jueves, 4 de julio de 2013

El final de Bruto y Casio

Tras el asesinato de César, la situación en Roma era crítica. Antonio, como cónsul de aquel año, hizo frente a la situación. Los seguidores de César pugnaban por el poder, mientras, los conspiradores principales de la muerte de César, Bruto y Casio, intentaban hacerles frente a ellos y a la plebe enfurecida. Pero fue en vano y ambos decidieron escapar de Roma y establecerse en Oriente.

Ahora Roma quedaba en manos de los partidarios de César. Y nuevo competidor apareció en el horizonte. El testamento de César nombraba como su heredero a su sobrino-nieto Cayo Octavio, de apenas 18 años, que en adelante sería su hijo adoptivo. Octavio usó su herencia para complacer al pueblo y ganárselo. Hechos que levantaron los recelos de Antonio, que se consideraba el único digno sucesor de César.


Mientras, Cicerón, que no había tomado parte en el complot, decidió quedarse en Roma, para atacar a Antonio desde la oratoria. Él aún creía en la salvación de la República, y Antonio era el principal obstáculo. Usó al joven Octavio en sus ataques a Antonio, y también escribió sus famosas filípicas, al estilo de sus anteriores catilinarias, donde criticaba duramente las políticas del cónsul Antonio.

A finales del 44 a.C., a Antonio ya se le estaba acabando el mandato como cónsul, y decidió salir de Roma y marchar al norte, a la Galia Cisalpina, para proclamarse su gobernador y tomar posesión de sus legiones. El legítimo gobernador, Décimo Bruto, se negaba a concederle el mando, y Antonio comenzó a sitiarlo en la ciudad de Mútina, estallando así la tercera guerra civil romana. 

Hircio y Pansa, partidarios de César, fueron elegidos cónsules del año 43 a.C., y partieron con un ejército hacia el norte, para enfrentarse a Antonio. Octavio iba con ellos, con dos legiones suyas.  Ambos ejércitos se encontraron en Forum Gallicum, al principio Antonio obtuvo ventaja al derrotar a Pansa, pero luego se topó con las fuerzas de Hircio, que se volvieron contra él, provocándole una derrota. En la batalla el cónsul Pansa murió.

Días más tarde, ambos ejércitos se volvieron a enfrentar en Mútina. Las fuerzas republicanas, en notable superioridad numérica, volvieron a aplastar a Antonio, que logró huir. En la batalla también murió el cónsul Hircio, de manera que Octavio quedó como único comandante.

Octavio regresó a Roma con sus fuerzas, y forzó al Senado que le nombrase cónsul, algo que resultaba insólito, pues tenía sólo 19 años, y la edad habitual para ser cónsul era de 42 años. Cicerón empezó a ver cómo su apuesta por Octavio pudo ser un error. Una de las acciones más polémicas que realizó Octavio fue declarar asesinos a Bruto y Casio.


Mientras tanto, Antonio unió las fuerzas que le quedaban con las de Lépido, otro partidario de César, y juntos constituían una nueva amenaza para Roma. Octavio tomó su ejército y marchó contra ellos. No obstante, cuando se encontraron personalmente, decidieron aliarse entre ellos contra los enemigos de César. Así, se formó el segundo Triunvirato, entre Octavio, Antonio y Lépido. Una de sus primeras acciones fue redactar una lista negra de proscritos, donde aparecían potenciales enemigos políticos que había que “eliminar”. En la lista se encontraba ni más ni menos que Cicerón, a petición de Antonio, evidentemente. Cicerón no opuso ninguna resistencia, ofreció su cuello a sus verdugos. Antonio exhibiría más tarde en Roma las manos y la cabeza del famoso orador. 

En Oriente, las fuerzas republicanas se revolvían contra ellos. Bruto y Casio habían logrado reunir un importante ejército con el fin de destruir a los triunviros de una vez por todas. Hacia el año 42 a.C., Octavio y Antonio desembarcan en Grecia, dejando Roma a cargo de Lépido, con un numeroso ejército. Avanzaron hasta encontrarse con el ejército republicano en Filipos. Un primer contacto entre ambos resultó empate, pues ninguna de las fuerzas logró una victoria definitiva. Sin embargo, Casio, al creer que la derrota era inminente, se suicidó.

Semanas después, ambos ejércitos volvieron a enfrentarse, esta vez Bruto estaba solo. La batalla resultó ser una gran carnicería. Al final, los soldados de Bruto fueron rechazados, y la victoria de los triunviros era inminente. Ante esta situación, Bruto decidió suicidarse, terminando así la tercera guerra civil.

El Triunvirato quedó entonces como dueño absoluto del Imperio Romano, y decidieron repartírselo. Octavio se quedó con Occidente, Antonio con Oriente y Lépido con África. 

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