Ahora
deseo hablarles de una de las personas más influyentes de la República de Roma:
Cayo Mario. Nació en Arpino, en el año 157 a.C. Como ustedes ya recordarán,
debutó como tribuno en la guerra contra Numancia. Mario poseía unas ideas políticas
muy cercanas a las de los populares,
lo que le llevó a comenzar una carrera política, o cursus honorum.
Al
año siguiente de morir Cayo Graco, 120 a.C., fue elegido tribuno de la plebe, y
desde allí fue desempeñando otros cargos políticos, llegando a entrar en el
Senado y erigiéndose entre los populares.
Al
sur, en África, las cosas no iban bien. Numidia, el reino de Massinisa, el antiguo
aliado de Escipión, estaba al borde de la guerra. El trono a Numidia se lo
disputaban Yugurta, Adherbal e Hiempsal. Yugurta había ordenado matar a sus dos
rivales. Hiempsal fue asesinado, pero Adherbal logró huir a Roma para pedir
ayuda. Roma intentó mediar en el conflicto, pero no resultó bien. Yugurta tomó
la capital de Numidia, Cirta, y mató a muchos de sus habitantes, entre ellos
ciudadanos romanos, lo cual motivó que el Senado reclarase la guerra a Yugurta,
en el 111 a.C.
El
cónsul Calpurnio fue enviado a Numidia, pero fue sobornado por el oro de
Yugurta y firmó la paz. Una paz que Roma no aceptó y sometió a Calpurnio a
juicio por haber aceptado sobornos.
Posteriormente
fue enviado el pretor Albino, que no cosechó más que fracasos y regresó a Roma humillado.
El próximo en ser enviado fue Metelo, y junto con él estaba Mario, en calidad
de legado. La guerra cambió de rumbo, y Metelo lograba grandes triunfos contra
Yugurta. En esta guerra Mario mostró su valor y destreza militar salvando en
una ocasión al ejército de Metelo de un total desastre. Sin embargo, Metelo y
Mario no se llevaban bien, y éste último regresó a Roma.
Una
vez en Roma, Mario se presentó a las elecciones y logró ser cónsul en el 107
a.C., la más alta magistratura de la República. Su pretensión era obtener el
mando de la guerra contra Yugurta, pero el Senado lo negó y decidió prorrogar
el mando a Metelo. Mario, no contento con esta resolución, recurrió a la
Asamblea de la plebe, que dio el visto bueno
a la propuesta de Mario. Así, Metelo fue relevado y Mario partió a
Numidia.
En
la campaña de Mario, participaría Lucio Cornelio Sila en calidad de cuestor.
Este hombre, de familia aristocrática, también adquirirá gran relevancia en
esta historia, permanezcan atentos.
Cuando
se reanudó la guerra, el rey Bocco de Mauretania se unió a Yugurta y realizaron
un ataque conjunto. Mario resistió con sus tropas impertérrito. Finalmente, en
el año 105 a.C., gracias a la acción diplomática de Sila, Bocco firmó la paz
con Roma. Yugurta fue apresado y llevado a Roma, donde fue ejecutado.
Pero
la paz estaba lejos de haberse conseguido, pues había otro frente abierto. Desde
el año 113 a.C., una migración de germanos, principalmente cimbrios, teutones,
ambrones y tigurinos, había estado acosando las fronteras de la República. Se habían
enviado varios ejércitos para detenerlos, pero todos ellos fueron destruidos. La
derrota más desastrosa fue en Arausio (año 105 a.C.) en la Galia Narbonense,
donde los muertos romanos se contaban por decenas de miles. Esta derrota
provocó una histeria colectiva en Roma, pues la invasión germana era inminente.
Recurrieron a Cayo Mario para salvar la situación. Fue elegido cónsul para el año 104 a.C, y durante los años siguientes repitió cargo hasta el año 100 a.C. de modo que concatenó cinco consulados consecutivos, algo que nunca había pasado antes en la historia de la República.
Recurrieron a Cayo Mario para salvar la situación. Fue elegido cónsul para el año 104 a.C, y durante los años siguientes repitió cargo hasta el año 100 a.C. de modo que concatenó cinco consulados consecutivos, algo que nunca había pasado antes en la historia de la República.
Cuando
Mario regresó de África, los germanos habían decidido emigrar a otras zonas de
la Galia e Hispania, por lo que tuvo tiempo suficiente para preparar la
defensa.
La
invasión no sucedería hasta el año 102 a.C., cuando los germanos pusieron rumbo
a Italia. Se dividieron en tres huestes y penetrarían en Italia por tres sitios
distintos. Por un lado los teutones y ambrones entrarían por la costa. Los cimbrios
cruzarían los Alpes, y los tigurinos los cruzarían por otra ruta.
Mario
se enfrentó a teutones y ambrones en la batalla de Aqua Sextiae. Los germanos
poseían una ventajosa superioridad numérica. Pero Mario se enfrentaba con un
nuevo ejército reformado (de lo que hablaremos en la siguiente entrada), que
resultó ser muy efectivo. También logró atacar a los germanos por la
retaguardia, lo que decantó finalmente la victoria del lado romano. Hubo miles
y miles de muertos germanos.
Mientras,
los cimbrios lograron entrar en Italia. El cónsul Cátulo, era el encargado de
detenerlos, pero tuvo que retirarse por encontrarse en terreno desfavorable. Habría
que esperar al año siguiente, cuando Mario fue elegido cónsul por quinta vez,
se unió a Cátulo, y se enfrentó a los cimbrios en la batalla de Vercelae, cuyo
resultado fue la aplastante victoria romana, con multitud de germanos muertos. Al
ver esto, los tigurinos dieron media vuelta y desistieron de correr la misma
suerte que sus compañeros.
Mario
regresó victorioso a Roma y celebró su triunfo, era el hombre más popular de
Roma. El pueblo, agradecido, le votó para ser cónsul otro año más, de modo que
ya había sido cónsul seis veces. Éste último consulado, que ya sería en tiempo
de paz, lo usaría para llevar a cabo algunas de sus aspiraciones políticas a
favor de los populares.
Todo
esto no era bien visto sus enemigos políticos, los optimates, encabezados por Sila, quien había dejado sus diferencias
con Mario para ganar la campaña contra los germanos, pero ahora volvían a ser
enemigos, y su enfrentamiento político acabaría en algo más que palabras,
trayendo muerte y desgracia a la República…
permanezcan atentos a las próximas entradas…
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