jueves, 20 de junio de 2013

El inicio de la guerra civil

Había comenzado la segunda guerra civil romana. César avanzaba hacia el sur a una velocidad extraordinaria. Pompeyo, ante esta situación, comprendió que no daba tiempo a organizar ningún tipo de defensa, de modo que ordenó evacuar Roma. Numerosos senadores y otras personas influyentes, abandonaron la ciudad a su suerte y se dirigieron al sur. César, mientras, iba conquistando Italia ciudad por ciudad, sin derramamiento de sangre. Cicerón también abandonó Roma con la comitiva, pero tras pensarlo mejor, decidió quedarse en su villa de la Campania y adoptar una postura neutral.

César trataba de alcanzar a Pompeyo. Pero él decidió abandonar Italia y pasar a Grecia. Llegó hasta el puerto de Brundisium, y allí esperó a la flota, que no tenía capacidad suficiente para toda la comitiva, y tuvo que llevarlos a todos en dos tandas. Pompeyo embarcaría en la segunda tanda, y mientras esperaba, César apareció en el horizonte. Sin embargo, Pompeyo resistió lo suficiente para que llegara la flota y le llevara a Grecia. Las expectativas de César de acabar de una tajada la guerra civil fueron frustradas, debería enfrentarse a él en el campo de batalla.

Pompeyo y los senadores se refugiaron en la ciudad griega de Tesalónica, y desde allí planificaron su retorno a Roma. Pompeyo llamó a las legiones de Oriente, y además logró el apoyo de muchos reyes de Asia Menor, con lo que pudo reunir un ejército considerable. La flota pompeyana, comandada por Bíbulo, el antiguo compañero de consulado de César, patrullaba el Adriático, con el fin de evitar una eventual llegada de César, y facilitar el futuro desembarco de Pompeyo en Italia.

Mientras, César no perdía el tiempo. Decidió adoptar una actitud más conciliadora, y no redactó ninguna lista de proscritos, tal y como hizo Sila cuando se apoderó de Roma. E inmediatamente después, tomó su ejército y se dirigió a Hispania por la ruta de la Galia Narbonense, debido a que allí concentraban sus fuerzas Afranio y Petreyo, partidarios de Pompeyo. Tras vencer en la batalla de Ilerda, las cinco legiones que comandaban, se le rindieron. Después marchó al sur, al encuentro de Varrón, que estaba al mando de dos legiones, y se rindió sin presentar batalla.


El momento del gran enfrentamiento entre César y Pompeyo había llegado. Nos encontramos en el año 48 a.C., César con sus legiones embarca y logra burlar el bloqueo de Bíbulo. Una vez en Grecia, César se intentó enfrentarse directamente con su adversario, pero como no presentó batalla, atacó la ciudad de Dirraquio, que era la base de operaciones de Pompeyo. Él, al saber esto, se decidió por atacar a César, fue un ataque combinado por tierra y por mar, que César no previó y fue derrotado. Aun así, logró escapar con la mayor parte de su ejército intacto.

Desde entonces, Pompeyo comenzó a perseguirle, y César abandonó la costa adriática, para dirigirse al sureste, internándose en Grecia. Llegó a la ciudad de Farsalia, que estaba en un emplazamiento ideal para una batalla campal, así que allí formó en orden de batalla. Pero Pompeyo se negaba a combatir, y sólo se sucedían algunas escaramuzas. Al fin, presionado por el resto de los senadores, se decidió a acabar con César de una vez por todas.



La batalla sucedió el 9 de agosto. La ventaja numérica de Pompeyo era evidente, aproximadamente, tenía el doble de soldados que César. Ambos ejércitos se dispusieron con casi toda la caballería en un único flanco (algo no muy corriente). La caballería pompeyana inició el ataque, pues la de César no era rival para ellos. Sin embargo, César ocultó algunas cohortes de infantería oblicuamente tras la caballería, armados con lanzas, que resultaron muy efectivos para hacer huir a la caballería pompeyana. Entonces, ambos bloques de infantería chocaron entre sí. El flanco derecho de Pompeyo se desmoronaba, y César aprovechó aquello para rodearlo y atacar por la retaguardia. Pompeyo estaba perdido, la derrota fue aplastante y definitiva. César capturó a varios senadores, entre ellos Casio y Bruto, su hijo adoptivo, fue benevolente con todos ellos, y permitió que regresaran a Roma a ocupar sus escaños en el Senado. Catón huyó a Útica, en África, y Pompeyo huyó a Egipto. Sin embargo, la suerte se había decantado del lado de César, estaba ganando la guerra, en adelante simplemente se dedicaría a apagar los focos de resistencia que quedasen…


jueves, 13 de junio de 2013

Roma, en ausencia de César

Saludos, estimados lectores, me es grato anunciarles que la espera ya ha terminado. He regresado para continuar con mi blog, con esta apasionante historia de la República de Roma. Como ya se acordarán, nos quedamos en el final de la guerra de las Galias. No obstante, durante ese tiempo ocurrieron muchas cosas en Roma, así que antes de seguir, vamos a resumir un poco qué pasó durante la ausencia de César. ¡Empecemos!

