Corría
el año 58 a.C., y César ya estaba preparado para realizar una campaña de
conquista sobre la Galia. Ahora lo que necesitaba era un casus belli, un motivo para entrar en la Galia, y ese motivo se lo
proporcionaría el pueblo helvecio.
Los
helvecios estaban asentados en la actual Suiza, limitaban con los germanos al
este. El territorio que ocupaban era bastante pequeño para su considerable
tamaño, y tenían expectativas de grandeza. Por otro lado, la cercanía de los
germanos y su amenaza era un motivo más que les llevó a abandonar sus tierras. Su
objetivo era marchar al oeste y buscar algún otro lugar en la Galia donde
asentar a aproximadamente 380.000 personas.
Abandonaron
sus hogares, y quemaron sus aldeas y ciudades, para evitar tener la tentación
de volver atrás. No obstante, tenían un problema, su territorio estaba muy
aislado del resto, y sólo había dos caminos para salir. Uno a través del río
Ródano, cruzando la Provincia romana, y otro por un estrecho y peligroso paso de
montaña a través del territorio de los sécuanos.
Los
helvecios optaron por la primera opción. Cuando César tuvo noticia de esto,
marchó inmediatamente a la frontera. Los helvecios solicitaron el paso a través
de la Provincia, pero César lo niega en rotundo. Entonces, ellos responden
intentando cruzar el río por la fuerza, sin éxito debido a las numerosas
fortificaciones que había construido César.
Los
helvecios desisten y se deciden a cruzar el territorio de los sécuanos. Éstos permiten
su paso, y ponen rumbo al oeste. Llegan a territorio de los heduos, amigos de
Roma, y devastan sus tierras. Los heduos piden ayuda a César, y éste toma sus
legiones y se lanza a perseguir a los helvecios. Éstos se hallaban cruzando un
río, cuando César aparece y logra destruir a una cuarta parte de ellos, que aún
no había cruzado el río, mientras el resto se hallaba al otro lado sin poder
socorrerles. César continúa su persecución, pero hace un alto en el camino en
la ciudad de Bibracte para obtener alimentos para sus soldados, proporcionados
por sus aliados heduos. Es entonces cuando los helvecios se giran y se disponen
a atacar a César. Él forma a sus tropas, y les planta batalla, y pese a los
esfuerzos helvecios, los romanos se imponen y les infringen una amarga derrota.
Los supervivientes huyeron hacia el norte, hacia territorio de los lingones,
donde, impulsados por el hambre y el cansancio, deciden rendirse. César les
ordena que regresen a sus tierras, y así lo hacen.
Tras
esta exitosa campaña, se convoca una asamblea de toda la Galia, a la que acude
César. Allí, los heduos y sécuanos, entre otros pueblos, piden ayuda a César
para hacer frente a Ariovisto.
Ariovisto
era un rey suevo (tribu germana) que cruzó el Rin, en torno al 60 a.C., junto con otros pueblos
germanos, instigado por los arvernos y sécuanos, que querían derribar la
supremacía de los heduos en la Galia. Se apropiaron de una parte del territorio
de los sécuanos, y derrotaron en combate a los heduos, pidiéndoles un tributo a
cambio de no atacarles. Durante dos años, los sécuanos, heduos y otros pueblos
galos sufrieron la crueldad de Ariovisto, y por ello pedían ayuda a César.
César
atendió a estas súplicas y pidió una entrevista con Ariovisto, a lo que él se
negó, e instó a César a que fuera él quien fuera a verle. Él así lo hizo, y
tomando sus tropas avanzó sobre el territorio de los sécuanos al encuentro de
Ariovisto. Ambos se entrevistaron, y César hizo le hizo llegar las peticiones
de los galos, pero Ariovisto apelaba al derecho de guerra de hacer su voluntad
con los vencidos. En medio de la entrevista, los guardias de Ariovisto atacaron
a los de César, con este hecho, dio él por concluida la entrevista, y decidió
que era momento de atacar al ejército suevo.
César
avanzó con sus legiones y se enfrentó a Ariovisto en los Vosgos, situado a la
actual Alsacia. Las seis legiones de César hicieron frente a los temibles guerreros
germanos. La batalla resultó ser un éxito, y las bajas germanas eran
incontables. Los supervivientes huyeron, y cruzaron como pudieron el Rin, entre
ellos Ariovisto.
Así,
con la Galia pacificada, llegó el invierno, y César debía prepararse para lo
que sucedería el próximo año, estén atentos…
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