Aníbal
recibió con amargura aquellas noticias de Cartago. Le instaban a regresar
inmediatamente a África. Después de pasar muchos años en Italia combatiendo,
debía volver. Todo el esfuerzo que había hecho todos esos años era en vano. Él había
puesto de rodillas a Roma en su propio territorio, y Giscón era incapaz de
acabar con sólo dos legiones, sin duda era un inútil.
El
consejo le envió barcos al sur de Italia. Y allí embarcó a su veterano
ejército. Se alejó de aquella tierra y contempló por última vez cómo Italia se
desvanecía en el infinito mar. Se dio cuenta de que no había podido cumplir con
lo que quería su padre Amílcar. Debió de sentirse muy frustrado.
Magón
también había sido llamado por Cartago. Tras recibir una derrota militar, el hermano
de Aníbal embarcó y puso rumbo a su patria. En el viaje, murió a causa de una
herida hecha con anterioridad. Las tropas desembarcaron en África sin su líder.
Aníbal
desembarcó en Hadrumetum, y tuvo noticia de la muerte de su hermano. Ahora debía
cargar con la pesada carga de la muerte de sus dos hermanos e intentar salvar
Cartago. Se encontraba solo ya en el mundo, a excepción de Maharbal.
En
el año 202 a.C. produciría el encuentro final entre Aníbal y Escipión. Ese año,
era cónsul Tiberio Claudio Nerón, hijo del vencedor en Metauro, e iba a partir
para África para enfrentarse a Aníbal conjuntamente con Escipión. Pero en alta
mar, una tempestad truncó sus planes y se vio obligado a refugiarse. Escipión
debería enfrentarse a Aníbal solo.
Aníbal
preparó su ejército. Tenía a los mercenarios de Magón, ciudadanos africanos
reclutados recientemente, y sus propios veteranos. Además poseía caballería
púnica y caballería númida, aunque en número muy bajo. A todo esto, debemos
sumar un contingente de 80 elefantes.
Escipión
en su ejército, sólo disponía de las famosas legiones de Cannas, y los reclutas
italianos. Además tenía el apoyo de la caballería romana de Lelio y la numerosa
caballería númida del rey Masinissa.
Escipión
se hallaba en las llanuras de Zama, y Aníbal fue directamente hacia él. Pero antes
de que tuviera lugar aquella épica confrontación, Aníbal y Escipión se vieron
las caras en una entrevista. Era de las pocas veces que un romano se
encontraría personalmente con Aníbal.
En
la entrevista, Aníbal solicitó un acuerdo. Era la primera vez que el general
púnico rehuía el combate, algo insólito. Finalmente no hubo acuerdo, y la
batalla tendría lugar el día siguiente.
Escipión
formó en las tres clásicas líneas, con los hastati
al frente, luego los principes y
luego los triarii. El flanco
izquierdo estaba guarnecido por la caballería de Lelio, y el flanco derecho por
los jinetes númidas de Masinissa.
Aníbal
formó de forma parecida, en tres líneas. Al frente los mercenarios, en el medio
los reclutas africanos, y en la retaguardia sus veteranos. En el flanco
izquierdo colocó a los jinetes númidas al mando de Tiqueo, partidario de Sífax,
y en el derecho a la caballería púnica al mando de Maharbal. Al frente de todo
el ejército, puso a los elefantes para que realizaran una carga inicial.
Así,
los elefantes cargaron furiosamente contra las legiones. Cuando estaban a punto
de arrollarles, los romanos abrieron anchos pasillos en sus formaciones desde
vanguardia hasta retaguardia. Los elefantes, instintivamente, en vez de
aplastar a los legionarios, usaron esos pasillos. Una vez dentro, los elefantes
eran víctimas de innumerables proyectiles. Una parte de ellos sobrevivió y
llegó hasta retaguardia, desde donde escaparon sin más de la batalla.
Aníbal
contempló estupefacto cómo la carga de elefantes no había tenido el resultado
que esperaba. Entonces comenzó el combate de caballería, ambos flancos se
lanzaron a la vez unos contra otros. La superioridad romana en caballería hizo
que los cartagineses no resistieran y se dieron a la fuga. Lelio y Masinissa se
lanzaron a perseguir a los atemorizados jinetes.
Tras
esto, comenzó el choque de infanterías. Aníbal mandó primero atacar con los mercenarios
de Magón, que fueron derrotados y puestos en fuga. Después se lanzaron contra
ellos los reclutas africanos, que también fueron puestos en fuga.
Sin
embargo, estos dos ataques habían sido muy duros, y Escipión se vio forzado a
ir alternando hastati, principes y triarii, haciendo que estos tres cuerpos de infantería acabaran
agotados. Mientras, Aníbal atacó con sus frescos veteranos contra los cansados
legionarios. Los romanos fueron cediendo terreno, pero luchando con fiereza y
valentía, muchos de los tribunos de Escipión cayeron en batalla.
Cuando
todo parecía perdido, Lelio y Masinissa regresaron con la caballería y atacaron
a los veteranos por la espalda. Entonces Escipión ejecutó una maniobra
envolvente con los triarii para
atacarles por los flancos. Aníbal estaba totalmente rodeado por la misma
estrategia que había usado él en Cannas. Además eran las propias legiones de
Cannas las que le estaban causando la derrota. Para Aníbal todo estaba perdido.
Únicamente logró abrir una brecha en el ejército para escapar a duras penas. La
primera vez en su vida que había sido derrotado.
Por
fin, la guerra había acabado, una guerra que dejó innumerables bajas en muchos
países del Mediterráneo, viudas, huérfanos, tierras quemadas, ciudades
destruidas. Una guerra de dimensiones épicas, y finalmente pasó lo que tenía
que pasar: Roma vincit.
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