miércoles, 22 de agosto de 2012

Conclusión y despedida

Y aquí concluye mi relato sobre las guerras púnicas, a mediados del siglo II a.C. Éstas tuvieron un gran impacto sobre el Mediterráneo, supusieron la semilla del gran Imperio Romano. Cientos de miles de personas, la mayoría de ellas del bando romano, murieron en la guerra, porque Roma no aceptaba la derrota, iba a luchar hasta el final. Cartago, en ese sentido, era muy distinta a Roma. No le interesaba tanto la gloria militar, sino enriquecerse. Y si continuar una guerra iba a suponer pobreza y muerte para sus ciudadanos, era mejor pararla. Por eso decidió rendirse y firmar la paz de 241 a.C. y de 201 a.C.

De hecho, Aníbal no tenía en mente aniquilar totalmente a Roma, sino que se rindiera, como lo había hecho Cartago al término de la primera guerra púnica. Pero Aníbal no conocía bien el espíritu romano. Esperaba ingenuamente una rendición tras la batalla de Cannas. Los romanos sólo concebían una victoria absoluta o una derrota total. Para vencer a Roma, había que conquistar sus muros y reducir la ciudad a cenizas, no había otra manera.

¿Qué pasaría si Aníbal hubiese decidido marchar sobre Roma? Obviando el hecho de la carencia de material de asedio necesario, tomar Roma era complicado. Estaba defendida por una muralla levantada por el rey Servio Tulio, y detrás esperaban las dos legiones urbanas. Además, los ciudadanos no habrían quedado impasibles ante esta situación. Habrían tomado un arma para detener a Aníbal en las murallas, y luchar con honor hasta la muerte por la República.

El caso es que, ¿y si Aníbal lo hubiera conseguido, y la joven República de Roma hubiera sido aniquilada? Muchos especulan que habríamos tenido algo similar al Imperio Romano, pero con la capital en Cartago, el Imperio Púnico o algo así. Nuestra cultura derivaría de Cartago, nuestra lengua vendría del fenicio. Pero hemos de recordar que los cartagineses no tenían tanto ímpetu militar como los romanos. No me imagino un Imperio Púnico. ¿Y habrían podido ellos derrotar a Antíoco III y a su formidable ejército oriental y helénico? Tal vez no. Tal vez Antíoco hubiera derrotado a Filipo V, haciéndose con Macedonia y Grecia. Y avanzando hacia el oeste, hacia Italia, donde habrían de combatir contra Cartago y sus aliados italianos. Tal vez Antíoco hubiera conquistado Italia, luego Hispania, y puede que incluso hubiera terminado con Cartago. Entonces tendríamos un poderoso Imperio Seléucida, que nos dejaría como legado una cultura helenística, el idioma griego y tantas otras cosas.

Aunque esto no es más que Historia-ficción, jamás sabremos lo que hubiera pasado, sólo podemos hacer vagas elucubraciones. Sea como fuere, las cosas sucedieron como sucedieron, Roma venció a Cartago completamente.

Ya conocerán mi insistencia en que antes de las guerras, Roma no era más que una ciudad-estado con los dominios de Italia, y que después era un imperio en potencia. Y esto lo provocó Aníbal, lo que hizo tiene mucha importancia. Inculcó el miedo en los romanos, el miedo a la derrota, a ser aniquilados. Este miedo cambió el espíritu romano. Les hizo fuertes para afrontar a cuantos enemigos tuvieran. Atacaban fronteras ajenas para sentirse seguros y libres de enemigos, el miedo les hizo implacables. Aníbal fue a Italia con la intención de doblegar a Roma, y lo que consiguió fue convertirla en unos de los mayores imperios que haya habido sobre la faz de la Tierra. Fue Aníbal el gran impulsor del Imperio Romano, por paradójico que pueda parecer, y es que la Historia está llena de cosas así. Aníbal hizo mucho daño a Roma, y a la vez le hizo mucho bien. Él, al igual que muchos otros personajes, cambió el curso de la Historia.

Y esto es todo lo que puedo decirles acerca de este tema. No obstante, todo esto no es más que la punta del iceberg, hay muchos más datos que los que he proporcionado. No se limiten a Wikipedia, busquen libros. Yo debo mis conocimientos de las guerras púnicas a libros como “La caída de Cartago” de Adrian Goldsworthy, “Ab urbe condita” (libros XXI-XXX) de Tito Livio, “Escipión y Aníbal” de Giovanni Brizzi, “Una de romanos” de Carlos Goñi, y la gran trilogía de Santiago Posteguillo “Africanus, el hijo del cónsul”. Pero hay muchísimos más autores, como Theodor Mommsen, Apiano o Polibio.

Dejen que ellos les lleven a la piel de diversos personajes, Escipión, Aníbal, Fabio Máximo, Marcelo, Asdrúbal, Régulo, Amílcar, Lelio, Masinissa, Catón, etc. Y les hagan sentir la Historia de estos personajes, al igual que me la hicieron sentir a mí. Una Historia oscura y a la vez luminosa, llena de sangre, traiciones, pero también de honor y valentía. Atrévanse a meterse en este apasionante mundo de hace más de 2.000 años, que se halla extinguido y los libros son el único vestigio que tenemos de él.

Aquí me despido temporalmente de ustedes. Desde la destrucción de Cartago, ya quedan sólo poco más de 100 años de vida de la República, antes de que Octavio Augusto se corone primer emperador de Roma. Me gustaría contar la Historia de esos últimos 100 años, Graco, Mario, Sila, Pompeyo, Julio César, Catón, Marco Antonio, y finalmente Octavio Augusto. Veré si puedo hacerlo, ya que en Septiembre retomo mis actividades académicas y es muy posible que carezca de tiempo. Pero prometo que tarde o temprano volveré y les haré conocer la Historia de los últimos años de la República.

P.D.: Dejo aquí un vídeo hecho por mí, donde resumo la segunda guerra púnica.



martes, 21 de agosto de 2012

La caída de Cartago

De nuevo nos encontramos con Roma y Cartago en guerra. Sin embargo, esta guerra iba a ser muy distinta a las anteriores, sería una guerra corta que se reduciría únicamente al asedio de Cartago. No nos encontraremos ni épicas batallas campales, ni largas expediciones.

