La
amenaza de Cartago había acabado. Roma podía respirar tranquila ahora. La
segunda guerra púnica había cambiado a Roma más de lo imaginable. Antes de la
guerra era sólo una ciudad-estado que controlaba Italia y Sicilia. Después de
la guerra, era un imperio en potencia, cuya influencia se extendía por todo el
Mediterráneo, desde Hispania hasta Macedonia, y desde la Galia Cisalpina hasta
África, y sus fronteras no parecían dejar de crecer. Después de casi veinte
años de guerra, había conseguido un ejército muy veterano y experto que sería
el más temido del Mediterráneo.
Las
guerras prosiguieron después de la paz de 201 a.C. En Hispania, los iberos
estaban en rebeldía. Se llevaron a cabo sucesivas campañas para someterlos. También
ocurría esto en la Galia Cisalpina, el paso de Aníbal había avivado los ánimos
de los galos. Esto hizo que Roma emprendiera cruentas campañas contra ese
territorio, cuyo resultado fue la total derrota gala y la definitiva conversión
de la Galia Cisalpina en parte del nuevo imperio.
Roma
también tomaría represalias contra Filipo V de Macedonia, por haberse aliado
con Aníbal. En el año 200 a.C. Roma declaró la guerra al monarca heleno, en lo
que se conocería como la segunda guerra macedónica, que terminaría con la
batalla de Cinoscéfalos en 197 a.C.
En
aquella batalla se enfrentaron Filipo V y Flaminino. Los macedonios poseían las
terribles falanges de sarissas, unas
largas picas de unos 7 metros de altura. Esta falange fue diseñada por Filipo
I, padre de Alejandro Magno, que usaría estas falanges para realizar su famosa campaña
de conquista del gran Imperio Persa. Dejo aquí un par de enlaces de Youtube de la batalla de Gaugamela, donde podrán apreciar las formidables falanges en acción:
Sin
embargo, estas falanges eran muy rígidas, y precisaban del apoyo de la
caballería. Filipo V obvió esto y atacó con sus falanges a las legiones de
Flaminino. Quedó constatada la enorme rigidez de esta formación, frente de la
flexibilidad de los manípulos legionarios, cada cual podía maniobrar
individualmente y rodear a las rígidas falanges. Así, el ejército de Filipo V
fue aplastado y se vio obligado a firmar la paz.
Mientras,
en Cartago Aníbal empezó una carrera política. Los cartagineses debían hacer
frente a aquella indemnización de guerra. Por suerte, su gran espíritu
comercial les hizo resurgir y pudieron ir pagando la indemnización incluso
antes del plazo previsto, pero Roma se negó, debía ser en 50 años.
Para
Aníbal las cosas no iban tan bien, era brillante estratega militar, pero en el
terreno de la política no supo defenderse adecuadamente. Fue intensamente
atacado por sus enemigos políticos del consejo de Cartago, y finalmente se vio
obligado a huir. Llegó a Siria, donde llegó a ser asesor militar en la corte
del rey Antíoco III.
Escipión, después de la victoria de Zama, regresó a Roma y recibió su merecido triunfo. desde aquel momento se le conocería por el sobrenombre de "Africano", por haber conquistado África. La
vida del victorioso Escipión Africano se estaba desarrollando de forma muy parecida
a la de Aníbal. También fue duramente atacado por sus enemigos políticos,
especialmente por Marco Porcio Catón, que lideraba las posiciones ideológicas más
conservadoras del Senado, fue el bisabuelo se Catón el Joven, quien fue enemigo
político de Julio César, y más tarde enemigo militar, durante la guerra civil
romana, pero bueno eso es ya otra historia.
Las
ansias imperialistas del seléucida Antíoco III le llevaron a atacar Asia Menor y Grecia. Esto
fue una provocación para Roma, que no podía tolerar el avance del emergente
poder sirio, apoyado por Aníbal. De modo que estalló lo que se conoció como la
guerra romano-siria, en el año 192 a.C. Tras la exitosa batalla de las
Termópilas y otras batallas navales, los romanos decidieron cruzar el estrecho
de Helesponto hasta llegar a Asia Menor, y se enfrentaron a las temibles tropas
orientales de Antíoco III. El ejército romano estaba comandado por Lucio
Cornelio Escipión, hermano de Escipión Africano, y tenías refuerzos del rey
Eumenes II de Pérgamo.
La
batalla tuvo lugar en las llanuras de Magnesia, donde Antíoco sufre una
humillante derrota y se ve obligado a firmar la paz, en el año 188 a.C. Una de
las condiciones era entregar a Aníbal, quien ya había escapado. Llegó al reino
de Bitinia, donde sirvió al rey Prusias. Aunque finalmente el rey le traiciona
y le entrega a Roma. Cuando los soldados romanos se dirigían a apresar a
Aníbal, el tomó un veneno y acabó con su vida, en el año 183 a.C., a la edad de
64 años.
Su
gran enemigo, Escipión Africano, no tuvo mejor suerte. Los ataques de sus
enemigos políticos le obligaron a exiliarse de Roma, donde finalmente murió en
Literno, el mismo año que Aníbal, a la edad de 53 años.
Así
fue como acabaron los dos mejores generales del momento. Despreciados y
exiliados de su patria. Así es como Roma y Cartago pagaron aquellos generales
los enormes servicios prestados. Dos hombres que habían estregado sus vidas al servicio del Estado. Y además muriendo ambos el mismo año, son
muchas las similitudes que encontramos en estos dos míticos personajes. no obstante, sus acciones, sus méritos, no pudieron ser borrados nunca, y es así como hoy en día podemos saber quiénes fueron, y la importancia que tuvieron en el curso de la Historia.
Sea
como fuere, el mundo siguió sin Escipión ni Aníbal. Tras la muerte de Filipo V,
subió al trono su hijo Perseo, quien estaba en disputa con el rey Eumenes. Finalmente,
esta disputa provocó la intervención de Roma, en la que sería ya la tercera
guerra macedónica, en el 171 a.C.
La
guerra se resolvió en la batalla de Pidna, año 168 a.C., donde Lucio Emilio
Paulo, hijo del cónsul caído en Cannas, se enfrentaría a las falanges de
Perseo. Aunque al principio la batalla parecía estar del lado macedonio, la
irregularidad del terreno y la enorme flexibilidad de las legiones, decantó la
victoria del lado romano. El ejército de Perseo fue aniquilado. Aquella tercera guerra macedónica terminó con una nueva victoria romana.
Roma
era ya casi la dueña del mundo, había derrotado a Aníbal, a Antíoco III a Filipo V.
Tantos pueblos que ahora pagaban tributo a Roma. No obstante, la sombra de
Cartago todavía seguía acechando, aunque la ciudad no tuviera planeado atacar a
Roma, los romanos aún recordaban la invasión de Aníbal, y mientras Cartago
siguiera viva, ellos no estarían seguros. Catón reflejó esta actitud en su
famosa frase “Delenda est Carthago” (Cartago debe ser destruida).
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