martes, 30 de julio de 2013

Los Severos y la anarquía militar


Pertinax sucedió a Cómodo en el trono imperial, pero fue asesinado dos meses después. El próximo emperador sería Didio Juliano, que también acabaría muerto pocos meses después por orden del Senado, y el sucesor sería Septimio Severo, gobernador de Panonia. De este modo, comenzaba la dinastía de los Severos. Septimio destacó por sus exitosas campañas en Oriente, murió en el año 211, siendo sucedido por su hijo Caracalla, quien asesinó a su hermano Geta para poder ser así único emperador. Este personaje dedicó sus primeros momentos de gobierno a cometer asesinatos en masa contra los seguidores de su hermano. Padecía un gran desequilibrio emocional que le hacía equipararse a Alejandro Magno. Esto le llevó a hacer varias campañas exitosas contra los germanos, luego en las fronteras del Danubio, donde se habían asentado los godos y los carpos, y por último contra los partos, consiguiendo grandes conquistas. Cuando se dirigía a la ciudad de Carras, fue asesinado, en el año 217, por orden de Macrino, quien se proclamó emperador. Su reinado sólo duró un año, pues también se proclamó emperador Heliogábalo, de la dinastía de los Severos, y en la lucha entre ambos, Macrino fue derrotado y huyó, poco después fue capturado y ejecutado. Heligábalo era sacerdote de Elah-Gabal, una divinidad oriental, lo que no estaba visto con buenos ojos en Roma. Sus excesos y excentricidades religiosas y sexuales eran evidentes. Incluso llegó a circuncidarse. Al final, todo esto produjo un enorme descontento en el ejército, que le asesinó en el 222. Su sucesor fue su sobrino Alejandro Severo. Este emperador llevó una política muy moderada y acorde con los deseos y el pueblo de Roma. Tuvo que enfrentarse a un gran reto, en Oriente, el Imperio Parto había sido sustituido por el Imperio Persa Sasánida. Este nuevo imperio amenazaba las fronteras oriental, con lo que Alejandro tuvo que ponerse en marcha. Los sasánidas habían atacado las provincias de Mesopotamia. Alejandro no logró claras victorias, pero el desgaste obligó a los sasánidas a retirarse. Después hizo alguna campaña contra los germanos, pero fue asesinado en un motín de su ejército en el 235, de este modo se acababa definitivamente la dinastía de los Severos.

Las tropas proclamaron emperador a Maximino el Tracio. Desde ese momento, se estableció en el Imperio Romano una crisis de gobierno. Ahora los sucesivos emperadores no eran más que jefes militares nombrados por su ejército, y éstos eran depuestos al libre albedrío de las tropas. Maximino se halló en guerra civil con los Gordianos, pretendientes al trono. El emperador fue asesinado, y Gordiano III asumió el mando del Imperio en el 238. Se enfrentó a una invasión del rey Sapor I de Persia, que logró rechazar. Pero durante la campaña, en el 244, fue asesinado por Filipo el Árabe, quien se proclama emperador. Filipo firma la paz con Sapor y regresa a Roma. Atacó a los pueblos godos y carpos asentados en el Danubio, obteniendo grandes victorias. Sin embargo, distintos pretendientes al trono surgían por todo el Imperio. Las luchas entre Filipo y estos usurpadores, dieron la oportunidad a las tribus de godos, carpos y vándalos a penetrar en las fronteras del Imperio. Logró expulsarlos exitosamente, pero las tropas del Danubio, descontentas con él, proclamaron emperador a Decio. Ambos, Filipo y Decio, se enfrentaron militarmente de Verona, y ganó el segundo, muriendo Filipo, en el 249. Entonces lo godos volvieron a cruzar el Danubio y Decio se enfrentó a ellos en la batalla de Abrito, en el 251, donde tuvo una derrota aplastante y murió en la batalla. Las tropas proclamaron próximo emperador a Treboniano Galo. El rey Sapor I volvió a invadir las fronteras orientales, consiguiendo notables éxitos y conquistando la provincia de Siria. Treboniano envió a Emiliano a combatir a los godos en el 253 y logró expulsarlos, pero las tropas le nombraron emperador, y éste puso marcha a Roma para reclamar su trono. Antes de que Trebonio y Emiliano se enfrentasen, el primero fue asesinado. No obstante, el reinado de Emiliano sería corto, pues las tropas del Rin nombraron emperador a Valeriano y marcharon a Roma. Emiliano fue asesinado por sus propios soldados, y reconocieron al emperador Valeriano. Este emperador se enfrentó a muchas incursiones, los godos cruzaron el Danubio y llegaron hasta Tesalónica y Asia Menor, los carpos se asentaron en la Dacia y los francos y alamanes cruzaron el Rin. El hijo de Valeriano, Galieno, logró expulsar a los godos y asegurar la frontera del Danubio. Mientras, Valeriano marchó a Oriente y logró recuperar Siria, pero fue capturado en el 260 por Sapor y le hizo tragar oro fundido. Galieno sería su sucesor, logró derrotar a los alamanes en Milán. Pero los francos penetraron hacia Hispania y llegaron a Tarraco.