Después de la declaración de guerra del año 149 a.C., los cónsules Manilio y Censorino pusieron rumbo a la capital púnica. Contaban con cuatro legiones, más de 40.000 hombres. La ciudad estaba muy bien defendida. Se levantaba sobre una península. El istmo de tierra estaba protegido por una triple línea de defensa, mientras que la parte que daba al mar estaba más desprotegida, había una muralla simple. El hombre que comandaba la defensa de la ciudad era un tal Asdrúbal el Beotarca.

Durante todo el año, ambos cónsules realizaron varios ataques sobre la ciudad, todos ellos infructuosos. Con ellos se encontraba el tribuno Escipión Emiliano, nieto adoptivo de Escipión Africano, cuya brillantez militar les había salvado del desastre en numerosas ocasiones. Era buen estratega y valiente luchador. Sus acciones servían en Roma de consuelo ante tantos fracasos. Para colmo, un ejército púnico situado fuera de la ciudad, les entorpecía a los romanos las labores de asedio y de recolección de alimentos para los legionarios.

Ya en el año 148 a.C., las cosas no mejoraban. Paralelamente al asedio de Cartago, se intentó asediar otras ciudades del norte de África, sin éxito. Los cartagineses tenían muy alta su moral, con esperanzas de poder ganar la guerra. Aquel año, Escipión Emiliano regresó a Roma para presentarse a las elecciones del año siguiente, siendo finalmente elegido cónsul y se le concedió el mando de la guerra en África. También ese año murió el rey Masinissa, que dejó Numidia a sus hijos.

Así, en el año 147 a.C., Escipión regresó y se hizo cargo de las tropas. Fue entonces cuando se empezaron a conseguir notables éxitos. Mandó construir una empalizada a lo largo del istmo para evitar que los cartagineses pudieran salir a por alimentos. También se bloqueó la entrada del puerto de Cartago. No obstante, los defensores eran ingeniosos, dado que tenían bloqueada la entrada, abrieron una brecha en un lateral del puerto comercial para tener una salida al mar, y construyeron algunos barcos de guerra para atacar a la armada romana.

De hecho, hoy en día esa brecha todavía es visible en la costa. En esta imagen de Google Earth he marcado con azul el contorno de los puertos militar y comercial, en rojo la entrada principal del puerto, bloqueada por los romanos, y en verde la brecha abierta por los cartagineses.


Y así se hizo, aunque no consiguieron ningún éxito notable contra la armada romana. El hambre estaba empezando a acosar la ciudad. Además, en el exterior, el ejército que estaba hostigando a los romanos, fue finalmente aniquilado por Escipión.

Para el año siguiente, 146 a.C., Escipión preparó su ataque final. Los romanos entraron a través del puerto militar matando a los ciudadanos que se interponían en su camino. Llegó un momento en que ya la ciudad estaba perdida, sólo resistía la ciudadela de Byrsa, que finalmente se rindió. Los habitantes que sobrevivieron fueron hechos esclavos, y la ciudad fue arrasada hasta los cimientos. Terminó así la tercera guerra púnica, en apenas cuatro años.

Escipión volvió a Roma y celebró su triunfo. Era un día glorioso. Cartago al fin había dejado de ser una amenaza, y lo había hecho el nieto de Escipión Africano. Ahora África era la nueva provincia romana. También era motivo de júbilo por muchas otras cosas. Dos años antes había finalizado la cuarta guerra macedónica, quedando Macedonia como provincia. Y también aquel preciso año, 146 a.C., se produjo la destrucción de Corinto. Este acto dejó definitivamente a toda Grecia como vasalla de Roma.

El nuevo imperio se extendía por muchos lugares. Poco después Escipión conquistaría la ciudad de Numancia, asestando un duro golpe a la resistencia ibera en Hispania, el rey Átalo II dejaría el reino de Pérgamo en herencia a la República romana, Pompeyo conquistaría Siria, Julio César haría lo propio con la Galia y Egipto… Pero eso es otra historia…




lunes, 20 de agosto de 2012

Delenda est Carthago

Han pasado ya 50 años desde la paz del 201 a.C. El mundo es ya muy distinto al que era hace cien años, antes de la primera guerra púnica. Ahora ya no existen en todo el Mediterráneo potencias que puedan hacer frente a Roma, sólo innumerables pueblos cuyo destino final sería integrarse en el emergente imperio romano, tan sólo era cuestión de tiempo.

Por estas fechas, nos encontramos aún vivos a dos protagonistas de la segunda guerra púnica. El primero es Catón, que debutó como cuestor de las legiones de Escipión en Sicilia, para convertirse después en su principal enemigo político. Catón había sobrevivido durante aquellos 50 años, y seguía prestando servicio a la República, al igual que Fabio Máximo. El anciano senador, ya era octogenario.

El otro personaje es Masinissa. El famoso rey númida que ayudó a Escipión a derrotar a Aníbal, seguía ejerciendo el cargo de rey a pesar de su avanzada edad de casi 90 años. Durante todo su reinado, había estado atacando a la debilitada Cartago, sin ejército para poder defenderse, los númidas extendían cada vez más sus dominios hacia el este.

En Roma, la gente estaba algo inquieta. Después de 50 años, Cartago había terminado de pagar su deuda. Y su resurgir comercial no hacía más que despertar temores. El pueblo quería eliminar de una vez por todas esa amenaza. Ellos no lo vivieron, pero sus padres y abuelos seguramente les habían aterrorizado con las historias de Aníbal, que estuvo a las mismísimas puertas de Roma, que venció una y otra vez en Italia. Veían amenazado su nuevo imperio. Catón reflejaba esta actitud popular en su famosa frase “Delenda est Carthago”, era el principal impulsor de la idea de destruir Cartago, y solía terminar todos sus discursos con esa frase.

Lo cierto era que esa amenaza sólo existía en su cabeza, Cartago no estaba capacitada ni lo más mínimo para reemprender una nueva campaña contra las poderosas legiones de la República de Roma. Aun así, Catón y sus partidarios esperaban impacientemente un pretexto para forzar a Roma a una nueva guerra final contra Cartago.

En África, los ataques del rey Masinissa estaban yendo demasiado lejos. Los cartagineses no aguantaron más, y desobedeciendo uno de los puntos del pacto de 201 a.C., reclutaron un ejército para hacer frente a los númidas. Ya está, Catón ya tenía su pretexto.

