sábado, 9 de febrero de 2013

Hacia Germania y Britania

Nos encontramos ahora en el 55 a.C. Tras un invierno pacífico, nuevos ecos de guerra resuenan en la Galia. La tribu germana de los suevos, estaba hostigando a los usípetes y los téncteros, y le forzó a desplazarse hacia el oeste, hacia la Galia. Cruzaron el Rin, causando grandes problemas a los menapios que estaban allí instalados. César no tolera esta situación y se ve obligado a marchar allí.

Cuando contactó con estos pueblos germanos, ellos se mostraron en actitud amistosa, y le transmitieron que sólo buscaban refugiarse de los suevos. César, no obstante, no podía permitir que devastaran las tierras de los galos, por ello, les pide que vuelvan a cruzar el Rin y se acojan con los ubios, que eran amigos de los romanos. Los germanos piden tiempo para pensárselo y César se lo concede, aunque sospecha que sólo es una estratagema para tener tiempo hasta que llegue el grueso de su caballería.

Mientras, los usípetes y téncteros traicionan la confianza de César, atacando a un contingente de sus tropas, aunque al día siguiente envían mensajeros pidiendo disculpas. César, agotada ya su paciencia, pone rumbo al campamento enemigo rápidamente y lo asalta. El ataque les pilló desprevenidos, y murieron muchos de ellos, incluyendo mujeres y niños. Los supervivientes se precipitaron contra el Rin, y regresaron a Germania, donde se refugiaron en tierras de los sugambros.

César se dirigió a ellos pidiendo que se les entregase a los líderes responsables de los agravios causados en la Galia, pero se niegan, afirmando que él no tenía autoridad al otro lado del Rin. Entonces, César impulsado por esto, y por los ubios, que le pedían ayuda contra los suevos, decidió acometer una de las más famosas empresas de esta guerra: cruzar el Rin.

Para llevar a cabo tal acción, no utilizó naves, como es habitual, sino que construyó un robusto puente de madera, que salvara la enorme distancia entre ambas orillas. Los soldados trabajaron duramente, y en apenas 10 días el puente ya estaba listo. En cuanto cruzaron, no tuvieron que hacer frente a nadie, los sugambros, téncteros y usípetes, huyeron de aquel lugar y se pusieron a salvo de los romanos. Después César se dirigió hacia tierras de los ubios, donde les renovó su compromiso de ayudarles en caso de ataque suevo. Tras realizar todo esto, regresó a la Galia, y mandó cortar el puente.

César, al regresar, tenía en mente otra gran empresa: desembarcar en Britania. El motivo era que los britanos habían enviado mucha ayuda a los galos que luchaban contra César, y esto no podría permitirlo más. 

Tomó las legiones VII y X y desde territorio de los mórinos, embarcaron hacia Britania. En cuanto vieron una playa apta para un desembarco, fondearon allí las naves, y los soldados saltaron hacia el agua (en aguas poco profundas, claro) y caminaron hacia la playa. Un contingente de britanos ya estaba allí esperando para darles la bienvenida, y los romanos pasaron muchas dificultades, pero al final lograron rechazarlos y tomar la playa. Tras este éxito, muchos pueblos britanos le enviaron mensajeros de paz a César.

Sin embargo, sucedió un contratiempo, la flota que trasportaba la caballería, cuando zarpó se topó con una tormenta. Sólo llegaron algunas naves, el resto se hundió o fue devuelto al continente. Los britanos al saber que los romanos estaban sin caballería, aprovecharon para atacar. La legión VII se encontraba reuniendo provisiones, cuando fueron atacados de improvisto por los temibles carros britanos. Pasaron dificultades, hasta que César acudió con refuerzos y logró rechazarlos. Aún así, los britanos no se dieron por vencidos, y atacaron el campamento de César. Los romanos lucharon bien, y lograron rechazarlos de nuevo. Así, con tal racha de victorias, los pueblos britanos no tuvieron otro remedio que enviar mensajeros de paz a César.

Una vez logrado todo esto, César manda a todas las tropas montar en las naves y regresar a la Galia para pasar el invierno. Cuando desembarcaron, algunos fueron atacados por los mórinos. Entonces César envía en su ayuda un contingente de caballería y logra vencerles. Los mórinos finalmente se rindieron, y las legiones pudieron ir a invernar a sus cuarteles de invierno. 


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