Ese mismo año, dos territorios se escinden el Imperio Romano. Por una parte, Hispania, Galia y Britania formaron el Imperio Galo, al mando del emperador Póstumo, y Siria, Judea, Cilicia, Capadocia y Egipto, que formaron el Imperio de Palmira, al mando de Odenato, quien derrotaría definitivamente a Sapor. Los godos volvieron a cruzar el Danubio, y nuevamente Galieno tuvo que hacerles frente y expulsarles. Al igual que muchos emperadores, Galieno fue asesinado en el 268. Uno de los conspiradores, Claudio II, le sucedió. Realizó exitosas campañas contra los godos y los alamanes, que mantuvieron seguras las fronteras danubianas, mientras que el Imperio Galo defendía la frontera del Rin, y el Imperio de Palmira hacía lo propio con los persas sasánidas. Claudio murió por la peste en el 270, su hermano le sucedería pero sólo por unos meses.


Aureliano ocuparía el trono imperial, debido al gran apoyo que tenía entre las tropas. Se enfrentó a nuevas invasiones germánicas. Destacó por lograr un acuerdo de paz con los godos, pero sobre todo por lograr reunificar el Imperio. Primero anexionó Palmira, y después el Imperio Galo. De modo que Aureliano sería único gobernante del Imperio Romano. Las constantes invasiones germánicas había causado el terror en la población de Roma. Era evidente que hacían falta nuevas defensas. Roma sólo contaba con las murallas servianas, construidas por el rey etrusco Servio Tulio. Databan del siglo IV a.C., y evidentemente eran muy viejas, estaban obsoletas, pues el crecimiento demográfico hace tiempo que había rebasado el perímetro de la muralla. Por esto, Aureliano construyó un nuevo cerco defensivo alrededor de Roma. Las murallas aurelianas tenían 8 m de altura, y protegían un perímetro de 19 km de largo.

En el 275 fue asesinado por la guardia pretoriana. El ejército permitió que el Senado eligiera al sucesor, que fue Tácito. Sin embargo, murió mientras luchaba contra los godos que habían invadido Asia Menor. Probo y Floriano, hermano de Tácito, lucharon por el trono, alzándose finalmente Probo como emperador en el 276. Logró expulsar a germanos que habían cruzado el Rin y se habían asentado en la Galia, y también luchó contra los vándalos en la frontera del Danubio. En el 282 fue asesinado por sus soldados. Le sucedió Caro, quien condujo una exitosa campaña contra los sasánidas, conquistando gran parte de Mesopotamia. Aunque al año siguiente murió probablemente por causas naturales. Sus dos hijos Numeriano y Carino fueron coemperadores. Pero Numeriano murió en el 284, y Carino en el 285, ambos asesinados. 

sábado, 27 de julio de 2013

Los Antoninos, el máximo esplendor de Roma

El próximo emperador sería Nerva, que fundaría la dinastía de los Antoninos, bajo la cual, el Imperio Romano alcanzaría su máximo esplendor. Lo malo de todo es que cuando se llega a tener el máximo esplendor, sólo hay un camino posible, hacia abajo.

Se cree que Nerva pudo tener algo que ver con el complot que acabó con la vida de Domiciano. Sea como fuere, Nerva quiso romper absolutamente con la política de su anterior predecesor, deshaciendo todas sus anteriores decisiones en el gobierno de Roma. Nerva murió dos años más tarde, de muerte natural.

Nombró a un sucesor que no era de su familia, algo que era muy inusual, para lo cual, tuvo que adoptarlo como hijo. Su nombre era Trajano, que era de origen hispano, y por tanto el primer emperador no italiano. Realizó varias reformas urbanísticas en Roma, y rechazó ser adorado como un dios. Pero una de sus hazañas más famosas fue la conquista de Dacia. A lo largo de dos guerras, logró someter este hostil territorio, hacia el año 106. También inició una invasión del Imperio Parto, hasta anexionar Mesopotamia como provincia. Bajo su reinado, Roma alcanzó su máxima extensión. Murió en el año 117, y al igual que su predecesor, adoptó como hijo a Adriano, para poder legarle el Imperio.


Adriano, al llegar al poder, devolvió la conquista de Mesopotamia, y realizó en Britania una de las empresas más famosas del mundo Antiguo, la construcción del muro de Adriano. A pesar de que Britania se encontraba sometida, el norte aún permanecía indómito, y realizaba ataques constante sobre la provincia. Esto obligó a Adriano a construir un muro de 130 km de largo, que llega desde la costa este de la isla a la costa oeste, y dividía la isla en dos partes. A parte de esto, Adriano también se enfrentó a tareas de pacificación en la provincia de Judea. Murió en el 138, dejando el gobierno en manos de su hijo adoptivo, Antonino Pío.


Antonino era un hombre muy religioso, y una de sus acciones fue intentar recuperar la religión tradicional, pues ésta estaba demasiado “orientalizada”. También expandió las fronteras de Britania hacia el norte, edificando un nuevo muro, conocido como el muro de Antonino, para protegerlos de las tribus salvajes del norte. No obstante, los trabajos de construcción se pararon con la muerte de Antonino en el año 161.

El siguiente emperador fue Marco Aurelio, yerno de Antonino y muy famoso por la película Gladiator. Durante la transición al gobierno de Marco Aurelio, los partos aprovecharon para invadir Armenia y Siria. El emperador envió a su hermano Lucio Vero y logró expulsarles, obligándoles a firmar la paz. Por otro lado, varias tribus germanas habían cruzado el Danubio, atacando la ciudad de Aquilea, que se situaba a las puertas de Italia, y las tierras de Grecia e Iliria. Marco Aurelio inició una serie de campañas que permitieron expulsar a los invasores más allá del Danubio, e incluso cruzarlo para establecer alguna provincia al otro lado, pero cuando estaba a punto de culminar su tarea, murió a causa de la viruela, en el 180.