Cartago aseguró que la ciudad no era responsable de aquel incidente, y suplicaban que hubiera paz. Roma les exigió que les entregaran rehenes para asegurarse de su lealtad, y así lo hicieron los cartagineses. Esto, no obstante, no bastó para Catón, y convenció al Senado de enviar a los cónsules de aquel año, Lucio Marcio Censorino y Manio Manilio, a África con un ejército.

Y así se hizo, primero fueron hacia Lilibeo y desde allí desembarcaron en la costa de África, tal y como lo hizo Escipión 50 años atrás. Los cartagineses siguieron enviando embajadas para suplicar la paz. Se les pidió entonces que les entregaran a ellos todas las espadas, lanzas, catapultas y cualquier material de guerra que estuviera en la ciudad. Los cartagineses obedecieron y lo entregaron todo. Roma, no satisfecha con esto, exigió además que los ciudadanos de Cartago debían evacuar la ciudad, y volver a asentarse en otro lugar que estuviera alejado de la costa, mientras que Cartago, una vez vacía, sería destruida por los romanos.

Ésta última exigencia ya fue la gota que colmó el vaso. El consejo de Cartago votó a favor de declarar la guerra a Roma. Inmediatamente después, prepararon concienzudamente las defensas de la ciudad, para el que iba a ser un largo asedio.

Finalmente Catón lo había conseguido. Había logrado que Cartago les declarase la guerra, en a año 149 a.C., la que iba a ser la tercera y última guerra púnica, y se iba a cumplir su deseo de que aquella ciudad fuera destruida. Por desgracia, Catón no vivió lo suficiente para verlo, murió aquel mismo año, a la edad de 85 años. Al igual que Fabio Máximo, había servido a la República hasta prácticamente el final de su vida.

jueves, 16 de agosto de 2012

El comienzo de un nuevo imperio

La amenaza de Cartago había acabado. Roma podía respirar tranquila ahora. La segunda guerra púnica había cambiado a Roma más de lo imaginable. Antes de la guerra era sólo una ciudad-estado que controlaba Italia y Sicilia. Después de la guerra, era un imperio en potencia, cuya influencia se extendía por todo el Mediterráneo, desde Hispania hasta Macedonia, y desde la Galia Cisalpina hasta África, y sus fronteras no parecían dejar de crecer. Después de casi veinte años de guerra, había conseguido un ejército muy veterano y experto que sería el más temido del Mediterráneo. 


Las guerras prosiguieron después de la paz de 201 a.C. En Hispania, los iberos estaban en rebeldía. Se llevaron a cabo sucesivas campañas para someterlos. También ocurría esto en la Galia Cisalpina, el paso de Aníbal había avivado los ánimos de los galos. Esto hizo que Roma emprendiera cruentas campañas contra ese territorio, cuyo resultado fue la total derrota gala y la definitiva conversión de la Galia Cisalpina en parte del nuevo imperio.

Roma también tomaría represalias contra Filipo V de Macedonia, por haberse aliado con Aníbal. En el año 200 a.C. Roma declaró la guerra al monarca heleno, en lo que se conocería como la segunda guerra macedónica, que terminaría con la batalla de Cinoscéfalos en 197 a.C.

En aquella batalla se enfrentaron Filipo V y Flaminino. Los macedonios poseían las terribles falanges de sarissas, unas largas picas de unos 7 metros de altura. Esta falange fue diseñada por Filipo I, padre de Alejandro Magno, que usaría estas falanges para realizar su famosa campaña de conquista del gran Imperio Persa. Dejo aquí un par de enlaces de Youtube de la batalla de Gaugamela, donde podrán apreciar las formidables falanges en acción:

                                                                                                        


Sin embargo, estas falanges eran muy rígidas, y precisaban del apoyo de la caballería. Filipo V obvió esto y atacó con sus falanges a las legiones de Flaminino. Quedó constatada la enorme rigidez de esta formación, frente de la flexibilidad de los manípulos legionarios, cada cual podía maniobrar individualmente y rodear a las rígidas falanges. Así, el ejército de Filipo V fue aplastado y se vio obligado a firmar la paz.

Mientras, en Cartago Aníbal empezó una carrera política. Los cartagineses debían hacer frente a aquella indemnización de guerra. Por suerte, su gran espíritu comercial les hizo resurgir y pudieron ir pagando la indemnización incluso antes del plazo previsto, pero Roma se negó, debía ser en 50 años.

Para Aníbal las cosas no iban tan bien, era brillante estratega militar, pero en el terreno de la política no supo defenderse adecuadamente. Fue intensamente atacado por sus enemigos políticos del consejo de Cartago, y finalmente se vio obligado a huir. Llegó a Siria, donde llegó a ser asesor militar en la corte del rey Antíoco III.

Escipión, después de la victoria de Zama, regresó a Roma y recibió su merecido triunfo. desde aquel momento se le conocería por el sobrenombre de "Africano", por haber conquistado África. La vida del victorioso Escipión Africano se estaba desarrollando de forma muy parecida a la de Aníbal. También fue duramente atacado por sus enemigos políticos, especialmente por Marco Porcio Catón, que lideraba las posiciones ideológicas más conservadoras del Senado, fue el bisabuelo se Catón el Joven, quien fue enemigo político de Julio César, y más tarde enemigo militar, durante la guerra civil romana, pero bueno eso es ya otra historia.

Las ansias imperialistas del seléucida Antíoco III le llevaron a atacar Asia Menor y Grecia. Esto fue una provocación para Roma, que no podía tolerar el avance del emergente poder sirio, apoyado por Aníbal. De modo que estalló lo que se conoció como la guerra romano-siria, en el año 192 a.C. Tras la exitosa batalla de las Termópilas y otras batallas navales, los romanos decidieron cruzar el estrecho de Helesponto hasta llegar a Asia Menor, y se enfrentaron a las temibles tropas orientales de Antíoco III. El ejército romano estaba comandado por Lucio Cornelio Escipión, hermano de Escipión Africano, y tenías refuerzos del rey Eumenes II de Pérgamo.


La batalla tuvo lugar en las llanuras de Magnesia, donde Antíoco sufre una humillante derrota y se ve obligado a firmar la paz, en el año 188 a.C. Una de las condiciones era entregar a Aníbal, quien ya había escapado. Llegó al reino de Bitinia, donde sirvió al rey Prusias. Aunque finalmente el rey le traiciona y le entrega a Roma. Cuando los soldados romanos se dirigían a apresar a Aníbal, el tomó un veneno y acabó con su vida, en el año 183 a.C., a la edad de 64 años.

