
El Imperio que hombres como Escipión el Africano, Julio César, Cayo Mario o Pompeyo ayudaron a levantar se había hecho añicos. Lejos quedan ya todos sus actos, los ecos de lo que hicieron. Por eso escribo todo esto. Todas mis entradas obedecen a hacer un homenaje a la obra de todos estos grandes hombres, y a evitar que esos hechos caigan en el olvido. Pues en verdad nosotros somos romanos, somos descendientes de su cultura. Lengua, política, religión, literatura, derecho… Todo ello lo hemos recibido de Roma, por ello me parece tan importante recordar su historia, y la de los grandes hombres que la escribieron, ya sea con sangre en el campo de batalla o con palabras en la Curia del Senado. Ustedes mírense en el espejo, y verán a un romano. Aprendan su historia, y aprenderán sus errores para no cometerlos, y su aciertos para repetirlos. Nosotros somos romanos, y si por un momento guardan silencio oirán las voces de Escipión, Julio César, Cayo Mario, Augusto, Pompeyo, Catón, Tiberio Graco, Craso, Fabio Máximo, Aníbal, Vercingétorix, a través del tiempo y la distancia, cantando sus gestas, para que las tengamos siempre presentes, pues hasta los enemigos de Roma contribuyeron a forjarla tal y como es. Escúchenles, y difundan sus hechos, que estos nombres no caigan en el olvido, que sean inmortales…
Y esto es todo lo que quería decirles sobre el Imperio Romano, que ha sido no poco, y espero que hayan disfrutado tanto leyéndolo, como yo escribiéndolo. Pero esto no es el final, seguiré escribiendo, aunque tal vez no muy asiduamente sobre otros temas que no tienes por qué ser históricos. Siempre estoy abierto a sugerencias que hagan. Hasta muy pronto queridos lectores. ¡Ave César!
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