Le sucedió su hijo Cómodo, que con la intención de llegar a Roma cuanto antes, pactó una paz poco ventajosa con los germanos, y regresó sin haber terminado la conquista de su padre. Tenía un carácter tiránico y despótico, tal y como refleja en la película Gladiator, donde también se recoge el complot que su hermana realizó contra él, que fue debidamente frustrado. Aunque la verdad es que Cómodo no murió a manos de Máximo Décimo Meridio en la arena del Coliseo, sino que, al igual que otros emperadores, fue víctima de un complot, en el año 192. De esta manera, termina definitivamente la dinastía de los Antoninos. 

jueves, 25 de julio de 2013

Tragedia ferroviaria en Galicia

Saludos, lectores. He decidido publicar esta entrada para hablar de la tragedia ferroviaria vivida ayer, 24 de Julio a las 20.42 horas, en la ciudad de Santiago de Compostela. Un Alvia de la serie 730 descarriló en una curva poco antes de entrar en la estación de Santiago de Compostela. A juzgar por las imágenes, el accidente fue extremadamente violento, tanto es así, que uno de los vagones salió volando, acabando sobre una carretera adyacente, tres vagones se incendiaron y otros tantos quedaron apilados unos sobre otros. Esta peculiar situación provocó que fuera muy difícil rescatar a los heridos, por lo que las tareas de rescate se prolongaron durante la noche.

Los primeros en acudir al lugar del accidente fueron los vecinos, que escucharon entre una y tres explosiones, lo cual llevó a pensar en un primer momento que se trataba de algún atentado. Hipótesis que fue descartada por el Ministerio del Interior. Los vecinos ayudaron a los equipos de emergencia en el rescate de heridos, y también aportaron mantas para cubrir a muchos cadáveres que habían salido despedidos del tren, y se hallaban dispersos por la vía. La colaboración ciudadana fue extraordinaria, muchos acudieron al llamamiento de las autoridades para donar la sangre que se necesitaba para los heridos. Un torrente de ambulancias invadió el lugar de los hechos, para atender a los diversos heridos. Algunos vagones apenas quedaron reducidos a meros amasijos de hierro, y algunos cadáveres, totalmente irreconocibles, habrán de ser identificados por el ADN.

Por el momento hay 78 víctimas mortales y unos 130 heridos, cinco de ellos en coma. El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez-Feijóo, la ministra de Fomento, Ana Pastor, y el presidente de Renfe se desplazaron inmediatamente al lugar de los hechos para liderar la situación. Todas las festividades previstas han sido canceladas, y se han decretado 7 días de luto oficial. No cabe duda de que es uno de los más trágicos accidentes ferroviarios de España. Se trata del primero que se produce sobre una línea de alta velocidad.

Ahora, yendo a aspectos más técnicos de la tragedia, todavía reina cierta confusión. Está claro que fue un accidente, pero las causas son aún desconocidas. Los expertos de Renfe estás trabajando en varias hipótesis, la más probable la del exceso de velocidad, aunque plantea muchos inconvenientes.

Baliza ERTMS
Los expertos han afirmado que es poco verosímil que un simple exceso de velocidad haya desencadenado tal tragedia, con vagones apilados unos sobre otros. Por suerte, los dos maquinistas que estaban a cargo del Alvia han sobrevivido, y tendrán que dar muchas explicaciones. Uno de ellos, ha afirmados poco después del accidente “Descarrilé, qué voy a hacer”, lo cual apunta a una posible razón técnica no subsanable por el maquinista. Aunque también ha reconocido que circulaba a unos 190 km/h, cuando el límite de velocidad era de 80 km/h. Esto plante más dudas si cabe. Pues las líneas de Renfe cuentan con el sistema ERTMS, que consta de una serie de balizas colocadas por toda la línea, que controlan la velocidad de los trenes, y que frenan automáticamente el tren en caso de rebasar el límite de velocidad. El problema es que como la velocidad se controla por balizas, ese control sólo se hace en determinados puntos. Esto podría causar que el tren fuera al doble de la velocidad permitida. Y hay aún más interrogantes, ¿cómo es posible ir más del doble de la velocidad permitida y que ninguno de los dos maquinistas se percatara y activara el freno a tiempo? No es cuestión de linchar a los maquinistas, pero esto es muy extraño. Podría ser comprensible que por un descuido se circulase a 100 km/h en vez del máximo de 80 km/h, pero llegar a los 190 km/h, resulta muy evidente, y cuesta creer que no se dieran cuenta. Además, tampoco ha podido pasar ningún percance médico a los maquinistas, ya que en eses caso, los trenes poseen un sistema de seguridad conocido como Hombre-muerto, en el que si el conductor deja de pisar un pedal, se activa automáticamente el freno de emergencia.

Cable EuroLoop
Aun y todo, no está claro que la causa del siniestro fuera el exceso de velocidad. Y si lo fuera, se podría haber evitado, pues hay sistemas mejores que el ERTMS. Por ejemplo, el EuroLoop, que es muy usado en las líneas de alta velocidad, aunque también se usa en redes convencionales como la línea C-5 de Cercanías Madrid, y en todas las líneas de Euskotren. Consta de un cable en medio de la vía que recorre toda la línea, y que contiene información de los límites de velocidad. Este control es continuo, ya que el tren siempre tendrá el cable debajo, y en caso de sobrepasar el límite de velocidad, el tren frena automáticamente.