Su gran enemigo, Escipión Africano, no tuvo mejor suerte. Los ataques de sus enemigos políticos le obligaron a exiliarse de Roma, donde finalmente murió en Literno, el mismo año que Aníbal, a la edad de 53 años.

Así fue como acabaron los dos mejores generales del momento. Despreciados y exiliados de su patria. Así es como Roma y Cartago pagaron aquellos generales los enormes servicios prestados. Dos hombres que habían estregado sus vidas al servicio del Estado. Y además muriendo ambos el mismo año, son muchas las similitudes que encontramos en estos dos míticos personajes. no obstante, sus acciones, sus méritos, no pudieron ser borrados nunca, y es así como hoy en día podemos saber quiénes fueron, y la importancia que tuvieron en el curso de la Historia.

Sea como fuere, el mundo siguió sin Escipión ni Aníbal. Tras la muerte de Filipo V, subió al trono su hijo Perseo, quien estaba en disputa con el rey Eumenes. Finalmente, esta disputa provocó la intervención de Roma, en la que sería ya la tercera guerra macedónica, en el 171 a.C.

La guerra se resolvió en la batalla de Pidna, año 168 a.C., donde Lucio Emilio Paulo, hijo del cónsul caído en Cannas, se enfrentaría a las falanges de Perseo. Aunque al principio la batalla parecía estar del lado macedonio, la irregularidad del terreno y la enorme flexibilidad de las legiones, decantó la victoria del lado romano. El ejército de Perseo fue aniquilado. Aquella tercera guerra macedónica terminó con una nueva victoria romana.


Roma era ya casi la dueña del mundo, había derrotado a Aníbal, a Antíoco III a Filipo V. Tantos pueblos que ahora pagaban tributo a Roma. No obstante, la sombra de Cartago todavía seguía acechando, aunque la ciudad no tuviera planeado atacar a Roma, los romanos aún recordaban la invasión de Aníbal, y mientras Cartago siguiera viva, ellos no estarían seguros. Catón reflejó esta actitud en su famosa frase “Delenda est Carthago” (Cartago debe ser destruida). 

miércoles, 15 de agosto de 2012

La batalla de Zama

Aníbal recibió con amargura aquellas noticias de Cartago. Le instaban a regresar inmediatamente a África. Después de pasar muchos años en Italia combatiendo, debía volver. Todo el esfuerzo que había hecho todos esos años era en vano. Él había puesto de rodillas a Roma en su propio territorio, y Giscón era incapaz de acabar con sólo dos legiones, sin duda era un inútil.

El consejo le envió barcos al sur de Italia. Y allí embarcó a su veterano ejército. Se alejó de aquella tierra y contempló por última vez cómo Italia se desvanecía en el infinito mar. Se dio cuenta de que no había podido cumplir con lo que quería su padre Amílcar. Debió de sentirse muy frustrado.

Magón también había sido llamado por Cartago. Tras recibir una derrota militar, el hermano de Aníbal embarcó y puso rumbo a su patria. En el viaje, murió a causa de una herida hecha con anterioridad. Las tropas desembarcaron en África sin su líder.

Aníbal desembarcó en Hadrumetum, y tuvo noticia de la muerte de su hermano. Ahora debía cargar con la pesada carga de la muerte de sus dos hermanos e intentar salvar Cartago. Se encontraba solo ya en el mundo, a excepción de Maharbal.

En el año 202 a.C. produciría el encuentro final entre Aníbal y Escipión. Ese año, era cónsul Tiberio Claudio Nerón, hijo del vencedor en Metauro, e iba a partir para África para enfrentarse a Aníbal conjuntamente con Escipión. Pero en alta mar, una tempestad truncó sus planes y se vio obligado a refugiarse. Escipión debería enfrentarse a Aníbal solo.

Aníbal preparó su ejército. Tenía a los mercenarios de Magón, ciudadanos africanos reclutados recientemente, y sus propios veteranos. Además poseía caballería púnica y caballería númida, aunque en número muy bajo. A todo esto, debemos sumar un contingente de 80 elefantes.

Escipión en su ejército, sólo disponía de las famosas legiones de Cannas, y los reclutas italianos. Además tenía el apoyo de la caballería romana de Lelio y la numerosa caballería númida del rey Masinissa.

Escipión se hallaba en las llanuras de Zama, y Aníbal fue directamente hacia él. Pero antes de que tuviera lugar aquella épica confrontación, Aníbal y Escipión se vieron las caras en una entrevista. Era de las pocas veces que un romano se encontraría personalmente con Aníbal.


En la entrevista, Aníbal solicitó un acuerdo. Era la primera vez que el general púnico rehuía el combate, algo insólito. Finalmente no hubo acuerdo, y la batalla tendría lugar el día siguiente.

Escipión formó en las tres clásicas líneas, con los hastati al frente, luego los principes y luego los triarii. El flanco izquierdo estaba guarnecido por la caballería de Lelio, y el flanco derecho por los jinetes númidas de Masinissa.

Aníbal formó de forma parecida, en tres líneas. Al frente los mercenarios, en el medio los reclutas africanos, y en la retaguardia sus veteranos. En el flanco izquierdo colocó a los jinetes númidas al mando de Tiqueo, partidario de Sífax, y en el derecho a la caballería púnica al mando de Maharbal. Al frente de todo el ejército, puso a los elefantes para que realizaran una carga inicial.

Así, los elefantes cargaron furiosamente contra las legiones. Cuando estaban a punto de arrollarles, los romanos abrieron anchos pasillos en sus formaciones desde vanguardia hasta retaguardia. Los elefantes, instintivamente, en vez de aplastar a los legionarios, usaron esos pasillos. Una vez dentro, los elefantes eran víctimas de innumerables proyectiles. Una parte de ellos sobrevivió y llegó hasta retaguardia, desde donde escaparon sin más de la batalla.

Aníbal contempló estupefacto cómo la carga de elefantes no había tenido el resultado que esperaba. Entonces comenzó el combate de caballería, ambos flancos se lanzaron a la vez unos contra otros. La superioridad romana en caballería hizo que los cartagineses no resistieran y se dieron a la fuga. Lelio y Masinissa se lanzaron a perseguir a los atemorizados jinetes.

