Nos
encontramos ahora en el 55 a.C. Tras un invierno pacífico, nuevos ecos de
guerra resuenan en la Galia. La tribu germana de los suevos, estaba hostigando
a los usípetes y los téncteros, y le forzó a desplazarse hacia el oeste, hacia
la Galia. Cruzaron el Rin, causando grandes problemas a los menapios que estaban
allí instalados. César no tolera esta situación y se ve obligado a marchar
allí.
Cuando
contactó con estos pueblos germanos, ellos se mostraron en actitud amistosa, y
le transmitieron que sólo buscaban refugiarse de los suevos. César, no
obstante, no podía permitir que devastaran las tierras de los galos, por ello,
les pide que vuelvan a cruzar el Rin y se acojan con los ubios, que eran amigos
de los romanos. Los germanos piden tiempo para pensárselo y César se lo
concede, aunque sospecha que sólo es una estratagema para tener tiempo hasta
que llegue el grueso de su caballería.
Mientras,
los usípetes y téncteros traicionan la confianza de César, atacando a un
contingente de sus tropas, aunque al día siguiente envían mensajeros pidiendo disculpas.
César, agotada ya su paciencia, pone rumbo al campamento enemigo rápidamente y
lo asalta. El ataque les pilló desprevenidos, y murieron muchos de ellos,
incluyendo mujeres y niños. Los supervivientes se precipitaron contra el Rin, y
regresaron a Germania, donde se refugiaron en tierras de los sugambros.
César
se dirigió a ellos pidiendo que se les entregase a los líderes responsables de
los agravios causados en la Galia, pero se niegan, afirmando que él no tenía
autoridad al otro lado del Rin. Entonces, César impulsado por esto, y por los
ubios, que le pedían ayuda contra los suevos, decidió acometer una de las más
famosas empresas de esta guerra: cruzar el Rin.
Para
llevar a cabo tal acción, no utilizó naves, como es habitual, sino que
construyó un robusto puente de madera, que salvara la enorme distancia entre ambas
orillas. Los soldados trabajaron duramente, y en apenas 10 días el puente ya
estaba listo. En cuanto cruzaron, no tuvieron que hacer frente a nadie, los
sugambros, téncteros y usípetes, huyeron de aquel lugar y se pusieron a salvo
de los romanos. Después César se dirigió hacia tierras de los ubios, donde les
renovó su compromiso de ayudarles en caso de ataque suevo. Tras realizar todo
esto, regresó a la Galia, y mandó cortar el puente.
César,
al regresar, tenía en mente otra gran empresa: desembarcar en Britania. El motivo
era que los britanos habían enviado mucha ayuda a los galos que luchaban contra
César, y esto no podría permitirlo más.
Tomó las legiones VII y X y desde
territorio de los mórinos, embarcaron hacia Britania. En cuanto vieron una
playa apta para un desembarco, fondearon allí las naves, y los soldados
saltaron hacia el agua (en aguas poco profundas, claro) y caminaron hacia la
playa. Un contingente de britanos ya estaba allí esperando para darles la
bienvenida, y los romanos pasaron muchas dificultades, pero al final lograron
rechazarlos y tomar la playa. Tras este éxito, muchos pueblos britanos le
enviaron mensajeros de paz a César.
Sin
embargo, sucedió un contratiempo, la flota que trasportaba la caballería,
cuando zarpó se topó con una tormenta. Sólo llegaron algunas naves, el resto se
hundió o fue devuelto al continente. Los britanos al saber que los romanos
estaban sin caballería, aprovecharon para atacar. La legión VII se encontraba reuniendo
provisiones, cuando fueron atacados de improvisto por los temibles carros
britanos. Pasaron dificultades, hasta que César acudió con refuerzos y logró
rechazarlos. Aún así, los britanos no se dieron por vencidos, y atacaron el
campamento de César. Los romanos lucharon bien, y lograron rechazarlos de
nuevo. Así, con tal racha de victorias, los pueblos britanos no tuvieron otro
remedio que enviar mensajeros de paz a César.
Una
vez logrado todo esto, César manda a todas las tropas montar en las naves y
regresar a la Galia para pasar el invierno. Cuando desembarcaron, algunos
fueron atacados por los mórinos. Entonces César envía en su ayuda un
contingente de caballería y logra vencerles. Los mórinos finalmente se
rindieron, y las legiones pudieron ir a invernar a sus cuarteles de invierno.
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