Cannas,
el mayor desastre militar de toda la historia de Roma. El golpe certero y
mortal para la ciudad eterna. Los ciudadanos romanos aprendieron aquel día una
terrible lección, frente a su soberbia, su seguridad en la victoria, habían caído
en la más humillante de las derrotas. Y no sólo era el enorme fracaso que
habían cometido. Estaban completamente derrotados, la guerra se había perdido. Ahora
sólo cabía esperar a que Roma cayese finalmente en manos de Aníbal, sólo era cuestión
de tiempo.
Aníbal,
se hallaba acampado en Cannas, henchido de su épica victoria. La venganza que
había jurado a su padre, estaba a punto de cumplirse. Cartago sería la nueva
dueña de Italia. Se sentó en su tienda de campaña, a esperar la inevitable
capitulación de Roma.
Entretanto,
Roma se hallaba en el más absoluto desconcierto, ya no sabían qué hacer, ni
cómo hacerlo. El Senado se reunió tras aquel desastre. Se podían apreciar en el
interior de la Curia Hostilia (lugar donde se celebraban las sesiones del
Senado), los efectos de la batalla de Cannas. Muchos senadores habían
participado en ella, y estaban muertos, con lo que alrededor de la mitad de los
escaños estaban vacíos. Se trataba de una imagen desoladora. En medio de aquel
caos, reapareció la figura de Quinto Fabio Máximo, el único hombre que había
logrado algún éxito contra Aníbal. El Senado le escuchó atentamente, pues él
era el único que podía sacarles de la crisis. Fabio Máximo, al igual que
después de la batalla de Trasimeno, mantuvo la cabeza fría para poder liderar
el Senado en esos momentos difíciles.
Una
capitulación frente a Aníbal era totalmente inaceptable, Fabio Máximo lo dejó
muy claro. El Senado tomó una decisión muy importante, una decisión que
cambiaría el rumbo de la historia, continuar la guerra contra Aníbal, algo que
era una completa locura. Roma debía luchar hasta el final, de eso no cabía la
más mínima duda. En el caso de que Aníbal sitiara la ciudad, disponían de dos
legiones urbanas, y de las murallas servianas, que defenderían la ciudad. Y para
continuar la guerra necesitaban más hombres. Se volvieron a hacer levas masivas
entre los romanos y los italianos. Pero aquello no era suficiente, necesitaban
más hombres. A Fabio Máximo se le ocurrió la idea de amnistiar a presos, a
cambio de servicio militar. Y liberar esclavos que poseía el Estado o las
familias adineradas, también a cambio de alistarse en las legiones. Por otra
parte, se redujo la edad de reclutamiento a los 17 años.
Después había que dilucidar qué hacer con los supervivientes de Cannas. Lo más lógico era sin duda integrarlos en las nuevas legiones, pero había un odio hacia ellos. Habían sido vencidos humillantemente, y Roma no perdonaría eso de manera fácil. Se sentenció que los supervivientes se agruparían en dos legiones, y quedarían desterrados, en Sicilia, mientras Aníbal no abandonase Italia. Durante mucho tiempo, esas legiones permanecerían allí, en Sicilia, sin hacer nada, mientras se libraba la guerra.
Con
todo esto, en los restantes años de guerra, Roma poseería un número variable de
legiones, según las necesidades de cada año, pero que rodaban las 25 legiones. Toda
esa cantidad de hombres para cubrir los numerosos frentes de guerra que tenía
Roma: Hispania, al norte, la Galia y al sur, Aníbal.
Después había que dilucidar qué hacer con los supervivientes de Cannas. Lo más lógico era sin duda integrarlos en las nuevas legiones, pero había un odio hacia ellos. Habían sido vencidos humillantemente, y Roma no perdonaría eso de manera fácil. Se sentenció que los supervivientes se agruparían en dos legiones, y quedarían desterrados, en Sicilia, mientras Aníbal no abandonase Italia. Durante mucho tiempo, esas legiones permanecerían allí, en Sicilia, sin hacer nada, mientras se libraba la guerra.
Aníbal
recibió con sorpresa y amargura la decisión de Roma. ¿Pero cómo podrían
continuar la guerra? Estaban totalmente derrotados. Era algo impensable. No cabía
duda de que quebrar la moral romana era algo más difícil de lo que en un
principio había pensado. Maharbal le instó que fuera directamente a por Roma, que
asediara la ciudad. Aníbal rechazó esa propuesta, cosa que resultaría muy polémica,
la famosa decisión de Aníbal de no marchar contra Roma. Probablemente, pensara
él que no tenía material de guerra para llevar a cabo un asedio, o que mientras
lo realizara, las ciudades latinas aliadas de Roma pudieran atacarle por la
espalda. Sea como fuere, marchar contra Roma no era una opción. Maharbal,
contrario a esta idea, dijo que Aníbal sabía conseguir una victoria, pero no
sabía usarla.
Tenían
a unos 10.000 presos romanos, de los que Aníbal pensaba sacar partida. Así que
envió a una comitiva en la que llevaban a algunos de los presos a Roma, para
pedir un rescate por cada legionario. Aníbal puso precio a sus cabezas. En
Roma, los prisioneros romanos expusieron ante el Senado los motivos por los que
debían pagar el rescate. Fabio Máximo se negó, porque aquello suponía abastecer
de recursos al enemigo. Fue una dura y dolorosa decisión. La mayor parte del
Senado fue convencido por los argumentos de Fabio Máximo y se votó en contra de
pagar el rescate. Los prisioneros fueron llevados de nuevo al campamento de
Aníbal, quien recibió de nuevo con sorpresa esta decisión. Suponía un
contratiempo, ya que necesitaba de recursos para continuar la guerra. Aquellos 10.000
romanos murieron cruelmente.
Sin
embargo, Aníbal consiguió apoyos de las tribus del sur de Italia, brucios,
lucanos, apulios y samnitas abandonaron a Roma para unirse a Aníbal. Pero la
traición más dolorosa para Roma fue la de Capua, una importante ciudad de la
Campania. Tras un intenso debate en el senado capuano, se decidió la defección
de Capua. Además, Aníbal les prometió que cuando él venciera, Capua sería la
capital de la provincia púnica de Italia.
Aníbal
envió a su hermano Magón de vuelta a Cartago, para pedirles refuerzos. Allí llevó
Magón los anillos de los senadores romanos muertos en Cannas. En medio de la
estancia donde se reunían los magistrados cartagineses, arrojó los numerosos
anillos como prueba de los éxitos de su hermano en Italia, y les transmitió la
necesidad de refuerzos. Instigados por los enemigos políticos de los Barca, los
senadores cartagineses negaron los refuerzos, pero le nombraron a Magón general
de las nuevas tropas que se enviaban a Hispania para luchar contra los hermanos
Escipión.
De
este modo, con todo el sur de Italia levantado en armas, la guerra continuaría.
Las nuevas legiones de Roma usarían la estrategia de no enfrentamiento con
Aníbal, la política de Fabio Máximo. Se dedicarían a desgastarle por todo el
sur de Italia, y a hacer pagar caro a los italianos traidores su ofensa a Roma.
Aquella ciudad se había caído, pero ahora se levantaba más fuerte que nunca,
aprendiendo de sus errores y con la intención de no volver a cometerlos.
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