Pero
en fin, volvamos al tema que nos ocupa, la guerra de las Galias. Llegamos pues
al año 52 a.C., un año decisivo en esta guerra. Durante el invierno, César
regresó a Italia, circunstancia que fue aprovechada por muchos pueblos galos
para conspirar. Un levantamiento de la Galia era inminente.
Los
carnutes toman la iniciativa, y atacan la ciudad de Cénabo, donde se habían
instalado numerosos comerciantes romanos, y los masacran a todos. Entretanto,
en las tierras de los arvernos, se alza un nuevo líder, Vercingétorix, que
finalmente fue expulsado de la capital, Gergovia, por sus opositores. Pero él
no se rindió, logró reunir un ejército en los campos, y regresó a Gergovia para
convertirse en el rey de los arvernos. No sólo eso, también tomaría el liderazgo
de la rebelión de la Galia. Logró atraer a sus causa a muchos pueblos, como los
senones, parisios, lemovices, aulercos, andes, etc.
Al
tener noticias de todo esto, César regreso a la Galia y se dispone a reunirse
con su ejército. Primero se dirigió a la Provincia, ya que un contingente de
arvernos iba rumbo a Narbona, la capital de la Provincia. Allí César toma el
mando de las guarniciones, y al saber esto, los arvernos dieron la vuelta. Entonces
César tomó una arriesgada decisión, cruzó con su ejército el monte Cévena en
pleno invierno, para llegar lo antes posible a territorio arverno. Con muchas
dificultades lograron su objetivo y devastaron las tierras enemigas.
Una
vez hecho esto, César debe reunirse con el resto de sus legiones. Acude a
territorio de los lingones, donde se encontraban dos legiones, y desde allí
manda al resto que se reúnan en ese punto.
Mientras,
Vercingétorix, con su nuevo liderazgo, entró en territorio de los boyos, fieles
a Roma, y asedió su plaza principal, Gorgóbina. César no tiene más remedio que
decirles que resistan lo que puedan, mientras él tenía que atender otros
asuntos. Marchó hacia Velonoduno, plaza de los senones y la conquistó. Después se
dirigió a territorio de los carnutes, donde se encontraba Cénabo, la ciudad
donde se perpetró la masacre de los ciudadanos romanos. César no tuvo piedad,
asedió la ciudad y masacró a los carnutes. Por último, acude a territorio de
los bituriges y asedia la plaza de Novioduno. Vercingétroix ya no podía tolerar
tal escalada de fracasos y acudió con su ejército. Nada más llegar, entabló
combate ecuestre con los jinetes de César, pero no logró vencer, y Novioduno
fue tomada.
Para
terminar por conquistar a los bituriges, César se dispone a tomar su ciudad más
preciada, Avarico. Vercingétroix decidió hacer un cambio de estrategia, y
aplicó una política de tierra quemada; es decir, quemó los campos de los distintos
pueblos por los que pasaba César, para evitar que su ejército pudiera
aprovisionarse de comida. La maniobra dio sus frutos, y las legiones romanas
comenzaron a pasar hambre. Aun así, César no desistió en su propósito de tomar
Avarico, y mandó asediar la ciudad. Los romanos pasaron muchas penurias en
aquel fatídico asedio, y el hambre hizo mella en ellos. Aunque finalmente,
César dio la orden de ataque, y rápidamente tomaron las murallas de la cuidad,
y después masacraron a la población. Como premio, pudieron llenar sus estómagos
con las extensas reservas de grano que poseía la cuidad.
Había
llegado el momento de dirigirse hacia la capital de los arvernos, hacia
Gergovia. Para lo cual, César dejó cuatro legiones a cargo de Labieno en Agendico y
con otras seis fue hacia territorio arverno. Vercingétorix le seguía muy de cerca.
Una
vez en Gergovia, César toma posiciones. Pero malas noticias llegaron, el líder
de los heudos, Convictolitave, también conspiraba contra los romanos, y decidió
enviar un contingente de heduos a ayudar a los arvernos, a cargo de Litavico. Él contó a sus soldados que Eporédorix y Viridómaro, dos nobles heduos muy populares
que se encontraban con la caballería aliada de César, habían sido asesinados a
manos romanas, para enfurecerlos, y animarlos contra los romanos.
Ante
esta situación, César toma cuatro legiones, dejando el resto a cargo de Fabio, y
marcha hacia la posición de Litavico. Cuando llegó, les mostró que Eporédorix y
Viridómaro seguían vivos y que Litavico les había engañado. Los soldados
pidieron perdón a César, y éste así lo hizo. Litavico tuvo que huir a Gergovia.
