domingo, 30 de septiembre de 2012

La reforma de Mario

Mario, durante su consulado, hizo una de las reformas más importantes hechas en el ejército romano, su llamada reforma militar. Supongo que ustedes ya recordarán como estaba organizado el ejército romano de la época republicana, y si no léanse mi entrada de “Roma y Cartago”, donde lo explico de manera muy clara.

Aunque tenía varios detalles menores, el principal eje de la reforma era la transformación de una ejército ciudadano a un ejército profesional. Antes, cuando había una guerra, varios ciudadanos era llamados a la legión. Ellos acudían y prestaban servicio hasta el fin de la campaña, cuando la legión era desmovilizada y los soldados volvían a sus hogares.

Ahora no, ahora habría legiones permanentes, compuestas por soldados regulares que se enrolaban en el ejército y servían durante unos años. Recibían una paga ordinaria, por lo que se consideraban mercenarios. Después de cumplir el servicio, eran finalmente licenciados y podían regresar a sus hogares. Se les otorgaba entonces una pensión y algunas tierras.


Otro punto importante, era el hecho de que cada soldado ya no precisaba de pagar su armamento militar, como ocurría antes. Ahora todo el equipo militar, (cascos, espadas, escudos, lanzas, etc) era sufragado por el Estado, permitiendo que hasta los más pobres pudieran ser legionarios. De ese modo, se eliminaba la distinción de clases que había entre las distintas unidades del ejército romano. Además, así toda la legión tenía un aspecto más homogéneo, al llevar todos el mismo equipo militar.

Un legionario debía portar un pesado equipo militar. Para empezar, está la espada típica legionaria, la gladius hispaniensis, una espada corta, para facilitar su uso en formación cerrada, tenía doble filo, y de punta triangular. También tenemos el scutum, un escudo de forma cuadrada ligeramente ovalada, que se curvaba por los lados para proteger mejor al soldado. Después tenemos la armadura pectoral, que solía ser una cota de malla (lorica hamata), o una cota de escamas (lorica squamata). La famosa lorica segmentata, tan atribuida al legionario romano, no se usaría hasta el siglo I d.C. Por otro lado, tenemos el pilum, la pesada lanza romana, que será lanzada antes de la batalla sobre las líneas enemigas y era capaz de atravesar escudos. Por último tenemos el casco, que podría ser de hierro o de bronce y que variará mucho según la época. Aparte de estos objetos militares, tenemos otros de uso más cotidiano, como las sandalias militares o caliga, utensilios de construcción para levantar los campamentos, y los propios enseres personales del legionario. Entre todo, había que cargar con un peso de alrededor de 40 kg.

Como ustedes recordarán, la unidad básica del ejército de la República era el manípulo. Pero ahora la unidad básica sería la cohorte, compuesta por 480 hombres cada una. Una legión tenían un total de diez cohortes, pero la primera cohorte era más numerosa, de unos 800 hombres. Así tenemos que la legión tiene alrededor de 5.000 hombres. A este número, hay que sumarle el personal no militar, con lo que tenemos 6.000 hombres en cada legión aproximadamente.

Cada legión recibiría un número, y además tendrían un signo distintivo, la famosa águila, que representaba al dios Júpiter. Su pérdida en la batalla suponía la vergüenza de sus soldados, y era el indicativo de que la batalla había sido un desastre total.

Estas nuevas legiones formaron parte de la máquina de asesinar más perfecta que se había inventado hasta entonces. Llevaron a cabo grandes hazañas a lo largo y ancho de todo el Imperio, y cambiaron el rumbo de la historia…



sábado, 29 de septiembre de 2012

Cayo Mario

Ahora deseo hablarles de una de las personas más influyentes de la República de Roma: Cayo Mario. Nació en Arpino, en el año 157 a.C. Como ustedes ya recordarán, debutó como tribuno en la guerra contra Numancia. Mario poseía unas ideas políticas muy cercanas a las de los populares, lo que le llevó a comenzar una carrera política, o cursus honorum.

Al año siguiente de morir Cayo Graco, 120 a.C., fue elegido tribuno de la plebe, y desde allí fue desempeñando otros cargos políticos, llegando a entrar en el Senado y erigiéndose entre los populares.

Al sur, en África, las cosas no iban bien. Numidia, el reino de Massinisa, el antiguo aliado de Escipión, estaba al borde de la guerra. El trono a Numidia se lo disputaban Yugurta, Adherbal e Hiempsal. Yugurta había ordenado matar a sus dos rivales. Hiempsal fue asesinado, pero Adherbal logró huir a Roma para pedir ayuda. Roma intentó mediar en el conflicto, pero no resultó bien. Yugurta tomó la capital de Numidia, Cirta, y mató a muchos de sus habitantes, entre ellos ciudadanos romanos, lo cual motivó que el Senado reclarase la guerra a Yugurta, en el 111 a.C.