Tras esto, comenzó el choque de infanterías. Aníbal mandó primero atacar con los mercenarios de Magón, que fueron derrotados y puestos en fuga. Después se lanzaron contra ellos los reclutas africanos, que también fueron puestos en fuga.

Sin embargo, estos dos ataques habían sido muy duros, y Escipión se vio forzado a ir alternando hastati, principes y triarii, haciendo que estos tres cuerpos de infantería acabaran agotados. Mientras, Aníbal atacó con sus frescos veteranos contra los cansados legionarios. Los romanos fueron cediendo terreno, pero luchando con fiereza y valentía, muchos de los tribunos de Escipión cayeron en batalla.

Cuando todo parecía perdido, Lelio y Masinissa regresaron con la caballería y atacaron a los veteranos por la espalda. Entonces Escipión ejecutó una maniobra envolvente con los triarii para atacarles por los flancos. Aníbal estaba totalmente rodeado por la misma estrategia que había usado él en Cannas. Además eran las propias legiones de Cannas las que le estaban causando la derrota. Para Aníbal todo estaba perdido. Únicamente logró abrir una brecha en el ejército para escapar a duras penas. La primera vez en su vida que había sido derrotado.


Después de la batalla, Cartago ya no tenía ni fuerzas ni voluntad para continuar la guerra. Su rendición era inminente. Comenzaron entonces las conversaciones entre los dos bandos, y finalmente se acordó la paz en el año 201 a.C., poniendo fin a la cruel y sangrienta segunda guerra púnica. Las condiciones para la paz fueron más duras que en la anterior contienda. Cartago debía renunciar a toda posesión fuera de África, también debía entregar toda su armada, acabando con su dominio marítimo. Al igual que en la paz de 241 a.C., Cartago haría frente a una fuerte indemnización de guerra, que debía ser pagada a plazos durante 50 años. Aceptarían a Masinissa como legítimo rey de toda Numidia. Finalmente, no podrían reclutar ningún ejército ni declarar la guerra a nadie, sin el permiso de Roma.

Por fin, la guerra había acabado, una guerra que dejó innumerables bajas en muchos países del Mediterráneo, viudas, huérfanos, tierras quemadas, ciudades destruidas. Una guerra de dimensiones épicas, y finalmente pasó lo que tenía que pasar: Roma vincit.

martes, 14 de agosto de 2012

Escipión en África

Escipión era el hombre más popular de Roma, gracias a sus épicas victorias en Hispania. Todo este prestigio le permitió acceder al consulado en el año 205 a.C. Pero no iba a detenerse ahí, todavía le quedaba algo por hacer, debía derrotar a Aníbal. Sin embargo, eso no iba a ocurrir en suelo italiano, sino en suelo africano, debía llevar la guerra a África.

Aquello era sin duda una locura sin precedentes, nadie pensaba que fuera a conseguirlo. Si no, está el ejemplo de Régulo, que fracasó estrepitosamente en su intento de invadir África. Aun así, Escipión estaba empecinado en ir a África y logró que el Senado le permitiera reclutar voluntarios en Italia y llevarlos a Sicilia, donde podría tomar el mando de las legiones de Cannas, que aún se encontraban allí desterradas.


De esa manera, en Italia logró reclutar unos 7.000 voluntarios, y los llevó inmediatamente a Sicilia, donde unió sus tropas a las legiones allí acampadas. Durante todo aquel año, Escipión se dedicó a entrenar a su ejército para la dura tarea que iba a suponer invadir África.

Para Roma, nuevas amenazas aparecían por el frente. Magón, había reclutado un ejército de baleares y había desembarcado en Liguria. Con esto, volvía la posibilidad de que marchara al sur a unirse con Aníbal. No había tiempo que perder, había que llevar cuanto antes la guerra a África. Aunque no todo eran malas noticias, aquel mismo año, se firmó la paz con Filipo V, dando por concluida la primera guerra macedónica.

Al año siguiente, Escipión preparó sus tropas y partió desde Lilibeo. Sin encontrar resistencia alguna de la armada púnica, llegaron a divisar la costa de África. Desembarcaron al norte de Cartago, y Escipión nada más llegar, puso sitio a la ciudad de Útica.

Al este de los dominios cartagineses, se encontraba la tierra de Numidia, que sería una pieza clave en el final de la guerra. El país estaba disputado entre Sífax, que gobernaba la parte occidental, y Gaia, que gobernaba la parte oriental. Sífax era aliado de Roma y enemigo de Cartago, mientras que Gaia era aliado de Cartago, y de hecho, su hijo Masinissa combatía en Hispania contra los romanos. Cuando los cartagineses fueron derrotados en Hispania, Masinissa se pactó con los romanos. Su padre Gaia murió, y su reino fue atacado por las tropas de Sífax, desplazándole hacia el este.


Sífax se había casado con Sofonisba, la hija de Giscón, y ella, con sus encantos de mujer, logró Sífax fuera cambiando de opinión respecto a los romanos. Cuando Escipión desembarcó, Sífax le declaró formalmente la guerra, y Masinissa acudió a donde Escipión, para reafirmar su compromiso con él, y luchar en su ejército.

El asedio de Útica no estaba resultando salir bien para Escipión, y para colmo, Sífax y Giscón avanzaban hacia él con sus tropas. Escipión tuvo que retirarse de Útica y se refugió en una península que había fortificado.

Sífax y Giscón le habían rodeado. Ya no había escapatoria. Y le triplicaban en número, era imposible vencer. Entonces se le ocurrió a Escipión que la única manera de vencerles era asaltar por sorpresa sus campamentos de noche. Así se hizo, Sífax y Giscón fueron cogidos por sorpresa, y para cuando quisieron darse cuenta su ejército ya estaba siendo masacrado. A duras penas pudieron huir ambos.

Un año después, 203 a.C., Escipión volvió a vérselas con Giscón y Sífax en la batalla de batalla de las Grandes Llanuras. Escipión poseía un gran contingente de caballería romana y númida comandados respectivamente por Lelio y Masinissa. En el bando opuesto, Giscón y Sífax pusieron en el centro a mercenarios iberos, y en los flancos a guerreros cartagineses y númidas.

