Noviembre
del año 218 a.C., el cónsul Escipión llama al norte a su hijo Publio Cornelio
Escipión, de 17 años, para unirse a él en su inminente lucha contra Aníbal. Las
fuerzas romanas están acampadas cerca del río Tesino. El ejército de Aníbal se
acerca. El cónsul toma una fuerza de velites
y de caballería y cruza el río. Allí se abalanza sobre ellos impíamente la
caballería númida, a todas luces superior a la romana. La lucha fue cruenta, y
los romanos no pudieron hacer nada. Escipión, luchaba heroicamente, y fue
herido de gravedad, cuando pensaba que todo estaba perdido, su joven hijo
emergió y se enfrentó a los númidas para proteger la vida de su padre. Así,
juntos podre e hijo escaparon de aquel horror, y lograron ponerse a salvo al
otro lado del río.
Esta
derrota supuso un duro contratiempo para Roma, el cónsul Sempronio, con sus
tropas desplegadas en Sicilia y listas para invadir África no tuvo otro remedio
que embarcar y partir hacia el norte, en ayuda de su colega Escipión.
Un
mes después de la batalla de Tesino, Sempronio llegó al campamento romano
situado a orillas del río Trebia. En vista de que su colega en el consulado
estaba herido y no podía hacerse cargo de las tropas. Tomó él el mando de todo
el ejército. Contra los deseos de Escipión, Sempronio deseaba entrar
inmediatamente en batalla con Aníbal, ya que su mandato como cónsul estaba
acabándose, y quería llevarse él la gloria de derrotar a Aníbal.
Aquella
mañana de diciembre, las tropas de Sempronio salieron del campamento y
adoptaron formación de batalla. Al otro lado del río Trebia, se encontraban
desplegadas las tropas púnicas. Lo que ellos no sabían es que Aníbal había
emboscado a unos cuantos jinetes al mando de Magón en la que sería la retaguardia
romana. Sempronio, deseoso por entrar en batalla y sin pensarlo demasiado,
mandó que sus tropas cruzaran el río. En pleno invierno, las aguas bajaban
gélidas, y los legionarios salieron del río congelados.
Tras
formar frente a las tropas de Aníbal, la infantería romana atacó. Los guerreros
púnicos aguantaron la embestida de esta formidable infantería. La batalla en el
centro estaba muy igualada, no así en los flancos. La caballería romana fue
absolutamente derrotada por los experimentados jinetes númidas.
Mientras
los flancos se hundían. La fuerza de Magón atacó la retaguardia romana. La batalla
ya estaba perdida. Los legionarios del centro aún luchaban con bravura y se
imponían a sus enemigos. Aprovecharon aquello para seguir avanzando, abrieron
así una brecha en el centro púnico que usaron para escapar y volver a cruzar el
río por otro lado. Pocos sobrevivieron.
Aquella
fue una gran victoria para Aníbal, un preludio de lo que iba a suceder después.
Consiguió así el favor de los pueblos galos de aquella zona, suministros y
hombres para su ejército. La guerra no había hecho más que comenzar.
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