El cónsul Calpurnio fue enviado a Numidia, pero fue sobornado por el oro de Yugurta y firmó la paz. Una paz que Roma no aceptó y sometió a Calpurnio a juicio por haber aceptado sobornos.

Posteriormente fue enviado el pretor Albino, que no cosechó más que fracasos y regresó a Roma humillado. El próximo en ser enviado fue Metelo, y junto con él estaba Mario, en calidad de legado. La guerra cambió de rumbo, y Metelo lograba grandes triunfos contra Yugurta. En esta guerra Mario mostró su valor y destreza militar salvando en una ocasión al ejército de Metelo de un total desastre. Sin embargo, Metelo y Mario no se llevaban bien, y éste último regresó a Roma.

Una vez en Roma, Mario se presentó a las elecciones y logró ser cónsul en el 107 a.C., la más alta magistratura de la República. Su pretensión era obtener el mando de la guerra contra Yugurta, pero el Senado lo negó y decidió prorrogar el mando a Metelo. Mario, no contento con esta resolución, recurrió a la Asamblea de la plebe, que dio el visto bueno  a la propuesta de Mario. Así, Metelo fue relevado y Mario partió a Numidia.

En la campaña de Mario, participaría Lucio Cornelio Sila en calidad de cuestor. Este hombre, de familia aristocrática, también adquirirá gran relevancia en esta historia, permanezcan atentos.

Cuando se reanudó la guerra, el rey Bocco de Mauretania se unió a Yugurta y realizaron un ataque conjunto. Mario resistió con sus tropas impertérrito. Finalmente, en el año 105 a.C., gracias a la acción diplomática de Sila, Bocco firmó la paz con Roma. Yugurta fue apresado y llevado a Roma, donde fue ejecutado.

Pero la paz estaba lejos de haberse conseguido, pues había otro frente abierto. Desde el año 113 a.C., una migración de germanos, principalmente cimbrios, teutones, ambrones y tigurinos, había estado acosando las fronteras de la República. Se habían enviado varios ejércitos para detenerlos, pero todos ellos fueron destruidos. La derrota más desastrosa fue en Arausio (año 105 a.C.) en la Galia Narbonense, donde los muertos romanos se contaban por decenas de miles. Esta derrota provocó una histeria colectiva en Roma, pues la invasión germana era inminente.

Recurrieron a Cayo Mario para salvar la situación. Fue elegido cónsul para el año 104 a.C, y durante los años siguientes repitió cargo hasta el año 100 a.C. de modo que concatenó cinco consulados consecutivos, algo que nunca había pasado antes en la historia de la República.

Cuando Mario regresó de África, los germanos habían decidido emigrar a otras zonas de la Galia e Hispania, por lo que tuvo tiempo suficiente para preparar la defensa.

La invasión no sucedería hasta el año 102 a.C., cuando los germanos pusieron rumbo a Italia. Se dividieron en tres huestes y penetrarían en Italia por tres sitios distintos. Por un lado los teutones y ambrones entrarían por la costa. Los cimbrios cruzarían los Alpes, y los tigurinos los cruzarían por otra ruta.

Mario se enfrentó a teutones y ambrones en la batalla de Aqua Sextiae. Los germanos poseían una ventajosa superioridad numérica. Pero Mario se enfrentaba con un nuevo ejército reformado (de lo que hablaremos en la siguiente entrada), que resultó ser muy efectivo. También logró atacar a los germanos por la retaguardia, lo que decantó finalmente la victoria del lado romano. Hubo miles y miles de muertos germanos.



Mientras, los cimbrios lograron entrar en Italia. El cónsul Cátulo, era el encargado de detenerlos, pero tuvo que retirarse por encontrarse en terreno desfavorable. Habría que esperar al año siguiente, cuando Mario fue elegido cónsul por quinta vez, se unió a Cátulo, y se enfrentó a los cimbrios en la batalla de Vercelae, cuyo resultado fue la aplastante victoria romana, con multitud de germanos muertos. Al ver esto, los tigurinos dieron media vuelta y desistieron de correr la misma suerte que sus compañeros.

Mario regresó victorioso a Roma y celebró su triunfo, era el hombre más popular de Roma. El pueblo, agradecido, le votó para ser cónsul otro año más, de modo que ya había sido cónsul seis veces. Éste último consulado, que ya sería en tiempo de paz, lo usaría para llevar a cabo algunas de sus aspiraciones políticas a favor de los populares.

