Honorio
se quedó con el Imperio occidental y Arcadio con el oriental. Tras la muerte de
Teodosio, los visigodos dieron su pacto por terminado, y al mando del rey godo
Alarico, se encaminaron al sur, a saquear la zona de Tracia y Grecia. Es en ese
momento cuando se alza el general Estilicón, de origen vándalo, que fue el
penúltimo de los grandes generales de Roma. Marchó contra Alarico y le derrotó
en el 397. Aunque Alarico escapó y logró firmar una breve tregua con él. Además,
Estilicón frenó una intentona de invasión de vándalos, su propio pueblo. En el
401, la tregua con Alarico acabó, y éste se dirigió hacia Italia, pero
Estilicón se le interpuso y le frenó en las batallas de Verona y Pollentia. Los
visigodos estaban a raya, aunque dentro del Imperio. En el 405, el general hizo
frente con éxito a una incursión de suevos.
Sin
embargo, esta racha de victorias había llegado a su fin. En el 406, una
invasión masiva de suevos, vándalos y alanos cruzó el Rin y penetró en la
Galia, en gran parte presionados por los hunos, sin que nadie pudiera hacer
nada, pues Estilicón fue declarado enemigo público por el emperador, fue hecho
prisionero y ejecutado posteriormente. Honorio, desde su sede imperial en
Rávena, era espectador impotente de cómo su imperio se deshacía igual que un
castillo de arena cuando sube la marea. Las hordas germánicas, después de
permanecer un tiempo en la Galia, se trasladaron a Hispania, donde los suevos
se asentaron en Gallaecia, los alanos en el centro peninsular, y los vándalos
en la Bética. Sólo la Tarraconense seguía siendo territorio romano de facto.
Tras esto, siguieron al sur, y la muerte le sorprendió a Alarico. Se cuenta que desviaron el curso de un río, le enterraron en su lecho, y luego restablecieron el río por su curso original, para que su tumba jamás fuese encontrada. Su cuñado Ataúlfo le sucedió en el trono, y llegó a un acuerdo con Honorio, los visigodos se establecerían en el sur de la Galia y servirían a Roma. De este modo, se creó el reino visigodo de Tolosa. En el 427, los visigodos, al mando del rey Teodorico entran en Hispania y expulsan a los vándalos y alanos hacia África. Sólo quedaban los suevos en Gallaecia, el resto de la península formó parte del reino visigodo de Toledo. La expulsión de vándalos y alanos trajo consigo la desgracia de Cartago, que fue tomada en el 439 por estos bárbaros, y se convirtió en sede de su nuevo reino, dedicado a la piratería.
Otros
pueblos también cruzaron el Rin, como los francos, que se establecieron en el
norte de la Galia, y los burgundios, que se establecieron alrededor de Lyon. Además,
los romanos abandonaron Britania, que fue ocupada por tribus de sajones, anglos
y jutos. El poder del emperador de occidente ya era meramente anecdótico,
mientas que en oriente, Arcadio resistía a duras penas. En el 408 murió y fue
sucedido por Teodosio II. Por aquella época, el Imperio oriental sufría graves ataques
por parte de los hunos.
En
el año 423, Honorio murió, y fue sucedido por Valentiniano III. Durante su
reinado se alzó el último de los grandes generales de Roma, Flavio Aecio. Éste había
tenido una brillante carrera militar, al lograr derrotar en numerosas ocasiones
a visigodos y burgundios durante las décadas de los 30 y 40. Atila, rey de los
hunos, invadió el Imperio oriental en el 443. Había conquistado numerosos
pueblos germánicos, y su imperio comprendía todo el territorio desde el Rin
hasta el Volga. Llegó hasta las puertas de Constantinopla, pero fue
incapaz de tomar la ciudad por la falta de maquinaria de asedio, y firmó una
tregua con Teodosio a cambio de un tributo. No obstante, las miradas de Atila
no tardaron en posarse sobre el Imperio occidental. Pidió en matrimonio a
Honoria, hermana del emperador Valentiniano, y estableció como dote la mitad
del Imperio occidental. El emperador negó en redondo esta petición, y Atila
preparó a sus hombres para marchar a Occidente en el 450. En su camino se
interponía un solo hombre: Flavio Aecio.
Éste
había sido el último suspiro de Roma, que pervivió unos pocos años más,
moribunda. La figura del emperador era una mera pantomima al arbitrio de los
distintos caudillos bárbaros que surgían. En el 475, gobernaba Julio Nepote,
pero fue derrocado por el general Orestes, quien puso en el trono a su hijo, Rómulo
Augústulo, con solo 14 años de edad. Aunque era su padre quien gobernaba de facto. Al año siguiente, una tribu de
hérulos al mando de Odoacro apareció, y exigió a Orestes la tercera parte de Italia.
Orestes declinó esta posición, y la reacción del caudillo hérulo no se hizo
esperar. Marchó hacia la sede imperial de Rávena, depuso a Rómulo y asesinó a
Orestes. Odoacro se proclamó rey de Italia. Mientras Zenón, emperador oriental,
no hizo nada al respecto. Esa fecha, año 476, se considera oficialmente como el
fin del Imperio Romano de Occidente.
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