viernes, 1 de febrero de 2013

La Galia, guerra por tierra y por mar

Señores, lo prometido es deuda, y he vuelto con el propósito de continuar con la apasionante historia de la guerra de las Galias. Espero que hayan sido buenos ustedes y que los reyes magos les hayan traído muchos regalos. Y sin más dilación, iré al grano.

Nos encontramos en el año 56 a.C. La Galia se encuentra pacificada, aunque no por mucho tiempo. Este año, la guerra se trasladará a la zona de la costa Atlántica, sobre todo, a las regiones de Aremórica y Aquitania.

Precisamente, Publio Craso se encontraba acampado con la legión VII en territorio de los vénetos, en la actual península de Bretaña. Craso envió algunos embajadores a los pueblos vecinos para solicitar suministros. Los vénetos se negaron en redondo y apresaron a los embajadores. César, al tener noticia de todo esto, temía un levantamiento en la Galia, y envió a sus generales a distintos puntos del territorio para asegurarse la lealtad de los galos.

Tito Labieno fue enviado a territorio de los tréveros, con el fin de vigilar a los pueblos galos asentados en esta zona, y evitar una posible incursión germana en territorio galo. Quinto Titurio Sabino, fue enviado a territorio de los venelos, asentados en la actual península de Cotentin, Craso iría a Aquitania, y por último, César y Décimo Bruto se ocuparían de los vénetos.

Los vénetos se caracterizan por tener una formidable flota, eran expertos marineros, y por tanto, para vencerles había que vencerles por mar, para lo cual César mandó construir una flota en el río Loira y la dejó al mando de Bruto, mientras que él lideró un ataque por tierra a las fortalezas vénetas. Estos ataques resultaron infructuosos, pues lo vénetos se resguardaban en unas fortalezas levantadas sobre penínsulas que se convertían en islas cuando subía la marea, por lo que tomarlas era muy difícil, tuvo que esperar a que llegara Bruto con su flota para que las cosas cambiasen.

Bruto tenía un problema para enfrentarse a las naves vénetas, y es que éstas eran mucho más robustas que las romanas, difíciles de combatir. En cambio, las naves romanas tenían la ventaja de ser muy rápidas y maniobrables, por lo que Bruto aprovechó esta circunstancia. Desde las naves romanas, se lanzaban garfios a las naves enemigas, que se enganchaban en la cuerda que sostenía el mástil, y después la nave tiraba de la cuerda hasta que los mástiles se rompían, y las naves vénetas quedaban inmovilizadas. Una vez hecho esto, los romanos podían capturar aquellas naves sirviéndose de la técnica del abordaje. Los vénetos perdieron gran parte de sus naves en aquella batalla, lo que les obligó a rendirse ante César.


Mientras, no muy lejos de ahí, Sabino intentaba lidiar con los venelos, que se había alzado. Estos recibieron ayuda de otros pueblos como los lexovios y los aulercos. Ese contingente atacó el campamento de Sabino, quien pasó dificultades, aunque logró rechazarlos y los venelos tuvieron que rendirse.

Entretanto, Craso se dirigía hacia Aquitania, hacia territorio de los sociates, pueblo que se había rebelado. Fue directamente hacia la capital y le puso sitio. Tras un breve asedio, los sociates se rindieron. Entonces Craso continuó hacia el sur, hacia territorio de los vocates y los tarasutes. Éstos pueblos se habían tomado muy en serio defenderse contra los romanos, y pidieron refuerzos a Hispania. Acudió un contingente de cántabros y formaron una poderosa hueste. Craso decide atacar directamente su campamento. Los romanos pasaron muchas dificultades a la hora de asaltarlo, de modo que Craso envió a un contingente de soldados que rodeara el campamento sin ser visto por el enemigo y atacar por la retaguardia. Para cuando quisieron darse cuenta, los romanos ya se habían internado en el campamento y fueron masacrados. En ese momento, muchos pueblos aquitanos se sometieron ante Craso.

Tras todos estos éxitos de campaña, César se dirige hacia los únicos pueblos que aún no se han pacificado, los mórinos y los menapios, en la costa de Bélgica. Esta vez, estos pueblos usan una táctica de guerra consistente en esconderse en los bosques y atacar por sorpresa. César, para evitar esto, manda talar los bosques, y toda su madera fue usada para levantar fortificaciones. Los mórinos y menapios no se atrevían a atacar. Entonces se desató una serie de inclemencias meteorológicas que obligaron a César a detener la tala y regresar a los campamentos de invierno.

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