Todo esto no era bien visto sus enemigos políticos, los optimates, encabezados por Sila, quien había dejado sus diferencias con Mario para ganar la campaña contra los germanos, pero ahora volvían a ser enemigos, y su enfrentamiento político acabaría en algo más que palabras, trayendo muerte y desgracia a la República… permanezcan atentos a las próximas entradas…

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Numancia y Pérgamo

A parte del asesinato de Tiberio, aquel año 133 a.C. estuvo marcado por otros diferentes sucesos dignos de mención. Un año antes, Escipión Emiliano, siendo cónsul, fue enviado a Numancia para conquistarla de una vez por todas.

Todos los anteriores ejércitos romanos habían fracasado en el intento de rendir la famosa ciudad ibera, situada en la actual provincia de Soria. Pero él era el conquistador de Cartago, la archienemiga de Roma, con él las cosas iban a ser distintas.

En lugar de tomar la ciudad al asalto, la rodeó de una serie de fortificaciones y simplemente esperó hasta que el hambre surtiera efecto. En el trascurso del asedio, le acompañaba en calidad de tribuno militar Cayo Mario, un hombre de humildes orígenes que se convertiría en uno de los más importantes defensores de la facción de los populares.

Los numantinos protagonizaron una desesperada resistencia, que duró un año. Tiempo en el que el hambre y las enfermedades recorrieron las calles de Numancia, incluso llegaron a recurrir al canibalismo como último recurso. Finalmente la ciudad se rindió, acabando con la resistencia antirromana en Hispania. A partir de ese momento, la mayor parte de la península ibérica estaría en manos de Roma, y las amenazas de las tribus iberas aún libres ya no serían motivos de preocupación para los romanos. Emiliano regresó una vez más victorioso a Roma, el conquistador de Cartago y Numancia.

Al mismo tiempo, se produjo otro hecho de gran relevancia para el trascurso de la historia romana, al otro lado del mar Mediterráneo. El reino de Pérgamo era desde hacía mucho tiempo aliado de Roma, comprendía aproximadamente la mitad occidental de la actual Turquía. Su rey, Átalo III, no poseía descendencia, y cuando murió especificó en su testamento que legaba todo su reino a la República de Roma. Un hecho sin precedentes en la historia. De golpe y plumazo el Senado y el pueblo romano heredaron una de las tierras más ricas de Oriente.

Al principio el Senado duda de si aceptar esta valiosísima herencia, pero finalmente se decide a hacerlo, se establece la nueva provincia de Asia, con su capital en Pérgamo. Muchos miraban con codicia hacia Asia, pues era un lugar lleno de riquezas. Sin ir más lejos, Tiberio propuso usar parte de esta herencia para financiar su reforma agraria, cosa que fue rechazada por el Senado.

Con el objetivo de explotar la nueva provincia, el Senado envió publicanos a Asia, eran personas con el objetivo de recaudar todos los impuestos posibles a la gente del lugar. Pronto, esta recaudación se convirtió en un saqueo sistemático de la provincia. Toneladas de oro, plata y demás riquezas fluían hacia la sedienta Roma. Toda esta fiebre del oro acabaría por volverse contra los romanos…

domingo, 23 de septiembre de 2012

Tiberio Sempronio Graco

En fin, sin más dilación me dispongo a continuar con esta historia. ¿Por dónde iba? Ah, sí. La caída de Cartago, año 146 a.C. Como ustedes recordarán, la ciudad fue conquistada por Escipión Emiliano, lo cual supuso la consolidación del poder romano en el Mediterráneo.

En el asedio de la ciudad estaba participó Tiberio Sempronio Graco, que era familiar de Emiliano y nieto de Escipión Africano, el vencedor de Aníbal. Nació en el año 164 a.C. Tenía un hermano llamado Cayo Sempronio Graco, que también adquirirá relevancia en esta historia.

Tiberio alcanzó gran protagonismo en el asalto ciudad de Cartago, donde se ganó la corona cívica, gracias a que fue el primero en escalar las murallas. Tras esto, la ciudad fue destruida hasta los cimientos, ése era el destino que esperaba a todo aquel que se enfrentara a Roma.

Así, el joven Tiberio regresa a Roma, investido de gloria. Años después, 137 a.C., logró el cargo de cuestor en Hispania y partió junto con el cónsul Mancino en una campaña contra los numantinos. Sin embargo, estos enemigos luchaban fieramente por su territorio, cosechaban una derrota tras otra. Finalmente el cónsul capituló y pudieron regresar a Roma sólo a cambio de un humillante tratado de paz. El Senado no aceptó ese tratado, y el parón de la guerra con Numancia no se alargaría mucho tiempo.