Dicho esto, querría destacar que este accidente es extremadamente inusual, que no debemos desconfiar de nuestra red ferroviaria, y de nuestros trenes, que son de los más punteros del mundo. Más de un millón de personas usan a diario el tren en España, con total seguridad. Así que yo animo a que se sigan usando las líneas ferroviarias como antes.

Y por último, y no por ello  menos importante, mis condolencias y todo mi apoyo a los familiares de las víctimas, que muchos de ellos aún no saben si sus seres queridos están vivos o no. Yo desde aquí quiero darles todas las fuerzas posibles para superar este amargo trago. SIEMPRE CON LAS VÍCTIMAS. 

domingo, 21 de julio de 2013

Las dinastías Julio-Claudia y Flavia

El bloque de los últimos cien años de la República ha concluido. Aquella época ya pasó. Los romanos habían construido su sistema republicano con la intención de evitar la excesiva concentración de poder en un solo hombre. Ahora habían conseguido todo lo contrario, el control de Roma estaba en manos de un solo hombre, que no recibiría título de Rey, pues aquello era tema tabú entre los romanos, desde que expulsaron a los reyes etruscos de la ciudad. Aquel hombre era el princeps, y éste rango precisamente dio nombre a ésta nueva era romana, el Principado, o Alto Imperio Romano, que abarca desde Augusto hasta Diocleciano. Durante estos 300 años, las magistraturas republicanas irían perdiendo peso, que recaería sobre el emperador. Y se irían sucediendo distintas dinastías, en función de la familia que ostentase. La primera dinastía de todas sería la de los Julio-Claudios.

El problema de esta República fingida y monarquía de facto es que el gobierno de Roma estaba totalmente a merced del hombre que ocupara el cargo de emperador. No siempre se podía asegurar que el hijo de un buen emperador, también fuese buen emperador. Por tanto, nos encontramos ante una sucesión de extraordinarios emperadores, que extendieron las fronteras del Imperio, e hicieron políticas a favor de sus ciudadanos, y emperador pésimos, que eran conocidos por sus excentricidades, su megalomanía, y su afán por usar su poder en beneficio propio, y no en beneficio de los ciudadanos, vamos, unos completos inútiles e incompetentes, que no hubieran llegado nunca a donde están si un fueran hijos de tal o cual emperador. Esto producía una inevitable inestabilidad en el trono imperial, haciendo que el emperador fueses muy propenso a ser “depuesto” por la guardia pretoriana, y que después se desarrolle una fatal lucha entre pretendientes al trono.

Augusto era referente de este primer tipo de emperadores, pues su vida entera la dedicó a la política, a favorecer a sus ciudadanos, a pacificar las fronteras, a convertir una Roma de madera en una Roma de mármol. Una de las edificaciones más emblemáticas fue el Panteón, llevado a cabo por su amigo y mano derecha Agripa. Se trataba de un gran templo dedicado a todos los dioses, con una enorme cúpula circular de unos 40 m de diámetro. Pero los sucesores de Augusto no estuvieron a su altura. Cuando Augusto murió, en el año 14, legó el Imperio al hijo de su esposa, Tiberio, quien terminó de pacificar las fronteras del Imperio. Siendo sucedido por el excéntrico Calígula, su nieto, en el año 37. Su apodo es un diminutivo de caliga, que era un tipo de calzado militar romano, pues Calígula pasó gran parte de su infancia en campamentos militares, tuvo unas caliga, expresamente hechas para él, tamaño niño. Entre otras cosas, hizo preparativos para la invasión de Britania. Fue conocido como un gobernante tiránico, y era un hombre muy dado a los vicios. Además, fomentó que se le adorara en Roma como a un dios, algo que resultaba un escándalo, pues no era costumbre deificar a un gobernante cuando él aún estaba vivo, aunque en Oriente era una práctica muy extendida. Su gobierno levantó recelos entre las clases altas, lo que generó un complot que acabó con su vida en el 41. Le sucedió su tío Claudio, que inició la invasión de Britania, aunque ésta quedaría inconclusa. Intentó hacer una política mejor que la de su predecesor, pero era un líder débil, y finalmente fue envenenado en el 54. 


Su sucesor fue su sobrino Nerón, que sería de los emperadores más excéntricos. Su tutor fue el famoso filósofo Séneca, pero poco aprendió de él. En el 64, un enorme incendio asoló la ciudad de Roma, incendio del que Nerón era muy sospechoso de ser autor. Lo cierto es que sobre todo el terreno quemado, decidió levantar un palacio imperial, conocido como Domus Aurea. Además, mientras la ciudad ardía, se le sorprendió cantando la caída de Troya. También se dice que mandó asesinar a su propia madre, y que después violó su cadáver. En el 68 fue declarado enemigo público por Roma, y Nerón tuvo que huir para finalmente suicidarse.

