En
fin, sin más dilación me dispongo a continuar con esta historia. ¿Por dónde iba? Ah, sí. La
caída de Cartago, año 146 a.C. Como ustedes recordarán, la ciudad fue
conquistada por Escipión Emiliano, lo cual supuso la consolidación del poder
romano en el Mediterráneo.
En
el asedio de la ciudad estaba participó Tiberio Sempronio Graco, que era
familiar de Emiliano y nieto de Escipión Africano, el vencedor de Aníbal. Nació
en el año 164 a.C. Tenía un hermano llamado Cayo Sempronio Graco, que también
adquirirá relevancia en esta historia.
Tiberio
alcanzó gran protagonismo en el asalto ciudad de Cartago, donde se ganó la
corona cívica, gracias a que fue el primero en escalar las murallas. Tras esto,
la ciudad fue destruida hasta los cimientos, ése era el destino que esperaba a
todo aquel que se enfrentara a Roma.
Así,
el joven Tiberio regresa a Roma, investido de gloria. Años después, 137 a.C.,
logró el cargo de cuestor en Hispania y partió junto con el cónsul Mancino en
una campaña contra los numantinos. Sin embargo, estos enemigos luchaban fieramente
por su territorio, cosechaban una derrota tras otra. Finalmente el cónsul
capituló y pudieron regresar a Roma sólo a cambio de un humillante tratado de
paz. El Senado no aceptó ese tratado, y el parón de la guerra con Numancia no
se alargaría mucho tiempo.
La
situación social en Roma era bastante inestable, había una fractura social
entre patricios y plebeyos que iba en aumento. Durante años anteriores, la
plebe se había rebelado en numerosas ocasiones, y se les otorgó derechos para
apaciguarla. El más importante era la posibilidad de que todo ciudadano de
Roma, plebeyo o patricio, pudiera acceder a cualquier magistratura política, y
también el establecimiento de los tribunos de la plebe, que defendían sus
derechos ante el Senado. No obstante, esto no era suficiente para sellar esta
ruptura social que he mencionado. Había aristócratas inmensamente ricos por un
lado, y plebeyos inmensamente pobres.
Así, esta fractura también alcanzaba el
Senado, de modo que se formaron dos partidos. Aunque en la antigua Roma no
existían oficialmente partidos ni siglas como hoy en día, sí que los senadores
solían agruparse con otros senadores con ideas afines. Así, por un lado tenemos
a los llamados optimates, que tenían
unas ideas más conservadoras y más deseo por mantener todo lo establecido, algo
que podríamos asemejarlo a la actual derecha. Por el contrario, tenemos a los populares, que defendían más derechos
para la plebe, en detrimento de los patricios, algo que podemos asemejar a la
actual izquierda. Aunque esta comparación es demasiado simplista, nos da una
idea de lo que eran los optimates y
los populares. Esta división se
apreciaba incluso visualmente en el Senado. Éste se reunía en la Curia
Hostilia, un edificio con un interior rectangular, con dos gradas a los lados. Los
optimates solían sentarse en una
grada, y los populares en la grada
opuesta, aunque cada senador podía sentarse donde quisiera.
Tiberio
comprendía bien estas divisiones, y se decidió a tomar partido por la plebe. Tiberio
y su hermano Cayo se casaron respectivamente con las hijas de Claudio Pulcro y
Publio Licinio Craso, ambos principales cabezas de la facción de los populares, de esa manera, los Graco
sellaban su compromiso con la plebe.
En
toda Italia había muchos conflictos con las tierras. Éstas estaban en su
mayoría en manos de terratenientes, y muchos habían arrebatado tierras a
campesinos o despedido a trabajadores propios para sustituirlos por esclavos. El
disgusto en la plebe por esta situación era evidente, fue así como Tiberio
decidió remediar esta situación proponiendo su reforma agraria.