La situación social en Roma era bastante inestable, había una fractura social entre patricios y plebeyos que iba en aumento. Durante años anteriores, la plebe se había rebelado en numerosas ocasiones, y se les otorgó derechos para apaciguarla. El más importante era la posibilidad de que todo ciudadano de Roma, plebeyo o patricio, pudiera acceder a cualquier magistratura política, y también el establecimiento de los tribunos de la plebe, que defendían sus derechos ante el Senado. No obstante, esto no era suficiente para sellar esta ruptura social que he mencionado. Había aristócratas inmensamente ricos por un lado, y plebeyos inmensamente pobres. 

Así, esta fractura también alcanzaba el Senado, de modo que se formaron dos partidos. Aunque en la antigua Roma no existían oficialmente partidos ni siglas como hoy en día, sí que los senadores solían agruparse con otros senadores con ideas afines. Así, por un lado tenemos a los llamados optimates, que tenían unas ideas más conservadoras y más deseo por mantener todo lo establecido, algo que podríamos asemejarlo a la actual derecha. Por el contrario, tenemos a los populares, que defendían más derechos para la plebe, en detrimento de los patricios, algo que podemos asemejar a la actual izquierda. Aunque esta comparación es demasiado simplista, nos da una idea de lo que eran los optimates y los populares. Esta división se apreciaba incluso visualmente en el Senado. Éste se reunía en la Curia Hostilia, un edificio con un interior rectangular, con dos gradas a los lados. Los optimates solían sentarse en una grada, y los populares en la grada opuesta, aunque cada senador podía sentarse donde quisiera.

Tiberio comprendía bien estas divisiones, y se decidió a tomar partido por la plebe. Tiberio y su hermano Cayo se casaron respectivamente con las hijas de Claudio Pulcro y Publio Licinio Craso, ambos principales cabezas de la facción de los populares, de esa manera, los Graco sellaban su compromiso con la plebe.

En toda Italia había muchos conflictos con las tierras. Éstas estaban en su mayoría en manos de terratenientes, y muchos habían arrebatado tierras a campesinos o despedido a trabajadores propios para sustituirlos por esclavos. El disgusto en la plebe por esta situación era evidente, fue así como Tiberio decidió remediar esta situación proponiendo su reforma agraria.

Para ello, necesitaba ser tribuno de la plebe. En el año 134 a.C., fue escogido como uno de los diez tribunos que hasta finales del 133 a.C., defendería los derechos de los más pobres. Su tribunado fue muy popular por sus famosas propuestas, como por ejemplo vender trigo a un precio por debajo del mercado, o dar ropas a los soldados más pobres. Pero su proposición más polémica fue su reforma agraria, que sería conocida como la Lex Sempronia Agraria.

Básicamente, aquella ley permitía confiscar a los terratenientes parcelas que habían sido adquiridas ilegalmente, y después dar esas tierras a los pobres. En definitiva, era una redistribución de la riqueza agraria.

Los optimates, encabezados por Escipión Nasica y Escipión Emiliano (ambos familiares de los Graco), mostraron su enorme rechazo ante esta ley, por lo que Tiberio evitó el Senado para aprobar la ley, y lo hizo mediante la Asamblea popular, con la colaboración de los demás tribunos. Lo que Tiberio no se imaginaba era que los optimates habían colocado a un caballo de Troya entre la filas de los tribunos, Marco Octavio, quien con su veto logró paralizar aquella reforma agraria.

Pero Tiberio no se detendría ahí. Logró que se destituyera a Octavio por otro tribuno más afín a su causa. Así finalmente la Lex Sempronia Agraria pudo ser aprobada. El Senado nombró a Tiberio, a su hermano Cayo y a su suegro Claudio Pulcro, encargados de una comisión para llevar a cabo la reforma.

Tiberio cada vez ganaba más popularidad en la plebe, y esto despertaba el recelo del Senado. La plebe era muy manipulable por hombres como Tiberio. Había rumores de que él quería algo más que llevar a cabo una simple reforma agraria. Algo como tener el poder absoluto sobre Roma, ser rey. Estos rumores crecieron cada vez más, ensuciando el nombre de Tiberio, ya que pretender ser rey de Roma era uno de los sacrilegios más graves que se podrían cometer, esto hizo que Tiberio perdiera popularidad entre la plebe.

