domingo, 16 de diciembre de 2012

La guerra contra los belgas

Año 57 a.C., tras un invierno pacífico, César recibe malas noticias. Al parecer, los belgas se estaban confabulando contra los romanos, y planeaban un levantamiento. César, preocupado, pide a los senones, que hacían frontera con los belgas, que vigilaran bien a sus vecinos. Éstos le informan a César de que un enorme ejército de belgas estaba siendo reunido. César no pierde más tiempo, recluta dos nuevas legiones, la XIII y la XIV, que junto con las que tenía anteriormente (la VII, VIII, IX, X, XI y XII), sumaba ocho legiones.

Puso inmediatamente rumbo al norte. El primer territorio belga que alcanzó fue el de los remos. Éstos se mostraron muy colaboradores y sumisos con César. Le suministraron importante información acerca del número y composición del ejército que estaba siendo reunido. Eran aproximadamente 290.000 hombres, principalmente belóvacos, nervios, ambianos, suesiones, atrebates, atuátucos, viromanduos, mórinos, menapios y otros tantos pueblos. Cada cual aportó la cantidad de soldados que pudo.

Todo este contingente de belgas, se puso en marcha hacia César. Primero llegaron a Bibracte, plaza fuerte de los remos, y la sometieron a asedio. Los remos pidieron entonces ayuda a César, y éste envió algunos arqueros y honderos. Gracias a esta ayuda, los belgas fueron incapaces de tomar la plaza, y se dirigieron contra César. Él, mando fortificar un campamento en una posición muy ventajosa, para hacer frente a los belgas. Aquella posición estaba muy bien defendida por ríos y zonas pantanosas. Cuando los belgas llegaron, sólo se pudieron librar pequeñas escaramuzas, y eran incapaces de  cruzar el río. No les quedó otro remedio que regresar para defender sus territorios.

Al día siguiente, César manda perseguir la retaguardia belga, en plena retirada, y logra matar a muchos de ellos. Posteriormente, se dirige a territorios de los suesiones, y pone sitio a la ciudad de Novioduno. Tras un breve asedio, los suesiones se rinden y piden clemencia. César se apiada, y se dirige a territorio de los belóvacos, y posteriormente al de los ambianos, y ambos pueblos se rinden y se someten a César.

Tras estos éxitos, César marcha con sus legiones al territorio de los nervios, que eran de los belgas más belicosos que había. Éstos sí que presentarían batalla a César. El lugar escogido sería a orillas del río Sambre. Los nervios habían logrado que les ayudasen los atrebates y los viromanduos. Además, los atuátucos estaban en camino.

César mandó construir un campamento en una colina que estaba junto al río. Fue en ese momento cuando los nervios decidieron atacar y pillar desprevenidos a los romanos. Éstos en seguida se percataron de la situación y formaron posiciones. Las legiones IX y X, apostadas en el flanco izquierdo se enfrentaron a los atrebates,  y en seguida lograron rechazarlos. Les persiguieron colina abajo y cruzaron el río, matando a muchos de ellos. Pero mientras, el flanco derecho no tuvo tan buena suerte. Las legiones VII y XII recibieron la embestida del grueso del contingente nervio, y pasaban muchas dificultades. Muchos romanos morían, aunque entonces, la legión X, regresó al lugar de la batalla e inclinó la balanza a favor de los romanos. La bajas belgas eran numerosas y el pueblo nervio fue sometido.

Los atuátucos, al tener noticias de esto, dan media vuelta y regresan a sus hogares. César va tras ellos y les persigue hasta una plaza fuerte donde se refugian. Los romanos comienza a asediar la plaza, y ante la inminente derrota, los atuátucos se rinden y abren sus puertas. César se dispone a regresar, cuando los atuátucos cambian de idea y se vuelven hostiles de nuevo. Salen en tromba de la ciudad y atacan a los romanos, sin éxito alguno, muchos atuátucos perecieron ese día y su pueblo fue claramente mermado.

Paralelamente a estos acontecimientos, César había enviado a Publio Craso, hijo de Marco Craso, el famoso aliado de César y hombre más rico de Roma, hacia la zona de Aremórica, donde obtuvo la lealtad de los distintos pueblos como los vénetos, venelos, osismos, coriosolites y redones.

Así, la Galia quedaba pacificada de nuevo, y las legiones romanas se marcharon a sus cuarteles de invierno. 

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