Para
ello, necesitaba ser tribuno de la plebe. En el año 134 a.C., fue escogido como
uno de los diez tribunos que hasta finales del 133 a.C., defendería los
derechos de los más pobres. Su tribunado fue muy popular por sus famosas
propuestas, como por ejemplo vender trigo a un precio por debajo del mercado, o
dar ropas a los soldados más pobres. Pero su proposición más polémica fue su
reforma agraria, que sería conocida como la Lex
Sempronia Agraria.
Básicamente,
aquella ley permitía confiscar a los terratenientes parcelas que habían sido
adquiridas ilegalmente, y después dar esas tierras a los pobres. En definitiva,
era una redistribución de la riqueza agraria.
Los
optimates, encabezados por Escipión
Nasica y Escipión Emiliano (ambos familiares de los Graco), mostraron su enorme
rechazo ante esta ley, por lo que Tiberio evitó el Senado para aprobar la ley,
y lo hizo mediante la Asamblea popular, con la colaboración de los demás
tribunos. Lo que Tiberio no se imaginaba era que los optimates habían colocado a un caballo de Troya entre la filas de
los tribunos, Marco Octavio, quien con su veto logró paralizar aquella reforma
agraria.
Pero
Tiberio no se detendría ahí. Logró que se destituyera a Octavio por otro tribuno
más afín a su causa. Así finalmente la
Lex Sempronia Agraria pudo ser aprobada. El Senado nombró a Tiberio, a su
hermano Cayo y a su suegro Claudio Pulcro, encargados de una comisión para
llevar a cabo la reforma.
Tiberio
cada vez ganaba más popularidad en la plebe, y esto despertaba el recelo del
Senado. La plebe era muy manipulable por hombres como Tiberio. Había rumores de
que él quería algo más que llevar a cabo una simple reforma agraria. Algo como
tener el poder absoluto sobre Roma, ser rey. Estos rumores crecieron cada vez
más, ensuciando el nombre de Tiberio, ya que pretender ser rey de Roma era uno
de los sacrilegios más graves que se podrían cometer, esto hizo que Tiberio
perdiera popularidad entre la plebe.
Cuando
su mandato estaba a punto de expirar, Tiberio decidió volver a presentarse a tribuno,
para seguir teniendo inmunidad judicial y evitar ser juzgado por sus enemigos
políticos. Durante el proceso de elección, había un gran alboroto, se sucedían
peleas callejeras entre partidarios y opositores de Tiberio. Él, hizo un gesto
a su cabeza para indicar a sus guardaespaldas que le protegieran, aquello fue
interpretado por una orden para que le trajeran la corona, y se proclamara rey.
El Senado al saber esto estalló en furia, y varios senadores encabezados por
Nasica salieron de la Curia hacia Tiberio, armados con porras. Las calles de
Roma se convirtieron en un verdadero campo de batalla entre sus ciudadanos, la
sangre corría a raudales. Cuando Nasica y los suyos alcanzaron a Tiberio,
empezaron a darle porrazos por todo el cuerpo. Finalmente, un porrazo le dio de
lleno en la cabeza, rompiendo el cráneo de Tiberio y manchando las togas de los
senadores con sus sesos. El
cuerpo de Tiberio fue arrojado ignominiosamente al río.
Su hermano Cayo siguió
una trayectoria parecida a él, en el 123 a.C. logró ser tribuno de la plebe y
se dedicó a completar las reformas de su hermano. Fue elegido tribuno por dos
veces consecutivas. Pero se volvió a encontrar con la férrea oposición de los optimates. En medio de unos disturbios
en Roma, Cayo escapa y se suicida con la ayuda de un esclavo suyo.
A
pesar de que la élite senatorial acabó con los Graco, la guerra social no había
hecho más que comenzar, y duraría casi cien años. Tiempo en el que el suelo de
Roma se teñiría de rojo, romanos que morirían a manos de sus propios conciudadanos.
Esta guerra no acabaría hasta la instauración del nuevo régimen imperial.