domingo, 21 de julio de 2013

Las dinastías Julio-Claudia y Flavia

El bloque de los últimos cien años de la República ha concluido. Aquella época ya pasó. Los romanos habían construido su sistema republicano con la intención de evitar la excesiva concentración de poder en un solo hombre. Ahora habían conseguido todo lo contrario, el control de Roma estaba en manos de un solo hombre, que no recibiría título de Rey, pues aquello era tema tabú entre los romanos, desde que expulsaron a los reyes etruscos de la ciudad. Aquel hombre era el princeps, y éste rango precisamente dio nombre a ésta nueva era romana, el Principado, o Alto Imperio Romano, que abarca desde Augusto hasta Diocleciano. Durante estos 300 años, las magistraturas republicanas irían perdiendo peso, que recaería sobre el emperador. Y se irían sucediendo distintas dinastías, en función de la familia que ostentase. La primera dinastía de todas sería la de los Julio-Claudios.

El problema de esta República fingida y monarquía de facto es que el gobierno de Roma estaba totalmente a merced del hombre que ocupara el cargo de emperador. No siempre se podía asegurar que el hijo de un buen emperador, también fuese buen emperador. Por tanto, nos encontramos ante una sucesión de extraordinarios emperadores, que extendieron las fronteras del Imperio, e hicieron políticas a favor de sus ciudadanos, y emperador pésimos, que eran conocidos por sus excentricidades, su megalomanía, y su afán por usar su poder en beneficio propio, y no en beneficio de los ciudadanos, vamos, unos completos inútiles e incompetentes, que no hubieran llegado nunca a donde están si un fueran hijos de tal o cual emperador. Esto producía una inevitable inestabilidad en el trono imperial, haciendo que el emperador fueses muy propenso a ser “depuesto” por la guardia pretoriana, y que después se desarrolle una fatal lucha entre pretendientes al trono.

Augusto era referente de este primer tipo de emperadores, pues su vida entera la dedicó a la política, a favorecer a sus ciudadanos, a pacificar las fronteras, a convertir una Roma de madera en una Roma de mármol. Una de las edificaciones más emblemáticas fue el Panteón, llevado a cabo por su amigo y mano derecha Agripa. Se trataba de un gran templo dedicado a todos los dioses, con una enorme cúpula circular de unos 40 m de diámetro. Pero los sucesores de Augusto no estuvieron a su altura. Cuando Augusto murió, en el año 14, legó el Imperio al hijo de su esposa, Tiberio, quien terminó de pacificar las fronteras del Imperio. Siendo sucedido por el excéntrico Calígula, su nieto, en el año 37. Su apodo es un diminutivo de caliga, que era un tipo de calzado militar romano, pues Calígula pasó gran parte de su infancia en campamentos militares, tuvo unas caliga, expresamente hechas para él, tamaño niño. Entre otras cosas, hizo preparativos para la invasión de Britania. Fue conocido como un gobernante tiránico, y era un hombre muy dado a los vicios. Además, fomentó que se le adorara en Roma como a un dios, algo que resultaba un escándalo, pues no era costumbre deificar a un gobernante cuando él aún estaba vivo, aunque en Oriente era una práctica muy extendida. Su gobierno levantó recelos entre las clases altas, lo que generó un complot que acabó con su vida en el 41. Le sucedió su tío Claudio, que inició la invasión de Britania, aunque ésta quedaría inconclusa. Intentó hacer una política mejor que la de su predecesor, pero era un líder débil, y finalmente fue envenenado en el 54. 


Su sucesor fue su sobrino Nerón, que sería de los emperadores más excéntricos. Su tutor fue el famoso filósofo Séneca, pero poco aprendió de él. En el 64, un enorme incendio asoló la ciudad de Roma, incendio del que Nerón era muy sospechoso de ser autor. Lo cierto es que sobre todo el terreno quemado, decidió levantar un palacio imperial, conocido como Domus Aurea. Además, mientras la ciudad ardía, se le sorprendió cantando la caída de Troya. También se dice que mandó asesinar a su propia madre, y que después violó su cadáver. En el 68 fue declarado enemigo público por Roma, y Nerón tuvo que huir para finalmente suicidarse.

La dinastía de los Julio-Claudios había acabado. Durante el 69 se sucederían una serie de emperadores y guerras civiles. Primero Galba, luego Otón, luego Vitelio. Hasta que al fin accedió al trono Vespasiano, fundando la dinastía de los Flavios. Vespasiano aportó estabilidad al Imperio. La conquista de Britania finalizó por fin, gracias al gobernador Cneo Julio Agrícola. Por otro lado, también bajo su reinado se pacificó una rebelión desatada en Judea, acción llevada a cabo por su hijo Tito, que conllevó la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70. Vespasiano falleció de muerte natural en el 79, siendo sucedido por su hijo Tito. Él sería famoso por inaugurar el famoso Coliseo, o Anfiteatro Flavio. Una obra maestra de la arquitectura antigua, diseñada para el uso y disfrute de la plebe. Tito murió en el 81, al parecer por unas fiebres, siendo sucedido por su hermano Domiciano. Realizó campañas contra los germanos, y también contra los dacios. Una conspiración acabó con él en el año 96, acabando definitivamente con la dinastía Flavia. 

1 comentario:

  1. Muy interesante entrada. Sobre los Julio Claudios se dice que descendían de la propia Venus al venir de la sangre de Eneas: https://gabrielrosselloblog.wordpress.com/2017/03/04/dinastias-imperiales-los-julio-claudios/

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