Sicilia no era una isla fácil de conquistar. El terreno era muy irregular, por lo que los combates se reducían a meras escaramuzas y asedios, en esta guerra no veremos grandes batallas campales y épicas, al estilo de Alejandro Magno en Gaugamela. En este sentido, esta guerra sería menos espectacular que otras, pero no por ello menos sangrienta.
El asedio sería el tipo de acción militar más usado en la guerra. Los romanos se dedicaron a conquistar la isla ciudad por ciudad, llevando una estrategia ofensiva y marcando de ese modo el curso de la guerra. Cartago no hizo otra cosa que defender las ciudades que ya tenía.
Había tres formas de tomar una ciudad. La primera de ellas era el asalto, que consistía en el uso de máquinas de guerra para derribar las murallas o acceder a ellas, e iniciar un combate por toda la ciudad hasta lograr conquistarla. Esto tenía grandes inconvenientes, pues la buena posición de la que gozaban los defensores hacía que se precisara un gran número de hombres para tomar la ciudad, y se producían numerosas bajas.
La segunda forma era el bloqueo. Consistía en rodear por completo el perímetro de la ciudad, cortando las líneas de suministros, y dejando que el hambre forzase una capitulación. Éste método tampoco era nada efectivo, ya que para ello habría que alargar el bloqueo semanas, meses e incluso años, en el caso de algunas ciudades. Evidentemente, si se pretendía conquistar ciudad por ciudad, aquello alargaría la guerra terriblemente. Por otro lado, si la ciudad era costera y tenía puerto, ésta podía recibir suministros y refuerzos de la armada púnica, sin que los romanos pudieran evitarlo.
Por último, el tercer método para tomar una ciudad era la traición; es decir, pactar con algún habitante insatisfecho, para que éste abriese las puertas de la ciudad por la noche, a cambio de una buena suma de dinero. Una vez abiertas las puertas, los romanos emergían de la oscuridad y entraban en tromba a la ciudad, sorprendiendo a los defensores y masacrando a la población.
Ya sea por un método u otro, Roma llevaba la voz cantante en esta guerra, y avanzaba inexorablemente por la isla. Dos años después del desembarco en Sicilia, año 262 a.C., los romanos conquistan la ciudad de Agrigento, aunque con muchas dificultades.
A pesar de la notable superioridad romana en tierra. Por mar no era así, pues se hallaban en una isla, y para recibir suministros y refuerzos, era fundamental el control del mar. Los romanos comprendieron esto, y decidieron fabricar una armada romana. No tenían demasiada experiencia en la construcción de naves militares, pero un suceso fortuito cambió su suerte. Encontraron en las costas italianas una quinquerreme cartaginesa encallada. Tomándola como modelo, los romanos fabricaron multitud de copias, hasta llegar a tener una armada bastante decente. Sin embargo, aquello no era suficiente. No bastaba con tener barcos, hacía falta experiencia, y destreza en la mar para poder manejar aquellas bestias flotantes en el campo de batalla. Afortunadamente, hubo un invento que pudo suplir esta carencia: el corvus.
El corvus era una especie de puente levadizo situado en la proa. Estaba sostenido en posición vertical por un mástil, y podía girar sobre sí mismo. Este puente estaba dotado de unos garfios. Cuando un barco enemigo se aproximaba demasiado. Se giraba el corvus en dirección a ese barco, y se dejaba caer, enganchando entre sí ambos barcos. Los legionarios podían entonces acceder al barco enemigo a pie, abordarlo y apresarlo, aprovechando su superioridad en los combates a pie. De esta manera, convertían una batalla naval en una batalla terrestre, basada únicamente en ir apresando barcos uno tras otro, en vez de embestirlos y hacerlos hundir, como hacían los cartagineses. Con este sencillo invento, los romanos consiguieron una superioridad naval importante. Tanto es así, que casi todas las batallas navales de la guerra, fueran ganadas por los romanos. Consiguieron, con la más ínfima experiencia naval, derrotar a una de las mejores armadas del mundo. La indiscutible superioridad naval cartaginesa, ya no era tan indiscutible. Éste es, a mi juicio, uno de los grandes logros de la primera guerra púnica. Para que nos entendamos, es como si un equipo novato de fútbol venciese por 4-0 a la selección española, algo inaudito.
Así, en el año 260 a.C., a pesar de comenzar con una derrota frente a la armada púnica en las islas Lípari, se obtuvo una victoria en Milas. Y a partir de allí, todo fue una sucesión de victorias navales romanas, y la guerra también se extendió hacia Córcega y Cerdeña. El empuje militar romano, también proseguía por tierra, tomando más ciudades cartaginesas, como Enna, situada en el centro geográfico de la isla, o Misístrato, situada algo más al oeste. De esta manera, el frente de guerra se iba desplazando hacia el oeste, dejando a los cartagineses cada vez más arrinconados en Sicilia.
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