Tras
el asesinato de César, la situación en Roma era crítica. Antonio, como cónsul
de aquel año, hizo frente a la situación. Los seguidores de César pugnaban por
el poder, mientras, los conspiradores principales de la muerte de César, Bruto
y Casio, intentaban hacerles frente a ellos y a la plebe enfurecida. Pero fue
en vano y ambos decidieron escapar de Roma y establecerse en Oriente.
Ahora
Roma quedaba en manos de los partidarios de César. Y nuevo competidor apareció
en el horizonte. El testamento de César nombraba como su heredero a su
sobrino-nieto Cayo Octavio, de apenas 18 años, que en adelante sería su hijo
adoptivo. Octavio usó su herencia para complacer al pueblo y ganárselo. Hechos
que levantaron los recelos de Antonio, que se consideraba el único digno
sucesor de César.
Mientras,
Cicerón, que no había tomado parte en el complot, decidió quedarse en Roma,
para atacar a Antonio desde la oratoria. Él aún creía en la salvación de la
República, y Antonio era el principal obstáculo. Usó al joven Octavio en sus
ataques a Antonio, y también escribió sus famosas filípicas, al
estilo de sus anteriores catilinarias, donde criticaba duramente las políticas del cónsul
Antonio.
A
finales del 44 a.C., a Antonio ya se le estaba acabando el mandato como cónsul,
y decidió salir de Roma y marchar al norte, a la Galia Cisalpina, para
proclamarse su gobernador y tomar posesión de sus legiones. El legítimo
gobernador, Décimo Bruto, se negaba a concederle el mando, y Antonio comenzó a
sitiarlo en la ciudad de Mútina, estallando así la tercera guerra civil romana.
Hircio
y Pansa, partidarios de César, fueron elegidos cónsules del año 43 a.C., y
partieron con un ejército hacia el norte, para enfrentarse a Antonio. Octavio
iba con ellos, con dos legiones suyas.
Ambos ejércitos se encontraron en Forum Gallicum, al principio Antonio
obtuvo ventaja al derrotar a Pansa, pero luego se topó con las fuerzas de
Hircio, que se volvieron contra él, provocándole una derrota. En la batalla el
cónsul Pansa murió.
Días
más tarde, ambos ejércitos se volvieron a enfrentar en Mútina. Las fuerzas
republicanas, en notable superioridad numérica, volvieron a aplastar a Antonio,
que logró huir. En la batalla también murió el cónsul Hircio, de manera que
Octavio quedó como único comandante.
Octavio
regresó a Roma con sus fuerzas, y forzó al Senado que le nombrase cónsul, algo
que resultaba insólito, pues tenía sólo 19 años, y la edad habitual para ser
cónsul era de 42 años. Cicerón empezó a ver cómo su apuesta por Octavio pudo
ser un error. Una de las acciones más polémicas que realizó Octavio fue
declarar asesinos a Bruto y Casio.
En Oriente, las fuerzas republicanas se revolvían contra ellos. Bruto y Casio habían logrado reunir un importante ejército con el fin de destruir a los triunviros de una vez por todas. Hacia el año 42 a.C., Octavio y Antonio desembarcan en Grecia, dejando Roma a cargo de Lépido, con un numeroso ejército. Avanzaron hasta encontrarse con el ejército republicano en Filipos. Un primer contacto entre ambos resultó empate, pues ninguna de las fuerzas logró una victoria definitiva. Sin embargo, Casio, al creer que la derrota era inminente, se suicidó.
Semanas
después, ambos ejércitos volvieron a enfrentarse, esta vez Bruto estaba solo.
La batalla resultó ser una gran carnicería. Al final, los soldados de Bruto
fueron rechazados, y la victoria de los triunviros era inminente. Ante esta
situación, Bruto decidió suicidarse, terminando así la tercera guerra civil.
El
Triunvirato quedó entonces como dueño absoluto del Imperio Romano, y decidieron
repartírselo. Octavio se quedó con Occidente, Antonio con Oriente y Lépido con
África.
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