Muchos
pueblos galos acudieron a la llamada de Vercingétorix. Únicamente es destacable
el caso de los belóvacos, que querían emprender la guerra contra César por su
cuenta, aun así, enviaron una cifra significativa de 2.000 hombres. Todo aquel
tropel de fuerzas galas, acudió a territorio heduo, donde se llevó a cabo el
recuento de soldados, en total unos 250.000. Se pusieron inmediatamente en
marcha hacia Alesia.
Mientras,
en Alesia, las cosas no iban bien para los galos. Se les estaban agotando las
reservas de grano, y los refuerzos no aparecían. Entonces se convocó una
asamblea para decidir qué hacer. Se llegó a proponer recurrir al canibalismo,
pero al final se impuso otra idea. Toda la población civil de Alesia fue
expulsada de la ciudad, para asegurar que las últimas raciones de grano mantuvieran
vivo al ejército por lo menos. Todos aquellos niños, mujeres y hombres
incapaces de luchar acudieron inmediatamente a los romanos, a pedirles
clemencia. Pero César mandó que no se les dejara pasar. De ese modo, quedaron
atrapados entre los muros de Alesia y las fortificaciones romanas, y murieron
de hambre y sed. Fue el sacrificio que se vio obligado a hacer Vercingétorix
para intentar liberar la Galia.
El
plan dio sus frutos, y lograron mantenerse con vida hasta que los estandartes
de los refuerzos se veían ya en el horizonte. Los romanos se aprestaron para la
lucha final. Se encontraban en notable inferioridad, ya que eran poco más de
50.000 soldados, mientras que los galos eran 250.000, más los 80.000 que
estaban en Alesia, esta cifra probablemente estuviera exagerada, pero lo que
estaba claro era que se enfrentaban a un ejército muy numeroso, y en posición
muy desfavorable, atrapados entres dos fuegos.
La
idea era simple, atacar a los romanos por los dos flancos, desde la ciudad y
desde el exterior, y aplastarlos. Pero los galos chocaron contra las
fortificaciones romanas, y tras luchar todo el día, no lograron resultados
significativos y tuvieron que retirarse. Volvieron a intentarlo cobijados por
la oscuridad de la noche, los romanos sufrieron grandes pérdidas, pero lograron
mantener sus posiciones, los galos volvieron a retirarse.
Tuvieron
que hacer un cambio de estrategia. Seleccionaron un punto de las fortificaciones
romanas, situado en una colina, donde los romanos estaban en desventaja. Allí enviarían
60.000 hombres con ánimo de abrir una brecha, mientras el resto de las tropas
atacaba por otro punto.
Los
galos presionaban desde el interior y el exterior, y a los romanos empezaron a
flaquearles las fuerzas. Aquella zona débil de la fortificación estaba cediendo
ante el ataque galo, y César tuvo que enviar allí a Labieno con algunos
refuerzos. Aun así, os enemigos seguían ganando terreno, y las legiones
resistían a duras penas. Entonces César tomó la caballería y se dirigió a aquel
lugar. En cuanto llegó, el rumbo de los acontecimientos cambió drásticamente. Los
soldados se enardecieron con la aparición de su general y lucharon con más
entusiasmo. En aquel momento, la fuerza y la determinación las que atacaron los
galos, empezaron a desmoronarse, al igual que el ejército en sí. Los refuerzos
emprendieron la huida, y fueron perseguidos por la caballería. Mientras,
Vercingétorix mandó retirarse a Alesia.
Al
día siguiente, las esperanzas de victoria para los galos estaban ya
desvanecidas. Se convocó una asamblea en Alesia, y se convino rendirse
definitivamente. Vercingétorix salió de la ciudad y se entregó a César. La
guerra ya estaba prácticamente acabada, y sólo quedaban algunos pequeños focos
por apagar. No obstante, el destino de la Galia ya estaba decidido. No se
pierdan el desenclace…
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