Finalmente, Escipión desembarca en África, lo que obliga a Aníbal a abandonar Italia después de muchos años de esfuerzos, para defender su tierra. Y en las llanuras de Zama, Escipión derrotó a Aníbal. Ante el inminente asedio de Cartago, su senado inicia negociaciones y se vieron obligados a firmar una paz todavía más ignominiosa que la de 241 a.C. Aníbal fue víctima del más abyecto ostracismo, y tuvo que exiliarse, sin haber logrado su objetivo.

Todo esto nos da una lección, una sencilla lección: siempre hay esperanza, SIEMPRE. ¿Acaso alguno de ustedes ha vivido una situación peor que la que vivió la República de Roma después de Cannas? Seguramente muy pocos, pues aprendamos a no rendirnos, y a cambiar de estrategia. No hay otra alternativa que la victoria, simplemente no la hay, es la única vía. Ésa debería ser la máxima que se rigiera durante nuestra vida. Pues recuerden lo que dije en la última entrada, somos romanos, luego apliquemos sus éxitos, y evitemos sus fracasos.

Y esto es sólo uno de los miles de ejemplos que podemos encontrar en la Historia, no sólo la de Roma, sino en general. Siempre habrá enseñanzas mucho más útiles que las de cualquier manual de filosofía o religión, pues estos hechos históricos, han sido llevados a la práctica, y comprobado su fiabilidad. Déjense llevar por la Historia…

Por último, quería mencionar, con permiso de Peter Jackson, un texto sacado de la película Las dos Torres, que viene muy a cuento con el tema que he tratado hoy. ¡Saludos!


“Lo sé, ha sido un error, no deberíamos ni haber llegado hasta aquí, pero henos aquí, igual que en las grandes historias, señor Frodo, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros, esas de las que no quieres saber el final, porque ¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero al final, todo es pasajero, como esta sombra, incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día, y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aún cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo, ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias, se rendirían si quisieran, pero no lo hacen, siguen adelante, porque todos luchan por algo.”

viernes, 6 de septiembre de 2013

El legado de Roma

Oriente seguiría su andadura como Imperio Bizantino, pero la antigua gloria imperial nunca se recuperaría. Lo más cercano que se estuvo a ese objetivo, fue cuando el emperador Justiniano, con su causa Recuperatio Imperii, intentó reunificar el Imperio. Logró conquistar Italia, África y el sur de Hispania. Pero esas conquistas duraron pocos después de su muerte, y además los bizantinos debían hacer frente a su principal problema, que era el avance imparable del Islam. Perdieron Egipto, Siria y Palestina. Ahora el Imperio Bizantino sólo comprendía Grecia y Asia Menor, pero eso iba a cambiar con la invasión de los turcos selyúcidas, recientemente convertidos al Islam. El grueso del ejército imperial bizantino fue destruido en el año 1071. Desde ese momento, la decadencia bizantina era evidente, aunque se prolongó mucho debido a las formidables defensas de Constantinopla, que resistió impertérrita, hasta que al fin cedió a los turcos del sultán Mehmet. Así perecieron los últimos vestigios del Imperio Romano.

El Imperio que hombres como Escipión el Africano, Julio César, Cayo Mario o Pompeyo ayudaron a levantar se había hecho añicos. Lejos quedan ya todos sus actos, los ecos de lo que hicieron. Por eso escribo todo esto. Todas mis entradas obedecen a hacer un homenaje a la obra de todos estos grandes hombres, y a evitar que esos hechos caigan en el olvido. Pues en verdad nosotros somos romanos, somos descendientes de su cultura. Lengua, política, religión, literatura, derecho… Todo ello lo hemos recibido de Roma, por ello me parece tan importante recordar su historia, y la de los grandes hombres que la escribieron, ya sea con sangre en el campo de batalla o con palabras en la Curia del Senado. Ustedes mírense en el espejo, y verán a un romano. Aprendan su historia, y aprenderán sus errores para no cometerlos, y su aciertos para repetirlos. Nosotros somos romanos, y si por un momento guardan silencio oirán las voces de Escipión, Julio César, Cayo Mario, Augusto, Pompeyo, Catón, Tiberio Graco, Craso, Fabio Máximo, Aníbal, Vercingétorix, a través del tiempo y la distancia, cantando sus gestas, para que las tengamos siempre presentes, pues hasta los enemigos de Roma contribuyeron a forjarla tal y como es. Escúchenles, y difundan sus hechos, que estos nombres no caigan en el olvido, que sean inmortales…

Y esto es todo lo que quería decirles sobre el Imperio Romano, que ha sido no poco, y espero que hayan disfrutado tanto leyéndolo, como yo escribiéndolo. Pero esto no es el final, seguiré escribiendo, aunque tal vez no muy asiduamente sobre otros temas que no tienes por qué ser históricos. Siempre estoy abierto a sugerencias que hagan. Hasta muy pronto queridos lectores. ¡Ave César!