El
desastre de África había supuesto un duro revés para Roma, pero supo
sobreponerse y contraatacar. Al año siguiente, los romanos consiguieron una
gran victoria con la toma de Panormos, una importante ciudad cartaginesa en el
noroeste de Sicilia. A pasar de los ataques cartagineses, Roma siguió avanzando
hacia el oeste.
En
esta época se produjeron muchos descalabros en el mar de la armada romana. Y no
era a causa de sus enemigos, sino a causa del temporal. Hubo grandes tormentas,
y los romanos, inexpertos marineros, no supieron resguardar bien sus naves de
los caprichos del dios Neptuno. La armada romana quedó totalmente diezmada, y
los cartagineses recuperaban la supremacía en las aguas, aunque no por su
propia mano.
La
larga guerra que llevaban a cabo Roma y Cartago estaba ya haciendo mella en
ellos. Sendas arcas públicas empezaron a vaciarse, y la guerra sufrió un severo
estancamiento, cuando los romanos eran totalmente incapaces de tomar Lilibeo y
Drepana, situadas en el extremo occidental de la isla, grandes bastiones
marítimos, que eran de las últimas posesiones cartaginesas en Sicilia. A pesar
de sus ataques, las ciudades resistían impertérritas. Además, el general
cartaginés Amílcar, había desembarcado con su ejército en la isla, en el año 247
a.C. Bloquear Lilibeo y Drepana era tarea difícil, la debilidad de la armada
romana hacía que los cartagineses pudieran burlar una y otra vez el cerco, y
llevar alimentos y refuerzos a los sitiados. E incluso lograron someter a los
romanos a derrotas navales.
El
estancamiento de la guerra se agudizó. Roma, incapaz de tomar las últimas
posesiones cartaginesas. Y Cartago, incapaz de romper el cerco y reconquistar
la isla. Amílcar, a pesar de ser un gran estratega, no consiguió victorias
decisivas en Sicilia, estaba totalmente rodeado por territorio enemigo, aislado
de su patria y sin acceso a provisiones.
La
guerra ya había durado demasiado, y era momento de ponerle fin. El Senado
decidió construir una nueva flota con la que derrotar a los cartagineses de una
vez por todas. Pero había un problema, las arcas estaban vacías. Tuvieron que
recurrir a otros métodos de financiación. Pidieron ayuda a ciudadanos
particulares, préstamos. Los ciudadanos de Roma correspondieron debidamente e
hicieron sus aportaciones voluntarias al erario público. Así, se pudo volver a
construir otra flota, con la que intentar lograr una victoria definitiva.
El
ejército de Amílcar, aislado, necesitaba provisiones, y Cartago se las envió. Cargó
una flota entera y la envió hacia Sicilia. Los romanos debían impedir esto a
toda costa. Ambas flotas se encontraron en las islas Égadas. A la superioridad
romana gracias al corvus, se le unió
el hecho de que los barcos púnicos venían cargados de provisiones. Eran lentos
y pesados. Todo ello, provocó una victoria definitva sobre los cartagineses.
Cartago
se hallaba en una situación muy delicada, con su armada destruida y Amílcar aislado
en Sicilia, no podrían continuar la guerra. Fue entonces cuando decidieron
finalmente rendirse y someterse a las condiciones de Roma.
A
grandes rasgos, los romanos exigieron el pago de una deuda, en concepto de
indemnización de guerra, a plazos durante 50 años, la cesión de Sicilia y la retirada de las islas
situadas entre Sicilia y África, además de otras condiciones menos importantes.
De ese modo, en el año 241 a.C., se firma la paz y se pone fin a 23 años de
guerra. Los romanos podían respirar tranquilos… de momento…
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