La dinastía de los Julio-Claudios había acabado. Durante el 69 se sucederían una serie de emperadores y guerras civiles. Primero Galba, luego Otón, luego Vitelio. Hasta que al fin accedió al trono Vespasiano, fundando la dinastía de los Flavios. Vespasiano aportó estabilidad al Imperio. La conquista de Britania finalizó por fin, gracias al gobernador Cneo Julio Agrícola. Por otro lado, también bajo su reinado se pacificó una rebelión desatada en Judea, acción llevada a cabo por su hijo Tito, que conllevó la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70. Vespasiano falleció de muerte natural en el 79, siendo sucedido por su hijo Tito. Él sería famoso por inaugurar el famoso Coliseo, o Anfiteatro Flavio. Una obra maestra de la arquitectura antigua, diseñada para el uso y disfrute de la plebe. Tito murió en el 81, al parecer por unas fiebres, siendo sucedido por su hermano Domiciano. Realizó campañas contra los germanos, y también contra los dacios. Una conspiración acabó con él en el año 96, acabando definitivamente con la dinastía Flavia. 

viernes, 19 de julio de 2013

Primer aniversario

Hoy se cumple un año de mi blog. El 19 de julio de 2012 empezaba la andadura de este blog, aunque en otra dirección, después me trasladé a la actual. Jamás habría imaginado que llegaría tan lejos, ¡más de 50 entradas! Si se acuerdan, empezamos con la primera guerra púnica, en el 264 a.C., e iniciamos un larguísimo recorrido durante la última etapa de la República hasta el 27 a.C. Durante estos más de 200 años, hemos vivido muchísimas aventuras. Intrigas políticas, guerras civiles, invasiones a gran escala… Espero haberles demostrado lo apasionante que es este periodo de la Historia. Por ello, les animo a que lean las entradas desde el principio, y vivan las aventuras del joven Escipión, las reformas de Tiberio y Cayo Graco, el ascenso de Mario, la dictadura de Sila, el Trinunvirato, la guerra de las Galia y, por último, la guerra civil. La verdad es que escribir todo esto para mí, más que trabajo, me ha supuesto un apasionante placer, pues se trata de plasmar por escrito lo que tengo en la mente, y espero haberles transmitido ese entusiasmo por Roma que me caracteriza a mí.

Por lo demás, seguiré escribiendo, aunque menos a menudo, sobre todo a partir de Septiembre, cuando empiecen mis obligaciones académicas. Por el momento, he decidió dotar a mi relato de cierta continuidad, y voy a ofrecerles un resumen de la historia de la última etapa de la Antigua Roma: el Imperio, que se extiende desde el 27 a.C. hasta el 476 d.C., cuando cae el Imperio Romano de Occidente, mientras que el de Oriente continuó hasta… ¡Ya vale! No voy a decir más, todo llegará cuando lo redacte en las próximas entradas, sólo quédense con eso.

Y por último, quiero destacar que cualquier sugerencia sobre Roma o cualquier otro tema (estoy dispuesto a tratar sobre historia, filosofía, política, ciencia, etc) será bien recibida.

Reciban todos un cordial saludo, y mi agradecimiento por leerme, y ojalá que sea por muchos años más. ¡Larga vida a Historia, Filosofía y más!


viernes, 12 de julio de 2013

Pax Romana

La cuarta y última guerra civil había terminado, ¿y ahora qué? Los romanos estaban ya exhaustos de tantas guerras civiles, que habían causado que el Imperio contara con unas 60 legiones en total, un ejército totalmente sobredimensionado, que consumía las arcas de la República. Octavio decidió licenciar a los soldados más veteranos, quedándose al final con 28 legiones, que eran las siguientes:


I Augusta, II Augusta, III Augusta, III Cyrenaica, III Gallica, IV Macedonica, IV Scythica, V Macedonica, V Alaudae, VI Ferrata, VI Victrix, VII Macedonica, VIII Augusta, IX Hispana, X Fretensis, X Gemina, XI, XII Fulminata, XIII Gemina, XIV Gemina, XV Apollinaris, XVI Gallica, XVII, XVIII, XIX, XX Valeria Victrix, XXI Rapax y XXII Deitoriana.

Octavio mantuvo sus poderes extraordinarios hasta el año 27 a.C. Fecha en la que formalmente devolvió el poder al Senado de Roma. Pero éste, reafirmó los poderes de Octavio, fue renombrado Augusto y Princeps de la República. Durante su reinado, Augusto mantuvo una especie de ficción de que la República continuaba, a pesar de que él mantenía el poder absoluto. Las magistraturas republicanas seguían eligiéndose cada año. Lo cierto es que históricamente hablando, se considera que la República acabó ese año, el 27 a.C.

Augusto se propuso establecer una paz duradera, conocida como la Pax Augusta o Pax Romana, que era un periodo de paz, donde los romanos no debían volver a soportar los avatares de una nueva guerra civil o invasión extranjera. Para ello, Augusto debía pacificar las fronteras del Imperio. Para empezar, logró someter a los cántabros en un conflicto conocido como las guerras cántabras, que duraron desde el 29 a.C. hasta el 19 a.C., completando con ello la conquista de Hispania. También decidió extender las fronteras del Imperio hacia las defensas naturales del eje Rin-Danubio, conquistando Retia, Panonia, Iliria y Nórica, en los Balcanes.



Augusto fue más allá y decidió adentrarse en Germania, extendiendo la frontera del Imperio Romano al río Elba. Pero sus deseos se truncaron las legiones XVII, XVIII y XIX al mando de Publio Quintilio Varo fueron aniquiladas en los bosques de Teutoburgo, en el 9 d.C. Aquella batalla supuso la pérdida de la recién adquirida provincia de Germania, y el establecimiento definitivo de la frontera del Rin, entre romanos y bárbaros.

