A
parte del asesinato de Tiberio, aquel año 133 a.C. estuvo marcado por otros
diferentes sucesos dignos de mención. Un año antes, Escipión Emiliano, siendo
cónsul, fue enviado a Numancia para conquistarla de una vez por todas.
Todos
los anteriores ejércitos romanos habían fracasado en el intento de rendir la
famosa ciudad ibera, situada en la actual provincia de Soria. Pero él era el
conquistador de Cartago, la archienemiga de Roma, con él las cosas iban a ser
distintas.
En
lugar de tomar la ciudad al asalto, la rodeó de una serie de fortificaciones y
simplemente esperó hasta que el hambre surtiera efecto. En el trascurso del
asedio, le acompañaba en calidad de tribuno militar Cayo Mario, un hombre de
humildes orígenes que se convertiría en uno de los más importantes defensores
de la facción de los populares.
Los
numantinos protagonizaron una desesperada resistencia, que duró un año. Tiempo
en el que el hambre y las enfermedades recorrieron las calles de Numancia,
incluso llegaron a recurrir al canibalismo como último recurso. Finalmente la
ciudad se rindió, acabando con la resistencia antirromana en Hispania. A partir
de ese momento, la mayor parte de la península ibérica estaría en manos de
Roma, y las amenazas de las tribus iberas aún libres ya no serían motivos de
preocupación para los romanos. Emiliano regresó una vez más victorioso a Roma,
el conquistador de Cartago y Numancia.
Al
mismo tiempo, se produjo otro hecho de gran relevancia para el trascurso de la
historia romana, al otro lado del mar Mediterráneo. El reino de Pérgamo era
desde hacía mucho tiempo aliado de Roma, comprendía aproximadamente la mitad
occidental de la actual Turquía. Su rey, Átalo III, no poseía descendencia, y
cuando murió especificó en su testamento que legaba todo su reino a la
República de Roma. Un hecho sin precedentes en la historia. De golpe y plumazo
el Senado y el pueblo romano heredaron una de las tierras más ricas de Oriente.
Al
principio el Senado duda de si aceptar esta valiosísima herencia, pero
finalmente se decide a hacerlo, se establece la nueva provincia de Asia, con su
capital en Pérgamo. Muchos miraban con codicia hacia Asia, pues era un lugar
lleno de riquezas. Sin ir más lejos, Tiberio propuso usar parte de esta
herencia para financiar su reforma agraria, cosa que fue rechazada por el
Senado.
Con
el objetivo de explotar la nueva provincia, el Senado envió publicanos a Asia,
eran personas con el objetivo de recaudar todos los impuestos posibles a la
gente del lugar. Pronto, esta recaudación se convirtió en un saqueo sistemático
de la provincia. Toneladas de oro, plata y demás riquezas fluían hacia la
sedienta Roma. Toda esta fiebre del oro acabaría por volverse contra los
romanos…
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