En
fin, lectores, es momento de continuar con nuestra historia de la guerra de las
Galias. Nos encontramos en el año 54 a.C. César decide que hay que terminar lo
empezado el año pasado en Britania, por lo que prepara su regreso a la isla. Deja
la Galia a cargo de Labieno. Él embarca con cinco legiones hacia Britania.
Nada
más llegar, se da cuenta de que no hay enemigos esperándole, pero es informado
de que los britanos se habían reunido bajo la dirección del rey Casivelono.
César deja una pequeña guarnición el punto de desembarco y marcha hacia su
posición. Casivelono les ataca de improviso con sus carros de batalla, aunque no logra su objetivo y se
retira a los bosques, desde donde los britanos luchan a la defensiva. La legión
VII fue determinante a la hora de hacerlos huir completamente.
César sigue
adentrándose en tierras britanas y libra algunos combates. Finalmente llega al
río Támesis, en cuya orilla opuesta se congregaban las tropas de Casivelono. Los
romanos se vieron obligados a vadear el río, y a pesar de que luchaban en malas
condiciones, con el agua al cuello, literalmente, logran imponerse y vencer a
sus enemigos. Éstos huyen a una plaza fuerte cercana, rodeada de frondosos
bosques, pero ante la llegada de los romanos, la plaza es tomada
definitivamente. Casivelono decide probar una última estrategia y ataca el
punto de desembarco de las tropas, donde se encontraba la flota, pero también
es rechazado. Ante la imposibilidad de derrotar a los romanos, Casivelono se
rinde. César acepta la rendición e impone un tributo anual a Britania.
Tras
esta exitosa campaña, César manda embarcar de nuevo y regresar a la Galia. Pero
había un problema, una tempestad había destruido gran parte de la flota, por lo
que tuvieron que reparar las naves que eran recuperables, y regresar a la Galia
por turnos. Una vez allí, repartió las legiones por todo el territorio de
manera equitativa, para pasar el invierno.
No
obstante, no sería un invierno demasiado tranquilo. En el territorio de los
tréveros gobernaba un tal Cingétorix, aliado de César, quien había depuesto a
su rival, Induciomaro. Éste último, tenía grandes ambiciones y pretendía
levantar a toda la Galia contra César, para lo cual convenció a los líderes
eburones Ambíorix y Catuvolco.
Ambíorix
decide atacar a la legión XIV, a cargo de Sabino, que estaba invernando en su
territorio, con un contingente de soldados eburones. El ataque fue mal y
enseguida fueron rechazados. Entonces Ambíorix le pidió audiencia a Sabino. Le dijo
que había una conspiración en toda la Galia para atacar a la vez todos los
campamentos romanos, de modo que ninguno pudiera ir en ayuda de otro, y que
ellos les habían atacado presionados por sus vecinos, pero que en realidad
estaban de su parte. Además, Ambíorix le aconsejó a Sabino que llevara a su
legión a ayudar al campamento más cercano, el de Labieno, en territorio de los
tréveros, o el de Cicierón, en territorio de los nervios. Tras la marcha del
líder eburón, hubo gran disputa sobre lo que hacer, aunque se impuso la decisión
de Sabino, que era salir de inmediato y ayudar a sus compatriotas.
Mientas marchaban,
fueron atacados por el mentiroso Ambíorix de sorpresa. La batalla estaba
perdida nada más comenzar, los romanos luchaban a la defensiva. A Sabino no lo
quedó otra que acudir hacia donde Ambíorix para parlamentar con él. Grave error,
en medio de la entrevista, fue asesinado a traición. Tras esto, los eburones
estaban enardecidos, y los romanos perdieron la esperanza. Regresaron a duras
penas al campamento y ante su inminente derrota, se suicidaron entre
ellos. Sólo algunos pocos pudieron
escapar y poner a Labieno al tanto de todo.
Tras
esta gran victoria, Ambíorix logró atraer a muchos pueblos a su causa, entre
ellos los atuátucos y los nervios, y todos juntos marchan hacia el campamento
de Cicerón. Tras un ataque inicial, los nervios son rechazados, y pidieron
parlamentar con Cicerón. Le contaron lo mismo que le contó Ambíorix a Sabino,
pero Cicerón no les creyó, y los despachó de allí. No tuvieron otro remedio que
atacar el campamento. El ingente número de enemigos obligó a Cicerón a enviar
emisarios a César para pedirle ayuda, aunque ninguno de estos emisarios llegó
ya que fueron interceptados. Los enemigos construyeron grandes fortificaciones
y torres de asedio alrededor del campamento y se dispusieron a asediarlo. Los soldados
de Cicerón pasaron grandes penurias para defender sus posiciones. En una
situación desesperada, con los víveres agotándose y sin esperanzas de victoria.
Finalmente, Cicerón logró enviar un mensaje a César a través de un nervio.
César,
al saber de todo esto, decidió marchar con tres legiones en ayuda de Cicerón. Reclamó
a Fabio, Craso y Labieno sus respectivas legiones. Los dos primeros acudieron
rápidamente, pero Labieno no lo hizo, alegando que Induciomaro estaba acampado
con un ejército de tréveros cerca de su
campamento, y que esperaba un inminente ataque. Con lo cual, César tuvo que
conformarse con dos legiones y marchó raudo hacia la posición de Cicierón. Nada
más llegar César, los enemigos abandonaron el asedio y fueron contra él. César
estaba acampado a poca distancia de ellos, y logró engañarles para que atacaran
el campamento. Así mientas lo hacía, los soldados salieron de súbito por las
puertas y les atacaron de improviso. No resistieron el ataque y en seguida
fueron puestos en fuga. Tras esta victoria, César se reunió con Cicerón y su
legión, que habían sido salvados.
Entretanto,
estas noticias llegaron a oídos de Induciomaro, quien desistió de atacar a
Labieno. Regresó a su tierra, y expulsó de allí a Cingétorix. Desde allí,
instigó a pueblos vecinos a aportar soldados para atacar a los romanos, y
expulsarles de la Galia. También intenta reclutar a germanos, pero éstos se
negaban a cruzar el Rin por miedo a César. Logra reunir una tropa de tréveros,
senones y carnutes. Juntos atacan el campamento de Labieno, quien usando la
misma táctica que César, hace salir súbitamente a todos los soldados del
campamento y les atacó, infligiéndoles. Los enemigos se dispersaron en todas
direcciones. Induciomaro resultó muerto en la batalla y su cabeza fue llevada
al campamento.
La
Galia quedaba entonces relativamente pacificada. Pero muy relativamente, ya que
dados los acontecimientos sucedidos, y sobre todo por el descalabro de Sabino y
la legión XIV, se puso en evidencia que los romanos no eran invencibles. Prácticamente
todos los pueblos, excepto los heduos y los remos, conspiraban para un
levantamiento general de toda la Galia…
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