domingo, 29 de julio de 2012

La invasión de África

La guerra estaba durando demasiado, los recursos de ambos barcos se estaban empezando a agotar. El Senado de Roma decidió acabar con esta guerra de una vez por todas, que había durado hasta la fecha casi 10 años, corría el año 256 a.C. Los cónsules de aquel año, Marco Atilio Régulo y Lucio Manlio Vulso Longo, reunieron una gran flota, y un poderoso ejército con el ánimo de invadir África para intentar forzar una rendición, o aniquilar por completo Cartago.

Los cartagineses, conocedores de estas pretensiones, debían evitar esto. Por ello reunieron otra gran flota, y zarparon para intentar detener el avance romano. Ambas flotas se enfrentaron en la batalla del cabo de Ecnomo. Las trirremes y quinquerremes romanas adoptaron una formación en triángulo, en cuyo centro se encontraban las naves de transporte de tropas hacia África, con el fin de escoltarlas. Una vez más, como ocurrió en otras batallas navales, el corvus fue decisivo. Muchos barcos púnicos fueron abordados y capturados, otros hundidos, y el resto huyó, fue una victoria absoluta sobre la armada púnica. Tras la batalla, regresaron a la costa para reparar las naves, y posteriormente volver a zarpar rumbo a África.


Las naves romanas avanzaban por el Mediterráneo. Al fin se divisó una línea de tierra: África. Habían llegado a su objetivo. Rememorando la pasada campaña de Agatocles, los romanos iban a pisar suelo africano, para enfrentarse contra su enemigo en su propio territorio. Una acción valiente, aunque muy temeraria. Así, lograron poner pie en las costas africanas y establecer su base de operaciones.

Cartago inmediatamente mandó un ejército para detenerles, era bastante inferior en número con respecto a sus enemigos. En contrapartida, llevaban elefantes, un arma muy temida. Ambos ejército se enfrentaron en la batalla de Adys. Los romanos hicieron un ataque sorpresa sobre su campamento, impidiéndoles usar de manera efectiva sus elefantes. El ejército púnico fue destruido y hubo pocos supervivientes.

Tras esta batalla, la guerra parecía que se acercaba a su fin, Régulo intentó firmar un acuerdo de paz que beneficiaba claramente a Roma, sin éxito. Vulso Longo volvió a Roma, por lo que al año siguiente, Régulo tuvo que enfrentarse solo a los cartagineses.

Cartago hizo llamar a unos mercenarios griegos, entre ellos estaba el espartano Jantipo, quien sería el encargado de comandar el nuevo ejército cartaginés. Poseía un gran cuerpo de caballería y numerosos elefantes de guerra. Jantipo y Régulo se enfrentaron en la batalla de Brágadas, en el año 255 a.C. El poderoso cuerpo de elefantes destrozó la infantería romana, mientras que la superior caballería púnica, rebasó los flancos romanos, rodeándolos y encerrándolos en un círculo mortal. La mayoría murió. Unos pocos fueron hechos prisioneros, entre ellos Régulo, y el resto huyó y fue rescatado por la armada romana.

La campaña de África había resultado ser un fiasco, donde no se habían hecho más que perder recursos y vidas. Aquello ponía la guerra en riesgo, y podría haber supuesto un punto de inflexión en la guerra, pero ambos bandos estaban ya muy extenuados. Roma hizo en aquel momento lo mejor que podía hacer, tirar para adelante, sin rendirse. Se habían caído, pero podían volver a levantarse.

La suerte de Régulo fue horrible. Pasó cinco años prisionero, tras lo cual, fue enviado a Roma para intentar convencer al Senado de que se firmara la paz, con el juramento de que volvería después a Cartago. Régulo así lo hizo, pero una vez en Roma, aconsejó al Senado continuar la guerra. Después, contra la voluntad de los suyos y haciendo honor al juramento que había hecho, regresó a Cartago sabiendo lo que le iban a hacer. Fue víctima de grandes torturas, hasta que al final murió.

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