Los años que Cesar estuvo en campaña, fueron muy violentos y sangrientos para Roma. Todo comenzó cuando Publio Clodio fue elegido tribuno de la plebe durante el año 58 a.C. Usó su poder para destruir a sus enemigos políticos, principalmente Cicerón y Pompeyo. Clodio se había hecho con el control de varias bandas violentas de Roma, y las usaba para lograr sus fines, extendiendo la violencia por toda Roma. Acusó falsamente a Cicerón y logró que el Senado le condenara a exilio. Clodio además confiscó sus propiedades. Ahora él era el dueño de facto de toda Roma, pues sus hombres sembraban el caos allá donde iban.

Clodio también perseguía tanto políticamente como violentamente a Pompeyo, pero éste no se arredró. Resistió, y prácticamente estaba sitiado en su casa. Cuando expiró el año de tribunado de Clodio, un tal Tito Milón, fue designado nuevo tribuno de la plebe, apoyado por Pompeyo. Ahí las cosas empezaron a cambiar. Con la ayuda de Pompeyo, Milón reclutó sus propias bandas con hombres entrenados y gladiadores, con el fin de contrarrestar el poder de Clodio. Además, también propuso el retorno de Cicerón, que fue aceptado por el Senado, por referéndum popular y también por César. Así, a pesar de los esfuerzos de Clodio, el famoso orador regresó a Roma.

En ese momento, la fortaleza del Triunvirato empezó a quebrantarse, pues Pompeyo sospechaba que Craso estaba detrás de la persecución de Clodio a su persona, pues ambos se disputaban el mando de la nueva guerra en Oriente. Por otro lado, las bandas de Clodio y Milón, se enfrentaban violentamente por toda la ciudad, y la teñían de un característico color rojizo, éste sería el precursor de las futuras matanzas entre romanos.

El Triunvirato parecía estar acabado. Sin embargo, los acontecimientos futuros demostraron lo contrario. Craso, César y Apio Claudio, hermano de Clodio, celebraron una conferencia en Rávena, ciudad al norte de Italia. Después se celebró una segunda conferencia en la cercana ciudad de Lucca, entre César, Apio Claudio y Pompeyo. Apio Claudio, les pidió a los triunviros su apoyo para llegar a ser cónsul del año 54 a.C., a cambio, ellos recibirían el respaldo de las bandas de Clodio. El acuerdo fue aceptado gustosamente, especialmente por Pompeyo, que hace tiempo que sufría la persecución de Clodio. Además, también se acordó que Craso y Pompeyo fuesen los cónsules del año 55 a.C.

Poco tiempo después estos acuerdos se supieron en Roma. Muchos lo lamentaron, especialmente gente tan acérrimamente republicana con Catón o Cicerón, pues veían que entre los tres se estaban repartiendo entre sí el poder de la República. Cicerón callaba ante esta situación, e incluso tuvo que defender las decisiones del Triunvirato, presionado por Pompeyo.

En el 55 a.C. se celebraron las elecciones, y tal y como estaba previsto, Craso y Pompeyo se hicieron con el consulado. Prorrogaron el mandato de César en la Galia, y además obtuvieron el mando de procónsules en Siria y en Hispania, una vez terminado su año de cargo. Pompeyo usó su consulado en construir un magnífico complejo de edificios en el campo de Marte, entre los cuales estaba su teatro, con una estatua suya en el interior, en el futuro, se habrían de celebrar las reuniones del Senado en este teatro.


