El
bloque de los últimos cien años de la República ha concluido. Aquella época ya
pasó. Los romanos habían construido su sistema republicano con la intención de
evitar la excesiva concentración de poder en un solo hombre. Ahora habían
conseguido todo lo contrario, el control de Roma estaba en manos de un solo
hombre, que no recibiría título de Rey, pues aquello era tema tabú entre los
romanos, desde que expulsaron a los reyes etruscos de la ciudad. Aquel hombre
era el princeps, y éste rango
precisamente dio nombre a ésta nueva era romana, el Principado, o Alto Imperio
Romano, que abarca desde Augusto hasta Diocleciano. Durante estos 300 años, las
magistraturas republicanas irían perdiendo peso, que recaería sobre el emperador.
Y se irían sucediendo distintas dinastías, en función de la familia que
ostentase. La primera dinastía de todas sería la de los Julio-Claudios.
El
problema de esta República fingida y monarquía de facto es que el gobierno de Roma estaba totalmente a merced del
hombre que ocupara el cargo de emperador. No siempre se podía asegurar que el
hijo de un buen emperador, también fuese buen emperador. Por tanto, nos
encontramos ante una sucesión de extraordinarios emperadores, que extendieron
las fronteras del Imperio, e hicieron políticas a favor de sus ciudadanos, y
emperador pésimos, que eran conocidos por sus excentricidades, su megalomanía,
y su afán por usar su poder en beneficio propio, y no en beneficio de los
ciudadanos, vamos, unos completos inútiles e incompetentes, que no hubieran
llegado nunca a donde están si un fueran hijos de tal o cual emperador. Esto producía
una inevitable inestabilidad en el trono imperial, haciendo que el emperador
fueses muy propenso a ser “depuesto” por la guardia pretoriana, y que después
se desarrolle una fatal lucha entre pretendientes al trono.
Augusto era referente de este primer tipo de
emperadores, pues su vida entera la dedicó a la política, a favorecer a sus
ciudadanos, a pacificar las fronteras, a convertir una Roma de madera en una
Roma de mármol. Una de las edificaciones más emblemáticas fue el Panteón,
llevado a cabo por su amigo y mano derecha Agripa. Se trataba de un gran templo
dedicado a todos los dioses, con una enorme cúpula circular de unos 40 m de
diámetro. Pero los sucesores de Augusto no
estuvieron a su altura. Cuando Augusto murió,
en el año 14, legó el Imperio al hijo de su esposa, Tiberio, quien terminó de
pacificar las fronteras del Imperio. Siendo sucedido por el excéntrico
Calígula, su nieto, en el año 37. Su apodo es un diminutivo de caliga, que era un tipo de calzado
militar romano, pues Calígula pasó gran parte de su infancia en campamentos
militares, tuvo unas caliga,
expresamente hechas para él, tamaño niño. Entre otras cosas, hizo preparativos para
la invasión de Britania. Fue conocido como un gobernante tiránico, y era un hombre muy dado a los vicios. Además,
fomentó que se le adorara en Roma como a un dios, algo que resultaba un
escándalo, pues no era costumbre deificar a un gobernante cuando él aún estaba
vivo, aunque en Oriente era una práctica muy extendida. Su gobierno levantó
recelos entre las clases altas, lo que generó un complot que acabó con su vida
en el 41. Le sucedió su tío Claudio, que inició la invasión de Britania, aunque
ésta quedaría inconclusa. Intentó hacer una política mejor que la de su
predecesor, pero era un líder débil, y finalmente fue envenenado en el 54.
Su sucesor fue su sobrino Nerón, que sería de los emperadores más excéntricos. Su tutor fue el famoso filósofo Séneca, pero poco aprendió de él. En el 64, un enorme incendio asoló la ciudad de Roma, incendio del que Nerón era muy sospechoso de ser autor. Lo cierto es que sobre todo el terreno quemado, decidió levantar un palacio imperial, conocido como Domus Aurea. Además, mientras la ciudad ardía, se le sorprendió cantando la caída de Troya. También se dice que mandó asesinar a su propia madre, y que después violó su cadáver. En el 68 fue declarado enemigo público por Roma, y Nerón tuvo que huir para finalmente suicidarse.
Su sucesor fue su sobrino Nerón, que sería de los emperadores más excéntricos. Su tutor fue el famoso filósofo Séneca, pero poco aprendió de él. En el 64, un enorme incendio asoló la ciudad de Roma, incendio del que Nerón era muy sospechoso de ser autor. Lo cierto es que sobre todo el terreno quemado, decidió levantar un palacio imperial, conocido como Domus Aurea. Además, mientras la ciudad ardía, se le sorprendió cantando la caída de Troya. También se dice que mandó asesinar a su propia madre, y que después violó su cadáver. En el 68 fue declarado enemigo público por Roma, y Nerón tuvo que huir para finalmente suicidarse.
La
dinastía de los Julio-Claudios había acabado. Durante el 69 se sucederían una
serie de emperadores y guerras civiles. Primero Galba, luego Otón, luego
Vitelio. Hasta que al fin accedió al trono Vespasiano, fundando la dinastía de
los Flavios. Vespasiano aportó estabilidad al Imperio. La conquista de Britania
finalizó por fin, gracias al gobernador Cneo Julio Agrícola. Por otro lado,
también bajo su reinado se pacificó una rebelión desatada en Judea, acción
llevada a cabo por su hijo Tito, que conllevó la destrucción del Templo de Jerusalén
en el año 70. Vespasiano falleció de muerte natural en el 79, siendo sucedido
por su hijo Tito. Él sería famoso por inaugurar el famoso Coliseo, o Anfiteatro
Flavio. Una obra maestra de la arquitectura antigua, diseñada para el uso y
disfrute de la plebe. Tito murió en el 81, al parecer por unas fiebres, siendo
sucedido por su hermano Domiciano. Realizó campañas contra los germanos, y
también contra los dacios. Una conspiración acabó con él en el año 96, acabando
definitivamente con la dinastía Flavia.
Muy interesante entrada. Sobre los Julio Claudios se dice que descendían de la propia Venus al venir de la sangre de Eneas: https://gabrielrosselloblog.wordpress.com/2017/03/04/dinastias-imperiales-los-julio-claudios/
ResponderEliminar