Allí, la caballería de Lelio y Masinissa arrolló por completo a los guerreros cartagineses y númidas. Sólo los mercenarios iberos, situados en el centro, pudieron resistir con valentía a las legiones. Al ver esto, Escipión mandó a los triarii de la retaguardia rodear a los iberos y atacarles por la espalda. Así finalmente fueron aniquilados. Sífax huyó hacia Numidia, fue perseguido y capturado por Lelio y Masinissa.  Tras esto, Masinissa fue proclamado rey de toda Numidia.

Esta victoria, había demostrado la incapacidad cartaginesa de defender su propio territorio, y que Escipión se había convertido en un nuevo Aníbal para Cartago. Las nuevas que llegaban a Roma no podían ser mejores. Cartago estaba sumida en el pánico, parecido a Roma después de Cannas. Al consejo de la ciudad no le quedó alternativa, tuvieron que hacer volver a Aníbal de Italia, para que defendiera su patria. 

En Roma, ese mismo año estaban de luto. El veterano senador Quinto Fabio Máximo, que combatió en la primera guerra púnica, cuando era muy joven, y que en la segunda guerra sería una pieza clave, murió por causas naturales a la edad de 77 años. Era un hombre de Estado. Durante toda su vida y hasta sus últimos días, Fabio Máximo había servido con honor y lealtad, desde el Senado o desde el campo de batalla, a la República de Roma. Consiguió salvar a la ciudad de las crisis que siguieron a las derrotas de Trasimeno y Cannas, por ello, la República y toda Roma estarían siempre en deuda con él. Por desgracia, nunca vivió para ver la victoria de Roma. 

domingo, 12 de agosto de 2012

Baecula, Metauro e Ilipa

Cartago Nova había sido un gran éxito, sí, pero no suficiente. Todavía quedaban tres ejércitos púnicos en Hispania que había que derrotar. Escipión decidió que tenía que atacar a Asdrúbal, antes de que se le unieran Magón y Giscón.

Un año después de la conquista de Cartago Nova, año 208 a.C. Escipión tomó su ejército y puso rumbo a Baecula, donde Asdrúbal había establecido su campamento. Los enemigos tenían una gran ventaja debido a la superior caballería y a los elefantes que poseían. Para poder vencer, Escipión debía evitar una confrontación en campo abierto, donde los elefantes y la caballería podrían maniobrar con eficacia, y atacar directamente el campamento púnico.

Primero atacó con tropas ligeras, y luego lanzó el grueso de su ejército por los flancos. El ejército cartaginés había sido mal organizado, y cedió a las legiones de Escipión. Asdrúbal sabía que no había nada que hacer, de modo que empleó la caballería y los elefantes para proteger la retirada del resto de sus tropas.

Una nueva victoria para Roma, que luego se tornaría en una pesadilla. Pues después de la derrota, Asdrúbal, en vez de regresar con Magón y Giscón, marchó hacia el norte, cruzó el Ebro, luego los Pirineos, después recorrió todo el sur de la Galia, siguiendo el recorrido que hizo su hermano. Supongo que ustedes ya pueden adivinar los planes de Asdrúbal, llegar a Italia y unirse a Aníbal.

En el año 207 a.C., Asdrúbal emerge de entre los Alpes con un nuevo ejército. Además, sus tropas son nutridas por un numeroso contingente de galos. Aquel año eran cónsules Marco Livio Salinátor y Cayo Claudio Nerón. Nerón se encontraba acampado en Apulia, cerca de la posición de Aníbal.

Aníbal, cuando tuvo noticia de la llegada de su hermano, fue invadido por una inusual alegría, pues después de tantos años recibía por fin los refuerzos que necesitaba y que Cartago le negaba, además de que volvería a encontrarse con su hermano tras más de diez años sin verse. Aníbal envió entonces un mensaje a su hermano, proponiéndole juntar sus ejércitos en Umbría. Sin embargo, el mensajero fue interceptado por Nerón, quien decidió que había que evitar a toda costa que ambos hermanos se unieran.

Nerón parte sigiloso de su campamento con parte de sus tropas, sin ser visto por Aníbal, y se dirige hacia el norte, donde une sus fuerzas a las del cónsul Livio. Juntos se enfrentan a Asdrúbal a orillas del río Metauro.

La batalla al principio estaba muy igualada. Por la orografía del terreno, muchos galos no pudieron entrar en batalla. Cuando los romanos lograron desplazar la caballería enemiga, Nerón tomó sus tropas y rodeó las posiciones cartaginesas, atacándoles por la retaguardia. La victoria fue total. El hermano de Aníbal había sido fácilmente derrotado.


Aníbal seguía en su campamento. Entonces, algo pasó. Los soldados murmuraban. Un objeto había sido arrojado al interior del campamento. Aníbal fue a ver qué era. Se quedó totalmente horrorizado cuando comprobó que aquel objeto era la cabeza decapitada de su hermano. Aquello supuso un gran revés para Aníbal. No sólo había perdido los refuerzos que tanto precisaba, sino que había perdido a su querido hermano. La campaña de Italia se alargaba demasiado, y cada vez veía más difícil ganar. Aún tenía a su hermano Magón, pero se hallaba en Hispania, luchando contra Escipión, de momento estaba solo.

En Hispania, todo marchaba viento en popa, durante ese año, Escipión se ganó la lealtad de multitud de pueblos iberos, cuyos soldados engrosaron las filas de su ejército. Conquistó varias pequeñas ciudades a lo largo del valle del Guadalquivir. Magón, no pudo detener el avance romano, y retrocedió al sur.

Al año siguiente, Magón y Giscón se habían reunido en Ilipa (cerca de Sevilla). Escipión aprovecharía aquello para terminar la conquista de Hispania de una vez por todas. Marchó hacia ellos y acampó frente a su campamento. Pasaron días sin que sucediera la batalla. Lo que sí hacían, era salir ambos ejércitos de sus respectivos campamentos y formar en orden, como con intención de presentar batalla, pasaban horas así y luego volvían al campamento. Sólo sucedían pequeñas escaramuzas. Ambos ejércitos adoptaban día tras día la misma formación. Los romanos, con las legiones en el centro y las tropas iberas en los flancos. Los cartagineses igual, con la infantería africana en el centro y las tropas iberas en los flancos.