De esta manera, las fronteras fueron alejándose de Italia, y los ciudadanos romanos obtuvieron su Pax Romana, pero… ¿a qué precio? La muerte de la República. Augusto murió en el año 14 d.C., y nombró como su sucesor a Tiberio, el hijo de su esposa. Tiberio sería el primero de una larga lista de emperadores, que tendrían el título de Princeps, que dominarían durante los próximos siglos aquel floreciente Imperio.


jueves, 11 de julio de 2013

Antonio y Octavio

En el invierno del 41 a.C., Antonio navegó a Alejandría, donde se encontró con Cleopatra, y ambos se convirtieron en amantes, cosa que no fue bien vista en Roma, y sobre todo, por Octavio. Cleopatra quedó embarazada y tuvieron dos gemelos que se llamarían Helios y Selene.

A pesar de que el bando republicano estaba derrotado, aún quedaban algunos fuegos por apagar. Sexto Pompeyo había logrado reunir una flota y se hizo con el poder de Sicilia. Se dedicó a piratear a los barcos que traían grano a Roma, por lo que la ciudad comenzó a pasar hambre. Y por si eso fuera poco, la esposa de Antonio, Fulvia, con la ayuda de su hermano, Lucio Antonio, se rebelaron en el 41 a.C., con la intención de fijar a Antonio como líder absoluto del Imperio. Se hicieron fuertes en la ciudad de Perusia, que sería sometida a asedio por Octavio. La ciudad cayó al año siguiente. Como consecuencia, Octavio decidió firmar la paz con Antonio, y le entregó en matrimonio a su hermana Octavia.

El matrimonio entre ambos no era más fachada que otra cosa, y Antonio la envió de vuelta a Roma, y él se estableció en Alejandría, casándose con Cleopatra, antes siquiera de divorciarse de Octavia. 

En el 36 a.C., Octavio logra finalmente retomar Sicilia y destruir la flota de Sexto, quien huyó a Oriente para ser capturado y posteriormente ejecutado por Antonio. Pero el Triunvirato se enfría poco a poco. Lépido, cansado de estar a la sombra de Octavio y Antonio, decidió tomar Sicilia, pero Octavio acudió rápidamente y convenció a sus legiones de que se evitara la guerra. Así, Lépido tuvo que rendirse y aunque fue perdonado, Octavio le despojó de todo su poder de triunviro. Ahora el Imperio sí que estaba en poder de aquellos dos hombres, y que sus diferencias volvieran a hacer estallar una guerra era cuestión de tiempo.

Finalmente, en el 33 a.C. terminó el tiempo de mandato de los triunviros, lo que conllevó una ruptura abierta de las relaciones entre Octavio y Antonio. Éste último, se divorció de Octavia, y redactó un testamento donde repartía su Imperio entre sus dos hijos, Helios y Selene, y el hijo de César, Cesarión, lo que fue una ofensa para Octavio. Durante todo aquel año no hubo hostilidades, pero sí una guerra fría, en la que Octavio se dedicaba a atacar constantemente la imagen de su rival.


Ya en el 32 a.C., el Senado aprobó la guerra contra Antonio y Cleopatra, dando comienzo así a la cuarta y última guerra civil romana. Pero el primer encuentro entre ambos no se produciría hasta el año siguiente. Antonio estaba con su ejército en Grecia, en las inmediaciones de Actium. Octavio llegó con su flota y sometió a Antonio a un largo bloqueo. Hasta que Antonio decidió romper el bloqueo. Antonio y Cleopatra lograron escapar, con algunos barcos, pero la mayoría fueron capturados o hundidos. Tras esta derrota, a Antonio no lo quedaba otra que regresar a Alejandría.

En el 30 a.C., se produciría la batalla final. Octavio desembarco en Alejandría y puso sitio a la ciudad. Ante su inminente derrota, Antonio volvió su espada contra sí, y puso fin a su vida. Entonces, Cleopatra comenzó a negociar con Octavio, pero sus condiciones eran muy duras y tuvo que rechazar. Días después del suicidio de Antonio, Cleopatra se dejó morder por una serpiente, y abandonó este mundo. Cesarión fue asesinado por orden de Octavio, y Helios y Selene quedaron a cargo de Octavia.

Egipto se convertía ahora en la nueva provincia romana, y Octavio era el dueño absoluto del Imperio Romano. 

jueves, 4 de julio de 2013

El final de Bruto y Casio

Tras el asesinato de César, la situación en Roma era crítica. Antonio, como cónsul de aquel año, hizo frente a la situación. Los seguidores de César pugnaban por el poder, mientras, los conspiradores principales de la muerte de César, Bruto y Casio, intentaban hacerles frente a ellos y a la plebe enfurecida. Pero fue en vano y ambos decidieron escapar de Roma y establecerse en Oriente.

Ahora Roma quedaba en manos de los partidarios de César. Y nuevo competidor apareció en el horizonte. El testamento de César nombraba como su heredero a su sobrino-nieto Cayo Octavio, de apenas 18 años, que en adelante sería su hijo adoptivo. Octavio usó su herencia para complacer al pueblo y ganárselo. Hechos que levantaron los recelos de Antonio, que se consideraba el único digno sucesor de César.


Mientras, Cicerón, que no había tomado parte en el complot, decidió quedarse en Roma, para atacar a Antonio desde la oratoria. Él aún creía en la salvación de la República, y Antonio era el principal obstáculo. Usó al joven Octavio en sus ataques a Antonio, y también escribió sus famosas filípicas, al estilo de sus anteriores catilinarias, donde criticaba duramente las políticas del cónsul Antonio.

