La
guerra estaba servida… Y Roma diseñó su propio plan para derrotar a Cartago de
forma rápida y eficaz. Aquel año eran cónsules Publio Cornelio Escipión y
Tiberio Sempronio Longo. Se reclutaron dos ejércitos consulares completos, y
cada cónsul recibió uno. La idea era que Escipión partiese en dirección a
Hispania, para enfrentarse a Aníbal, y arrebatarle la recién conquistada
provincia. Mientras que Sempronio debía ir hacia Sicilia, y desde allí
desembarcar en África y conquistar Cartago. Suponían que al igual que en la
anterior guerra, Cartago mantendría una estrategia defensiva, por lo que Roma
sería quien dictase el rumbo de la guerra. Qué equivocados estaban…
Aquel
año, Aníbal reunió un ingente ejército de Cartago Nova. Disponía de alrededor de
90.000 efectivos. Se trataba de un ejército muy heterogéneo. Había mercenarios
iberos, guerreros africanos, la famosa caballería númida y algunos elefantes de
guerra. Aníbal tenía con él a sus tres hombres de confianza. Asdrúbal, su
hermano mediano, Magón, su hermano pequeño y Maharbal, el jefe de la
caballería.
Llegó
el momento de partir, aquel colosal ejército tomó rumbo norte. La primera parte
del recorrido fue fácil, pues se hallaban en territorio amigo. Las cosas
cambiaron cuando llegaron al Ebro. Cruzaron el río en balsas y prosiguieron. Esta
vez ya en terreno desconocido, a merced de las indómitas tribus iberas. Antes de
salir de Hispania, Aníbal dejó a su hermano Asdrúbal con una parte de su
ejército, para que custodiara las rutas de aprovisionamiento hacia Italia, y
que en caso de necesitarlo, acudiera con refuerzos en su ayuda.
De
esta manera, Aníbal abandonó la península ibérica, no cruzando la costa, sino
usando un paso a través de los Pirineos. Ahora se hallaban en la Galia. Aníbal
tenía intención de pactar con los galos, pero no con éstos, sino con los de la
Galia Cisalpina, situada entre los Alpes e Italia, que recientemente habían
sufrido la conquista romana, y estarían ansiosos de venganza.
Escipión
desembarcó en la ciudad de Massalia (actual Marsella). Se enteró de que Aníbal
había salido de Hispania y se dirigía directamente a ellos. No esperaba
enfrentarse tan pronto con Aníbal, pero así debía ser, preparó sus tropas para
el combate.
Aníbal se encontró con un gran obstáculo ante sí, el río Ródano. Y más allá, una tribu gala, los volcos, les esperaban para darles una sangrienta bienvenida. Aníbal tomó una decisión, miestras mandó a una parte de la caballería partir río arriba y encontrar un sitio por donde vadear el río. Él y sus tropas cruzarían el Ródano en balsas. Cuando llegaron a la otra orilla, los volcos les atacaron, pero apareció la caballería, atacándoles por la retaguardia. Así este pueblo galo fue la primera víctima de Aníbal en esta guerra.
Tras
la batalla, Aníbal mandó tomar rumbo norte y adentrarse en la peligrosa Galia. Quería
enfrentarse a los romanos, pero no allí, debía de ser en Italia, en su propio
territorio. Escipión vio cómo se le escapaba de las manos aquel enemigo. Supo lo
que se proponía, cruzar los Alpes y entrar en Italia por el norte. Era una
empresa arriesgada, pues ya era casi invierno, muchos de los pasos estarían
bloqueados y además les atacarían las hostiles tribus de las montañas. No obstante,
cabía la posibilidad de que Aníbal lo consiguiera y debía estar preparado por
si eso sucedía. Por eso, dejó su ejército al mando de Cneo Cornelio Escipión,
su hermano, quien embarcó hacia Hispania. Mientras que él regresaría para
hacerse cargo de las tropas del norte de Italia, y esperar una posible llegada
de Aníbal.
Escipión
no estaba mal encaminado, el ejército cartaginés, tras haberse adentrado en la
Galia, giró rumbo a los Alpes. Fue uno de los hitos más espectaculares y épicos
de la historia. Cruzar los Alpes en invierno, con elefantes, con frío,
cansancio por la larga travesía desde Cartago Nova, y los constantes ataques de
las salvajes tribus de las montañas. Cada día, miles de soldados morían debido
a estas causas. Los elefantes, poco acostumbrados a aquel frío, eran una gran
carga para el ejército. Muchos se despeñaban por los precipicios, arrastrando
consigo a muchos soldados. Aquella empresa era una locura completa, nadie en
Roma pensaba que Aníbal fuese a conseguirlo. No fue así, tras semanas de
marcha, los soldados pudieron divisar las verdes llanuras de la Galia
Cisalpina, lo habían logrado. Habían logrado lo imposible, ahora ya nada podría
detenerles, nada.
A
pesar del éxito de la travesía de los Alpes, yo lo calificaría como un éxito
muy relativo, ya que en el camino murieron aproximadamente la mitad de los
hombres de Aníbal, junto con la mayoría de los elefantes, y los supervivientes
estaban extenuados por el frío y el hambre. A efectos prácticos era un fracaso,
pero esto no importaba, ya conseguiría Aníbal tropas galas que se unieran a su
causa.
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