El campamento de Fabio estaba pasando ciertas dificultades por los ataques
arvernos, por lo que César tuvo que regresar.
Una
vez en Gergovia, César logra tomar unos campamentos que habían levantado los
enemigos. Los soldados, enardecidos por tal rápida victoria, se lanzaron a
perseguir a los enemigos hasta las puertas de Gergovia, donde se libró una
encarnizada batalla. Los arvernos enviaron refuerzos, y los romanos, que
combatían en terreno desfavorable, no tuvieron más remedio que desistir. La Legión
X protegió la retirada del resto de las tropas. Tras
este fracaso, la única batalla que César había perdido, las esperanzas se
desvanecieron.
César levantó el campamento y regresó a territorio de los
heduos. Llegaron a la plaza hedua de Novioduno (no confundir con el Noviduno de
los bituriges). César envió a Eporédorix por delante para informarse de cómo
estaba la situación. Convictolitave había mandado realizar masacres entre los
ciudadanos romanos que estaban en su territorio, y estaba en contacto con
Vercingétorix. Litavico se encontraba en Bibracte, reuniendo un ejército. Por otra
parte, los belóvacos, que eran bastante poderosos, también se habían unido a la
rebelión. En definitiva, las cosas estaban muy difíciles para César.
Entretanto,
Labieno se encaminaba a salir de Agendico con sus legiones contra los parisios.
Éstos estaban comandados por el líder Camulógeno y se habían reunido en su
plaza fuerte, Lutecia, ciudad situada sobre una isla del río Sécuana.
Labieno intentó acceder a la ciudad, pero ante la imposibilidad, dado que
habían cortado los puentes, abandonó, y marchó a Metiosedo, ciudad de los
senones, que también se hallaba sobre una isla de aquel río. Logró apoderarse
de algunas naves con las cuales pudo tomar la ciudad. Tras lo cual regresó a
Lutecia. Allí, los parisios dieron la ciudad por perdida y decidieron quemarla
y abandonarla. Labieno, ante la rebelión de la Galia, creyó oportuno regresar a
Agendico, pero antes atacó al ejército parisio. La batalla fue ganada por los
romanos, y Camulógeno murió, entre muchos otros de su pueblo.
Entonces,
una asamblea general de la Galia fue convocada en Bibracte. Allí acudieron
todos los pueblos galos que se habían rebelado. Sólo los remos, tréveros y
lingones permanecieron fieles a Roma. En la asamblea, se nombró a Vercingétorix
líder de la rebelión. Y la supremacía de los heduos en la Galia fue sustituida
por la de los arvernos. También, los nobles Eporédorix y Viridómaro, antes
fieles a César, se unen a Vercingétorix. Todos los pueblos de la Galia
aportaron soldados para su ejército.
La
primera acción de Vercingétorix fue enviar una parte de sus tropas hacia la
Provincia. Allí, los alóbroges y las guarniciones romanas tomaron posiciones defensivas
ante esta nueva amenaza.
Mientras,
César pide a Germania un refuerzo de jinetes, y une sus fuerzas a las de
Labieno. Tras esto, marcha hacia la Provincia, para auxiliarla. A ojos de sus
enemigos, César estaba abandonando la Galia, así que su derrota parecía casi
segura.
En
el camino, César fue atacado por Vercingétorix. Las legiones enseguida se
pusieron en formación de combate. La caballería germana inclinó la balanza a
favor de los romanos. Así Vercingétorix fue derrotado y huyó. Se refugió en
Alesia, plaza de los mandubios, junto con el resto de sus tropas. César le
siguió y decidió poner sitio a la ciudad.
Aquella
ciudad estaba muy bien protegida. Levantada sobre una colina. Era una fortaleza
formidable, pero César no se dio por vencido. En vista de que Vercingétorix
había pedido refuerzos a todos los pueblos de la Galia, y éstos se hallaban ya
en camino, decidió levantar una muralla alrededor de la ciudad, y además una
segunda muralla alrededor de ésta para defenderse de los refuerzos. Todas estas
fortificaciones, además estaban protegidas por fosas y numerosas trampas que
los legionarios habían construido muy concienzudamente.
En
definitiva, Vercingétorix se hallaba encerrado en Alesia, esperando a los
refuerzos. Y Julio César estaba posicionado entre las dos empalizadas,
esperando, llegado el momento, ser atacado por los dos flancos. Allí, en
Alesia, se libraría la batalla final por la Galia. No se lo pierdan…
(y)
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