El día que Escipión escogió para presentar batalla de verdad, hizo levantarse a sus hombres muy pronto, y formar delante del campamento cuando apenas había amanecido. Pero formaron al revés que de costumbre, las legiones a los flancos y los iberos en el centro. Giscón, cuando vio que los romanos estaban en formación de batalla, ordenó que sus tropas formaran también en el orden habitual de batalla. Estaban ya formados cuando se percató de que los romanos habían cambiado de formación. Pero ya no había tiempo para cambiar las posiciones. Escipión atacó de manera peculiar, con su ejército en forma de curva, con los flancos adelantados y el centro atrasado, justo al revés que Aníbal en Cannas.

Cuando atacó, las legiones de los flancos fueron las primeras en entrar en combate contra los iberos fieles a Cartago. Los legionarios destrozaron del todo a estas inexpertas tropas dejando desguarnecidos ambos flancos púnicos. Los africanos del centro aún no habían entrado en combate, debido a que sus oponentes había sido colocados más atrasados, pero ya no importaba, con los flancos destruidos nada había que hacer. Las tropas de Magón y Giscón fueron arrasadas.

Aquella batalla supuso el final del dominio cartaginés en Hispania. Sin apenas ya tropas ni aliados, era imposible mantener la guerra en Hispania. Giscón huyó precipitadamente de aquel país, ya en manos de los romanos. Magón hizo alguna intentona de reconducir la situación, pero fracasó. Tuvo que retirarse también del país, y se fue a Baleares a reclutar un ejército para reforzar a Aníbal.

Escipión regresó a Roma investido de gloria por el enorme éxito que había logrado en Hispania, y por ser el único general romano que había dado a Roma tantas victorias en aquella nefasta guerra. 

Cartago Nova y Tarento

Después de la derrota y muerte de los Escipiones en Hispania, Roma volvía a perder esperanzas. Llevaban ocho largos años de guerra, y Aníbal permanecía invicto en Italia. En medio de ese panorama se alzó el joven Publio Cornelio Escipión, hijo y sobrino de los generales muertos en Hispania, para restablecer el honor de su familia y de Roma.

Año 210 a.C., Escipión solicita ir a Hispania con refuerzos, para acabar lo que su padre y su tío empezaron. El Senado, a pesar de la juventud de Escipión, le concede tal petición. Es nombrado general de los refuerzos que se enviaban a Hispania, que debían unirse a los supervivientes del desastre.

Escipión embarca y se dirige hacia Tarraco (actual Tarragona), donde se habían refugiado aquellos supervivientes, junto con Cayo Lelio, su hombre de confianza. Juntó ambas fuerzas y logró tener un considerable ejército de poco más de 20.000 hombres. Allí hizo sus planes para arrebatar a los cartagineses la península ibérica.

No obstante, conquistar Hispania era más complicado de lo que en un principio podía parecer. Había un total de tres ejércitos púnicos desplegados al sur del Ebro, comandados respectivamente por Asdrúbal, Magón y Giscón. Entre todos, le triplicaban en número, por lo que aquello parecía una locura. Además, se hallaban los iberos, que era fieles a Cartago.

En el año 209 a.C., Escipión da comienzo a su campaña contra Hispania. Lo más esperable habría sido que el joven general hubiera marchado contra Asdrúbal, que era el que se encontraba más cerca. Pero Escipión se caracterizaría por ser muy imprevisible.

Tomó su ejército, y a marchas forzadas llegó rápidamente a Cartago Nova, la capital cartaginesa de Hispania. Los defensores de la ciudad se sorprendieron por esta repentina aparición, pero no se preocuparon en absoluto. Asediar una ciudad con unas defensas muy poderosas, como era el caso de Cartago Nova, era algo que podía durar meses e incluso años. Tenemos varios ejemplos, como Lilibeo y Drepana en la primera guerra púnica, y Capua, Siracusa y Sagunto, en la segunda guerra. El prolongado tiempo que precisaría el asedio de Cartago Nova sería más que suficiente para que llegara Asdrúbal y aplastara a Escipión. Sin embargo, Escipión tenía otros planes en mente. Su idea era tomar Cartago Nova en pocos días, antes de la llegada de Asdrúbal.

Cartago Nova estaba edificada sobre una península. Al sur tenía la protección del mar, y al norte tenía la protección de una laguna. El istmo esta guarnecido por una inexpugnable muralla. Un nativo ibero le mostró a Escipión paso a través de la laguna, que permitía vadearla y acceder a Cartago Nova.


La ciudad fue atacada por tres frentes. El grueso de las tropas de Escipión atacó la muralla principal por tierra. Otro contingente al mando de Lelio montó en navíos y atacó la ciudad al sur por mar. Por último, una pequeña guarnición de soldados accedió a través de la laguna a la muralla, que por aquel lado era más baja, sin apenas ser vista.

Los cartagineses, se sorprendieron cuando mientras luchaban contra las tropas de Escipión, al mismo tiempo les atacaban por la espalda. Los romanos habían entrado en la ciudad, ¿pero cómo? Aquello ya no importaba, lo importante era salvar sus vidas. Los defensores de la ciudad estaban totalmente rodeados. Los legionarios que habían entrado por la laguna, llegaron hasta la puerta, la desatrancaron y dejaron que sus compañeros entraran en tromba a la atemorizada ciudad.

A la mañana siguiente, la ciudad ya estaba en manos romanas. La población ibera de la ciudad fue respetada, en un intento por Escipión de ganarse la lealtad de los pueblos iberos del sur de Hispania.

Cartago Nova fue conquistada en seis días. Asdrúbal no tuvo tiempo para socorrerla. La caída de la capital cartaginesa fue un duro golpe que nadie se esperaba, ni siquiera en Roma, donde las noticias fueron recibidas con júbilo.

Aquel mismo año, Fabio Máximo era cónsul y dirigió a sus tropas para reconquistar Tarento. Decidió usar la misma táctica que Aníbal, la traición. Logró que unos ciudadanos brucios les permitieran traspasar la muralla a las legiones. Una vez dentro, todo fue una masacre. También las tropas romanas que aún resistían en la ciudadela de Tarento, salieron de su fortaleza y atacaron a los sorprendidos cartagineses por la espalda. Fabio Máximo se mostró impío ante la ciudad, debía dar ejemplo de lo que les pasaría a los traidores a Roma.


Aquel fue en buen año para Roma. Se conquistaron Cartago Nova y Tarento. Los romanos volvían a recuperar la moral y la fe en la victoria, pero no decían confiarse, Aníbal todavía pisaba suelo italiano. 

jueves, 9 de agosto de 2012

Guerra en múltiples frentes

El futuro de Roma estaba en juego, no había tiempo que perder. La pérdida de Capua y de todo el sur de Italia supuso un duro golpe del que debían sobreponerse rápidamente.