En el 54 a.C., Craso parte hacia Siria, con la intención de hacer la guerra contra los partos. Aquel año, se adentró en territorio enemigo y saqueó algunas ciudades. Y al año siguiente, lanzó una invasión definitiva contra los partos. El ejército se hallaba cruzando un desierto bajo el incesante sol, cerca de la ciudad de Carras, cuando las tropas enemigas se divisaron en el horizonte. Básicamente eran arqueros a caballos y caballería acorazada. Las legiones formaron, pero los arqueros atacaban desde lejos y la caballería acorazada aplastaba a las legiones. Al final, y tras la muerte de su hijo, Craso ordenó retirada. Al día siguiente, fue a parlamentar con los partos, pero la negociación terminó en conflicto y acabó muerto. Se dice que después, lo partos vertieron oro fundido por su garganta. Un hecho que simbolizaba la sed de riquezas de Craso.

Roma quedó conmocionada al saber las noticias de la muerte de Craso y la destrucción de su ejército. Este hecho, unido a la muerte de Julia, hija de César y esposa de Pompeyo, el año anterior, había quebrado prácticamente el Triunvirato. Pompeyo daba muestras de querer buscar su propia gloria, mientras que César, desde la Galia, abogaba por mantener su amistad.

Milón, decidió presentarse para cónsul del año 52 a.C., ante su abandono por Pompeyo, y su nueva cercanía a las posturas de Catón. Esto provocó el recelo de Clodio, que volvió a llamar a sus bandas. Milón respondió con celeridad, y pronto las calles de Roma volvieron a teñirse de rojo ante las luchas de bandas rivales. En una reyerta, Clodio resultó muerto. Sus seguidores estallaron en furia. Llevaron su cuerpo a la Curia del Senado, y lo quemaron allí, provocando un incendio que destruyó el edificio. La venganza de los seguidores de Clodio no se hizo esperar, y sembraron el caos y la anarquía por Roma de un modo hasta entonces desconocido. Ante esta situación de anarquía, el Senado, y Catón muy a regañadientes, aceptaron que aquel año Pompeyo fuera cónsul único. Él introdujo en Roma a sus legionarios experimentados, que pudieron deshacerse fácilmente de las bandas de Clodio y Milón. Así, la paz fue restaurada en Roma. Milón, y otros tantos agitadores fueron enjuiciados y exiliados de Roma.

Entretanto, César se encontraba en la Galia, y su mandato se estaba agotando. Celio, un tribuno favorable a César, aprobó una ley que permitía a César acceder directamente a un segundo consulado, sin tener estar presente como ciudadano normal. Esto disgustó mucho a Catón, pues pretendía llevar a juicio a César a su vuelta, y si era cónsul, dispondría de la inmunidad judicial. Este hecho fue el inicio de un verdadero cisma entre los romanos. Por un lado estaban los partidarios de César, y por otro, los partidarios de Catón. Pompeyo se encontraba en medio de todas estas posturas.

Finalmente, en el 51 a.C., Pompeyo se decanta por el bando de Catón, y propuso que se César abandonara su cargo antes de que terminara su mandato, y regresase a Roma para ser juzgado. Sin embargo, Curio, otro tribuno favorable a César, vetó aquella propuesta, y muchas otras que se iban sucediendo, con el objeto de apartar de César de su mando. Mientras, Cicerón intentaba acercar posturas entre ambos enemigos para evitar una posible guerra civil.


En el 50 a.C., las tensiones entre ambos bandos alcanzaron su clímax. Mientras Curio intentaba frenar con sus vetos las voluntades del Senado y Pompeyo, César acampó con la legión XIII cerca de Rávena, aún se encontraba en la Galia Cisalpina, por lo que no violaba ninguna ley, pero si cruzaba el río Rubicón en armas, sería declarado enemigo de la República. Pompeyo también movió ficha y comenzó a reclutar hombres, la guerra era inminente. A finales de año, el Senado rechazó que César pudiera presentarse para cónsul, y además le dio un ultimátum, o abandonaba sus legiones y regresaba a Roma, o sería declarado enemigo de la República, cosa que también fue vetada por Curio. Entonces, el Senado decretó el estado de emergencia y le dio plenos poderes a Pompeyo.

El 1 de enero del 49 a.C., Marco Antonio, lugarteniente de César, célebre por sus actos en el asedio de Alesia, leyó una carta ante el Senado, donde César intentaba una última conciliación. Proponía que tanto Pompeyo como César renunciasen a sus legiones y poderes, en favor de la paz, pero el Senado hizo caso omiso.

César, el 7 de enero de aquel año, tras mucha deliberación, pues la disyuntiva que le atormentaba no era sencilla, pronunció “Vayamos allá donde nos llaman los dioses y la injusticia de los hombres! ¡La suerte está echada!" Y César cruzó el Rubicón con la legión XIII. La guerra civil había comenzado...