miércoles, 26 de septiembre de 2012

Numancia y Pérgamo

A parte del asesinato de Tiberio, aquel año 133 a.C. estuvo marcado por otros diferentes sucesos dignos de mención. Un año antes, Escipión Emiliano, siendo cónsul, fue enviado a Numancia para conquistarla de una vez por todas.

Todos los anteriores ejércitos romanos habían fracasado en el intento de rendir la famosa ciudad ibera, situada en la actual provincia de Soria. Pero él era el conquistador de Cartago, la archienemiga de Roma, con él las cosas iban a ser distintas.

En lugar de tomar la ciudad al asalto, la rodeó de una serie de fortificaciones y simplemente esperó hasta que el hambre surtiera efecto. En el trascurso del asedio, le acompañaba en calidad de tribuno militar Cayo Mario, un hombre de humildes orígenes que se convertiría en uno de los más importantes defensores de la facción de los populares.

Los numantinos protagonizaron una desesperada resistencia, que duró un año. Tiempo en el que el hambre y las enfermedades recorrieron las calles de Numancia, incluso llegaron a recurrir al canibalismo como último recurso. Finalmente la ciudad se rindió, acabando con la resistencia antirromana en Hispania. A partir de ese momento, la mayor parte de la península ibérica estaría en manos de Roma, y las amenazas de las tribus iberas aún libres ya no serían motivos de preocupación para los romanos. Emiliano regresó una vez más victorioso a Roma, el conquistador de Cartago y Numancia.

Al mismo tiempo, se produjo otro hecho de gran relevancia para el trascurso de la historia romana, al otro lado del mar Mediterráneo. El reino de Pérgamo era desde hacía mucho tiempo aliado de Roma, comprendía aproximadamente la mitad occidental de la actual Turquía. Su rey, Átalo III, no poseía descendencia, y cuando murió especificó en su testamento que legaba todo su reino a la República de Roma. Un hecho sin precedentes en la historia. De golpe y plumazo el Senado y el pueblo romano heredaron una de las tierras más ricas de Oriente.

Al principio el Senado duda de si aceptar esta valiosísima herencia, pero finalmente se decide a hacerlo, se establece la nueva provincia de Asia, con su capital en Pérgamo. Muchos miraban con codicia hacia Asia, pues era un lugar lleno de riquezas. Sin ir más lejos, Tiberio propuso usar parte de esta herencia para financiar su reforma agraria, cosa que fue rechazada por el Senado.

Con el objetivo de explotar la nueva provincia, el Senado envió publicanos a Asia, eran personas con el objetivo de recaudar todos los impuestos posibles a la gente del lugar. Pronto, esta recaudación se convirtió en un saqueo sistemático de la provincia. Toneladas de oro, plata y demás riquezas fluían hacia la sedienta Roma. Toda esta fiebre del oro acabaría por volverse contra los romanos…

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