domingo, 28 de octubre de 2012

Las campañas de Lúculo y Pompeyo en Oriente

Paralelamente a estos acontecimientos, antiguas amenazas crecían en Oriente. Pues no olvidemos que el rey Mitrídates no estaba totalmente derrotado. Seguía gobernando en Ponto. Desde allí, y mientras los romanos luchaban entre sí, Mitrídates se estaba rearmando. En el 83 a.C., el general Murena se percató de esto y decidió hacer una invasión preventiva, que resultó ser un fiasco y tuvo que retirarse. Estos actos serían conocidos como la segunda guerra mitridática, aunque sus implicaciones históricas son realmente escasas.

Años después, en el 74 a.C., mientras Pompeyo luchaba en Hispania contra Sertorio, Mitrídates hizo un pacto con Sertorio, por el que éste debería ayudar al monarca a entrenar su ejército al estilo romano. Este hecho hizo disparar las alarmas de la República, pues era ciertamente preocupante que enemigos comunes confabularan contra ella. Fue así como se decidió preparar un ejército e invadir Ponto para acabar con Mitrídates de una vez por todas.


El encargado de tal empresa fue el cónsul Lucio Lúculo, junto con su colega Marco Aurelio Cota. Desembarcaron en Asia, y comenzaron su campaña contra Mitrídates. El comienzo fue un desastre, Cota y su armada fueron derrotados por las fuerzas de Mitrídates, aunque afortunadamente Lúculo se puso en marcha para rescatar a su compañero. Entonces, Mitrídates cambió de planes, puso rumbo sur hacia la provincia romana. Esta vez las cosas no resultarían ir tan bien como en su primera vez. Lúculo se dedicó a hostigarle desde lejos, cortando sus líneas de suministros y desgastando sus fuerzas. Al final, cuando llegó el invierno tuvo que retirarse a su reino.

Al año siguiente, Lúculo invade Ponto con gran éxito, Mitrídates es derrotado varias veces, hasta que finalmente, en el 71 a.C., prácticamente todo el reino estaba bajo dominio romano. Mitrídates escapó hacia el sur, hacia el reino de Armenia, gobernado por el rey Tigranes, a quien pidió refugio, y éste se lo concedió.

Lúculo inició conversaciones con Tigranes para lograr que éste le entregara a Mitrídates. Resultaron ser un fracaso, y Lúculo optó por la opción militar e invadir Armenia. En el 69 a.C., el valiente general romano penetró en el inexplorado y exótico reino de Armenia, que estaba más lejos de lo que ningún romano había estado. El país comprendía una extensa franja de terreno, desde las fronteras de la República, en Asia menor, hasta las fronteras del Imperio Parto, situado en la actual Iraq. Tigranes gobernaba Armenia en su apogeo, que no duraría mucho.

Lúculo se dirigió directamente hacia la capital de Armenia, Tigranocerta. El rey movilizó inmediatamente al grueso de sus fuerzas para defender la ciudad que llevaba su nombre. Cuando Lúculo llegó a su objetivo, Tigranes observó lo poco numeroso que era el ejército romano y se rió. Dijo que eran demasiado numerosos para ser una embajada, pero demasiado escasos para ser un ejército. Seguro que no le hizo tanta gracia cuando tuvo que huir de la ciudad con el rabo entre las piernas. Pues Lúculo arrasó el ejército armenio y también su preciada capital. Desde entonces, Tigranes y Mitrídates se convirtieron en unos fugitivos, a los que Lúculo persiguió sin piedad por toda Armenia.

Pero la suerte de Lúculo estaba a punto de acabarse. En el 68 a.C., cuando estaba a punto de tomar Artaxarta, una importante ciudad armenia, su ejército se amotinó. El motivo era las enormes penurias que estaban pasando al estar tantos años en campaña en aquel extraño país tan lejos de su patria. Habían recorrido ingentes distancias a lo largo y ancho de Armenia, y para colmo, debido a la política de Lúculo de tratar bien a la población conquistada, no podían acometer pillajes para enriquecerse. Todo ello los llevó a declararse en huelga, y Lúculo permaneció inmovilizado en Armenia desde entonces. Por otro lado, Mitrídates había regresado a Ponto y había restaurado su poder. Armó rápidamente unas cuantas tropas, y logró pequeñas victorias contra las guarniciones romanas de Ponto.

Mientras tanto, Roma padecía una grave crisis alimenticia. El motivo eran los piratas del Mediterráneo, que interceptaban los barcos de grano provenientes de Hispania y Egipto. Este problema se hizo tan grave que se desencadenó una hambruna, y el pueblo pedía una solución urgentemente. El Senado se hizo eco de esta situación, y nombró al hombre del momento, a Pompeyo, para que solventase la situación. Además, se le destituyó a Lúculo, y se le dio a Pompeyo el mando de la guerra en Oriente.

En el 67 a.C., el Senado dotó a Pompeyo de unos recursos ingentes para realizar su campaña contra los piratas. Contra todo pronóstico y en apenas tres meses, Pompeyo había barrido a todos los piratas, acabando con este grave problema. Al año siguiente, se dirigió hacia Oriente para hacerse cargo de las legiones de Lúculo.

Lúculo tuvo que regresar a Roma humillado, mientras Pompeyo se volvía hacia el norte, donde logró derrotar al renovado Mitrídates, quien tuvo que escapar una vez más. Tigranes rechazó recibirle de nuevo, e inició conversaciones con Pompeyo. Ambos firmaron un pacto de paz por el que Tigranes seguiría siendo rey, pero Armenia quedaría subordinada a la autoridad de la República de Roma. Terminó así la tercera guerra mitridática, en el 65 a.C.

Después de estos hechos, Pompeyo decidió buscar más gloria y volvió sus ojos hacia Siria. Aquel reino era todo lo que quedaba del antiguo Imperio Seléucida, cuyo gobernante más famoso, Antíoco III, ya se había enfrentado a Roma y había sido derrotado (como ustedes ya recordarán de entradas anteriores). Desde entonces Siria entró en decadencia, y por aquella época ya no tenía fuerza suficiente para hacer frente a una invasión. Pompeyo entró en Siria en el 64 a.C. y la convirtió en una nueva provincia romana. El rey de Siria, Antíoco XIII, escapa pero es asesinado poco después.

Un año más tarde, Pompeyo decide seguir avanzando hacia el sur, hacia el reino de Judea. Allí logra una gran victoria al conquistar Jerusalén. Es entonces cuando recibe la noticia de que Mitrídates, incapaz de hacer frente ya a los romanos, se ha suicidado. Pompeyo regresa a Roma, con una multitud de territorios conquistados. Prácticamente todo Oriente se halla sometido a Roma, salvo el Imperio Parto, que dará en el futuro más de un quebradero de cabeza.

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