A finales del 44 a.C., a Antonio ya se le estaba acabando el mandato como cónsul, y decidió salir de Roma y marchar al norte, a la Galia Cisalpina, para proclamarse su gobernador y tomar posesión de sus legiones. El legítimo gobernador, Décimo Bruto, se negaba a concederle el mando, y Antonio comenzó a sitiarlo en la ciudad de Mútina, estallando así la tercera guerra civil romana. 

Hircio y Pansa, partidarios de César, fueron elegidos cónsules del año 43 a.C., y partieron con un ejército hacia el norte, para enfrentarse a Antonio. Octavio iba con ellos, con dos legiones suyas.  Ambos ejércitos se encontraron en Forum Gallicum, al principio Antonio obtuvo ventaja al derrotar a Pansa, pero luego se topó con las fuerzas de Hircio, que se volvieron contra él, provocándole una derrota. En la batalla el cónsul Pansa murió.

Días más tarde, ambos ejércitos se volvieron a enfrentar en Mútina. Las fuerzas republicanas, en notable superioridad numérica, volvieron a aplastar a Antonio, que logró huir. En la batalla también murió el cónsul Hircio, de manera que Octavio quedó como único comandante.

Octavio regresó a Roma con sus fuerzas, y forzó al Senado que le nombrase cónsul, algo que resultaba insólito, pues tenía sólo 19 años, y la edad habitual para ser cónsul era de 42 años. Cicerón empezó a ver cómo su apuesta por Octavio pudo ser un error. Una de las acciones más polémicas que realizó Octavio fue declarar asesinos a Bruto y Casio.


Mientras tanto, Antonio unió las fuerzas que le quedaban con las de Lépido, otro partidario de César, y juntos constituían una nueva amenaza para Roma. Octavio tomó su ejército y marchó contra ellos. No obstante, cuando se encontraron personalmente, decidieron aliarse entre ellos contra los enemigos de César. Así, se formó el segundo Triunvirato, entre Octavio, Antonio y Lépido. Una de sus primeras acciones fue redactar una lista negra de proscritos, donde aparecían potenciales enemigos políticos que había que “eliminar”. En la lista se encontraba ni más ni menos que Cicerón, a petición de Antonio, evidentemente. Cicerón no opuso ninguna resistencia, ofreció su cuello a sus verdugos. Antonio exhibiría más tarde en Roma las manos y la cabeza del famoso orador. 

En Oriente, las fuerzas republicanas se revolvían contra ellos. Bruto y Casio habían logrado reunir un importante ejército con el fin de destruir a los triunviros de una vez por todas. Hacia el año 42 a.C., Octavio y Antonio desembarcan en Grecia, dejando Roma a cargo de Lépido, con un numeroso ejército. Avanzaron hasta encontrarse con el ejército republicano en Filipos. Un primer contacto entre ambos resultó empate, pues ninguna de las fuerzas logró una victoria definitiva. Sin embargo, Casio, al creer que la derrota era inminente, se suicidó.

Semanas después, ambos ejércitos volvieron a enfrentarse, esta vez Bruto estaba solo. La batalla resultó ser una gran carnicería. Al final, los soldados de Bruto fueron rechazados, y la victoria de los triunviros era inminente. Ante esta situación, Bruto decidió suicidarse, terminando así la tercera guerra civil.

El Triunvirato quedó entonces como dueño absoluto del Imperio Romano, y decidieron repartírselo. Octavio se quedó con Occidente, Antonio con Oriente y Lépido con África. 

martes, 2 de julio de 2013

Tú también, Bruto, hijo mío

Pompeyo llegó al puerto de Alejandría, una de las ciudades más imponentes de la Antigüedad, con su distintivo Faro, que guiaba a los navegantes. Aquella ciudad era un crisol de culturas, griegos, egipcios, judíos, etc. Sin embargo, la belleza de Alejandría no era más que un vestigio del pasado esplendor de Egipto. Egipto era el último reino helenístico que quedaba, del gran Imperio de Alejandro Magno. Y desde su muerte, el país había sido gobernado por su general Ptolomeo y sus sucesivos descendientes. Egipto estaba ya en franca decadencia, era el sol poniente, mientras que Roma era el sol naciente. El faraón era un simple niño, Ptolomeo XIII, que estaba tutelado por el eunuco Potino, era él el que ejercía el gobierno de Egipto de facto. Además, se encontraba en guerra civil con la hermosa y seductora hermana del faraón, Cleopatra.



Pompeyo se acercó a los muelles de la ciudad en una pequeña barca, y en cuanto tuvo delante a Potino, sus propios hombres le asestaron un golpe mortal. Los conspiradores habían hecho un trato con Potino, quien se había puesto de parte de César, y pensaba entregarle como regalo la cabeza de su rival, literalmente.

César llegó poco después a Alejandría, dejando el gobierno de Roma a cargo de Antonio. Potino le ofreció una cesta que contenía la cabeza de Pompeyo. Lejos de complacerle, esta acción le horrorizó inmensamente, pues antaño ellos fueron amigos, familia y aliados políticos, y lo consideró un insulto. Enterró su cabeza con todos los honores en el templo de Némesis.