Cuando su mandato estaba a punto de expirar, Tiberio decidió volver a presentarse a tribuno, para seguir teniendo inmunidad judicial y evitar ser juzgado por sus enemigos políticos. Durante el proceso de elección, había un gran alboroto, se sucedían peleas callejeras entre partidarios y opositores de Tiberio. Él, hizo un gesto a su cabeza para indicar a sus guardaespaldas que le protegieran, aquello fue interpretado por una orden para que le trajeran la corona, y se proclamara rey. El Senado al saber esto estalló en furia, y varios senadores encabezados por Nasica salieron de la Curia hacia Tiberio, armados con porras. Las calles de Roma se convirtieron en un verdadero campo de batalla entre sus ciudadanos, la sangre corría a raudales. Cuando Nasica y los suyos alcanzaron a Tiberio, empezaron a darle porrazos por todo el cuerpo. Finalmente, un porrazo le dio de lleno en la cabeza, rompiendo el cráneo de Tiberio y manchando las togas de los senadores con sus sesos. El cuerpo de Tiberio fue arrojado ignominiosamente al río. 

Su hermano Cayo siguió una trayectoria parecida a él, en el 123 a.C. logró ser tribuno de la plebe y se dedicó a completar las reformas de su hermano. Fue elegido tribuno por dos veces consecutivas. Pero se volvió a encontrar con la férrea oposición de los optimates. En medio de unos disturbios en Roma, Cayo escapa y se suicida con la ayuda de un esclavo suyo. 

A pesar de que la élite senatorial acabó con los Graco, la guerra social no había hecho más que comenzar, y duraría casi cien años. Tiempo en el que el suelo de Roma se teñiría de rojo, romanos que morirían a manos de sus propios conciudadanos. Esta guerra no acabaría hasta la instauración del nuevo régimen imperial. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Los últimos cien años de la República

¡Saludos, estimado lector! Ha pasado ya casi un mes desde mi última entrada, y pienso que tengo este blog un poco abandonado. He creído conveniente retomar esta Historia donde la dejé. Hace un mes, ya adelantaba que iba a tratar los últimos cien años de la República, y así va a ser, éste será el nuevo bloque, que además tendrá dentro un subbloque referente a la guerra de las galias.  

¿Cien años? Bueno no, como recordarán, esta historia la dejamos con la caída de Cartago, en el año 146 a.C. El año en que finaliza definitivamente la República fue el 27 a.C., cuando el sucesor de Julio César, Octaviano, es nombrado “Augusto” y primer emperador de Roma. En total 119 años de intenso conflicto político, social y bélico. Uno de los períodos romanos más emocionantes. Los he redondeado en 100 para que quede más estético, si usted me permite.

Ahora, ¿qué es un imperio? Esa palabra viene del latín imperium, que se puede traducir como “poder”. Era una facultad que otorgaba el Senado para ejercer dominio sobre Roma o sobre alguna provincia. El domino en Roma era ostentado por los cónsules, y en las provincias por los pretores y procónsules. Aunque era posible dotar a una persona de imperium sin ostentar ningún cargo político. Fue el caso de Escipión Africano, que cuando partió a Hispania, era demasiado joven para optar a un cargo político, por lo que sólo recibió el imperium sobre Hispania, para llevar a cabo sus campañas. La persona que ostentaba el imperium, se llamaba imperator. Éste término cambiaría de significado con el ascenso de Augusto, pues se convertía en imperator vitalicio, y de ahí surge el término “emperador”, que cambiaría su significado para designar a la nueva monarquía de Roma, y el territorio dominado por esa monarquía sería el imperio.

Luego tenemos un significado de imperio, como “Organización política del Estado regido por un emperador.”, tal y como afirma la RAE. Con lo cual Roma no fue imperio hasta el 27 a.C. No obstante, habrá notado usted que en anteriores entradas me he referido al Estado de Roma, en la época republicana, como Imperio. Los motivos son claros, no sólo poseemos esa acepción de la RAE, en otra distinta afirma que es “Potencia de alguna importancia, aunque su jefe no se titule emperador.” En este caso sí que encaja, pues también podemos considerar como imperio una nación republicana que se extienda sobre otras militarmente y sea una potencia. Es en este sentido que he considerado a Roma como un Imperio (o al menos un Imperio en etapas iniciales), desde la segunda guerra púnica.

Dicho todo esto, no tengo más que adelantarles, sólo les animaría a leer las próximas entradas, que prometo que serán interesantes. No voy a hacerlo como en el anterior bloque, es decir, prácticamente una entrada por día. Mis actividades académicas me impiden disponer de demasiado tiempo o ganas, por lo que publicaré entradas con días e incluso semanas de diferencia, dependiendo de mis circunstancias.

La siguiente entrada estará en unos días, una semana como mucho, tenga paciencia y no deje de leerme, ¡hasta muy pronto!