Todavía podían evitar la pérdida de Nola, otra ciudad campana, que se estaba planteando pasarse al bando cartaginés. En medio de esta situación, surgió el pretor Marco Claudio Marcelo. Tomó un contingente y marchó hacia Nola. Una vez dentro de la ciudad se aseguró de quitarles de la cabeza esa idea de cambiarse de bando. Estos hechos llegaron a oídos de Aníbal, quien marchó hacia la ciudad y la atacó. Marcelo se defendió con valentía, y logró hacer retroceder al cartaginés. Por primera vez, se había conseguido una victoria frente a Aníbal. A pesar de que era una pequeña victoria, reavivó la moral romana.

Al año siguiente, 215 a.C., Roma sufrió algunos contratiempos. Se produjo la famosa alianza entre Aníbal y Filipo V de Macedonia. Por aquel entonces, Roma poseía un protectorado en las costas de Iliria. Filipo V debería tomar el protectorado, cruzar el Adriático unirse a Aníbal contra Roma. Se inició así la primera guerra macedónica, que transcurriría en paralelo a la segunda guerra púnica. El Senado envió refuerzos a Iliria con el objetivo de mantener ocupado a Filipo V y evitar que desembarcase en Italia. Por suerte, el rey macedonio resultó ser un aliado bastante inútil, pues los romanos resistían valientemente los ataques macedónicos. Posteriormente, se establecería una alianza entre Roma y la Liga Etolia, para reducir al común enemigo, Filipo V.

Por otra parte, este año tampoco estaría exento de la muerte de un cónsul en batalla. El cónsul Postumio se dirigía hacia el norte, hacia la Galia Cisalpina. Allí los galos le tendieron una emboscada, murió él con el resto de sus soldados.

En Hispania, los hermanos Escipión estaban consiguiendo grandes logros. Derrotaron a Asdrúbal en la batalla de Dertosa, cerca de la desembocadura del Ebro. Los hermanos avanzaban por Hispania. Se trataba de uno de los pocos consuelos que tenía Roma viendo todo el cúmulo de desastres que estaba resultando ser aquella guerra.

En Sicilia, la reciente muerte de Hierón II de Siracusa, provocó que esta ciudad se rebelara contra Roma, y pactaron con los cartagineses. Algo que los romanos no podían tolerar. En el año 214 a.C., Marcelo fue nombrado cónsul, y acudió a Siracusa para asediarla. Esta tarea sería más difícil de lo que en un principio parecía. La ciudad poseía unas defensas formidables, y estaba levantada sobre una península, protegida por el mar. Además de esto, se encontraba en la ciudad Arquímedes, que inventó muchos artilugios con los que desbaratar los sucesivos ataques romanos que sufría la ciudad. Por ejemplo, hizo construir grandes espejos para concentrar los rayos del Sol en las naves romanas que cercaban la ciudad, haciendo que éstas se incendiasen. La verdad es que pasaron muchas penurias asediando aquella condenada ciudad. Tardaron dos años en tomarla por la fuerza, y unos meses más en tomar la ciudadela. Marcelo dio orden de capturar a Arquímedes con vida, pero en contra de sus órdenes, fue asesinado durante el saqueo de la ciudad.

En el año 213 a.C., Aníbal se fija como objetivo Tarento, una ciudad situada en la costa del sur de Italia, que seguía fiel a Roma, gracias a la guarnición romana que protegía la ciudad. Aníbal necesitaba un puerto como el de Tarento para recibir refuerzos de Cartago. Logró llegar a un acuerdo con un tarentino para conseguir que le abrieran las puertas. Las tropas cartaginesas entraron en tromba a la ciudad, y los romanos se retiraron a la ciudadela. Aníbal había tomado la ciudad, pero no del todo. Pues aquella ciudadela aún resistía.

Un año después, 212 a.C., fueron elegidos cónsules Fulvio Flaco y Apio Claudio, que unieron sus fuerzas para asediar Capua. Algo que estaba costando muchas vidas. Envió Aníbal una fuerza de caballería que logró expulsar de allí a los romanos. Pero al año siguiente ambos volvieron a asediar Capua. A Aníbal se le ocurrió una idea. Marchó hacia el norte, directamente contra Roma. Con el objetivo de provocar una batalla campal frente a Roma. Fue un momento de histeria colectiva, Aníbal a las puertas de Roma. El general cartaginés confiaba en que el miedo que causaba su nombre entre los romanos, hiciera que los generales que asediaban Capua acudieran en ayuda de Roma. Sin embargo, Aníbal subestimó el espíritu romano. Sólo acudió Fulvio Flaco con una parte de las tropas, mientras el resto seguía asediando Capua. Por otra parte, también se encontraban las legiones urbanas. Con tantas defensas, Aníbal no tenía nada que hacer, y se retiró al sur. Capua cayó en manos romanas, y los ciudadanos pagaron un alto precio por su traición. Capua debía de ser el ejemplo de lo que les pasaría a los italianos si decidían unirse a Aníbal.

Aquel mismo año, 211 a.C., los Escipiones emprendieron una gran campaña en Hispania. Decidieron dividir sus fuerzas. Publio Escipión marchó hacia el interior, y Cneo Escipión marchaba por la costa. Publio llegó a las cercanías de la ciudad de Cástulo donde fue derrotado por Magón y Giscón. Murió en el campo de batalla.

Cneo no tuvo mejor suerte. Cuando se iba a enfrentar a las tropas de Asdrúbal en Lorca, las tropas iberas aliadas que protegían sus flancos desertaron, dejando solas a las legiones. La batalla era totalmente desigual. Cneo escapó con todos los hombres que pudo, pero quedó atrapado entre los ejércitos de Asdrúbal, Magón y Giscón. Murió poco después de haberlo hecho su hermano.

Nuevas y nefastas noticias llegaban a Roma, especialmente para Escipión hijo, su tío y su padre habían muerto en Hispania. Aquello no sólo suponía la consecuente pérdida de hombres que implicaba una batalla. Ahora Asdrúbal tenía casi expedito el camino para llevar refuerzos a Aníbal en Italia. Demasiada gente había muerto ya en aquella guerra, y aun así Roma seguía empecinada en ganar la contienda, costara lo que costara. No había otro camino posible.