Una vez zanjado este asunto, a César le pareció conveniente arbitrar en la guerra civil de Ptolomeo XIII contra Cleopatra, y se instaló en el palacio real de Alejandría. Una noche, le trajeron a César una alfombra enrollada, cuando la desenrollaron resultó que dentro estaba Cleopatra, y acto seguido se enrollaron (disculpen el juego de palabras). Lo cierto es que César y Cleopatra se convirtieron en amantes. Este hecho enfureció mucho a Ptolomeo, quien  llamó a las armas a los alejandrinos, y sitiaron el palacio real.

El sitio duró varios meses, nos encontramos ya en el 47 a.C. Por suerte, llegaron refuerzos romanos que lograron expulsar a los sitiadores. Ptolomeo huyó y se ahogó en el Nilo. Con ello, se ponía fin a la guerra civil de Egipto y Cleopatra quedaba como reina. No obstante, la guerra civil romana siguió su curso mientras duraba el sitio de Alejandría, Catón había reunido un considerable ejército en Útica, y Farnaces, el hijo de Mitrídates, había invadido Ponto. César decidió partir primero hacia Asia, para enfrentarse a Farnaces, dejando atrás a Cleopatra, con la que había tenido un hijo llamado Cesarión.

César se enfrentó a Farnaces en la batalla de Zela, en la Capadocia, logrando una victoria rápida y definitiva. Tanto es así que mandó un mensaje al Senado con su famosa frase “Veni, vidi, vici” (Llegué, vi y vencí). Farnaces logró escapar de allí.

Después, era conveniente apagar el último fuego que quedaba. César marchó hacia África a enfrentarse con Catón, quien había pactado con el rey Juba I de Numidia, y así logró un ejército muy numeroso, con incluso elefantes de guerra.


En el 46 a.C., César desembarca en África y asedia la ciudad de Tapso. Entonces, el ejército republicano, comandado por Metelo Escipión y su aliado Juba I, le atacó. Su ejército era ligeramente superior en número, y además tenía los elefantes, que fueron colocados en ambos flancos. Los arqueros de César masacraron a los elefantes del flanco derecho, mientras que los del izquierdo, atacaron el centro de la formación de César. Afortunamente, los soldados aguantaron, y aniquilaron a los elefantes. Ahora, con su superioridad numérica en caballería, César ganó fácilmente la batalla. Metelo Escipión murió y Juba I se suicidó. Catón se encontraba en Útica durante la batalla. Al tener noticias de su resultado, volvió su espada contra sí, y puso fin a su vida.


Ahora que toda resistencia a su persona había sido aniquilada, César pudo regresar a Roma y celebrar sus triunfos por sus diversas victorias en la Galia, Hispania, Grecia, Egipto, Asia y África. Para la ocasión, hizo venir a  Roma a su amante Cleopatra, y a su hijo bastardo, Cesarión. En el desfile triunfal apareció Vercingétorix encadenado, siendo exhibido como trofeo de guerra, más tarde sería ejecutado.

Ante esta situación, el Senado nombró a César dictador durante 10 años. Inició varios cambios en Roma. Realizó algunas obras populares como repartir grano entre la plebe, rebajar los alquileres, o repartir tierras públicas entre los pobres. Fomentó la creación de numerosas infraestructuras como caminos, acueductos y colonias para sus veteranos. También inició reformas políticas que para algunos estaban encaminadas a consolidarse como rey absoluto y para otros estaban encaminadas a sanear la República de la corrupción, sea como fuere, el pueblo romano en su mayoría apoyaba a César.

En el 45 a.C., César partió hacia Hispania debido a que había estallado una rebelión republicana encabezada por los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto. Ambos ejércitos se enfrentaron en Munda. El ejército republicano era casi el doble de numeroso que el de César, por lo que fue una batalla muy difícil de vencer. Sexto y Cneo cometieron el error de debilitar uno de los flancos para reforzar el otro, que estaba siendo duramente atacado, César aprovechó esto para introducir por ahí a la caballería e inclinar la balanza a su favor. Sexto escapó, pero Cneo fue capturado y ejecutado. La guerra civil había terminado, y César pudo regresar a Roma.

En el 44 a.C., el Senado terminó por nombrarle dictador vitalicio. Ahora César acumulaba un poder increíble, nunca ostentado por cualquier otro romano. Empezaron a circular rumores de que pretendía nombrarse rey de Roma, algo que era un completo sacrilegio. Antonio le ofreció la corona real en dos ocasiones, pero él la rechazó. Aun así, los rumores continuaban.


En marzo de aquel año, César se hallaba preparando una nueva campaña contra los partos. El día 15, los idus de marzo, fue convocado a una sesión del Senado, que solía reunirse en el teatro de Pompeyo. Los senadores se encontraban rodeando a César, cuando uno de ellos sacó un puñal y le propinó un corte en el cuello. César reaccionó rápido y le clavó el estilete que llevaba en la mano. Entonces, el resto de los senadores se lanzó con sus respectivos puñales, recibiendo César unas 23 puñaladas, la última de ellas a manos de su hijo adoptivo Bruto. En ese momento, el pronunció la famosa frase “Tu quoque, Brute, fili mi” (Tú también, Bruto, hijo mío). Después, César quedó tendido en el suelo, con la toga manchada por su propia sangre. En un último esfuerzo, se intentó tapar la cara, para tapar su vergüenza. A los pies de la estatua de Pompeyo, César exhaló su último aliento.



Cuando se anunció al pueblo de Roma que César había muerto, lejos de estallar en alegría, que era lo que los conspiradores esperaban, el pueblo estalló en ira y se produjeron disturbios en las calles de Roma. Una nueva guerra civil se avecinaba...