domingo, 12 de agosto de 2012

Baecula, Metauro e Ilipa

Cartago Nova había sido un gran éxito, sí, pero no suficiente. Todavía quedaban tres ejércitos púnicos en Hispania que había que derrotar. Escipión decidió que tenía que atacar a Asdrúbal, antes de que se le unieran Magón y Giscón.

Un año después de la conquista de Cartago Nova, año 208 a.C. Escipión tomó su ejército y puso rumbo a Baecula, donde Asdrúbal había establecido su campamento. Los enemigos tenían una gran ventaja debido a la superior caballería y a los elefantes que poseían. Para poder vencer, Escipión debía evitar una confrontación en campo abierto, donde los elefantes y la caballería podrían maniobrar con eficacia, y atacar directamente el campamento púnico.

Primero atacó con tropas ligeras, y luego lanzó el grueso de su ejército por los flancos. El ejército cartaginés había sido mal organizado, y cedió a las legiones de Escipión. Asdrúbal sabía que no había nada que hacer, de modo que empleó la caballería y los elefantes para proteger la retirada del resto de sus tropas.

Una nueva victoria para Roma, que luego se tornaría en una pesadilla. Pues después de la derrota, Asdrúbal, en vez de regresar con Magón y Giscón, marchó hacia el norte, cruzó el Ebro, luego los Pirineos, después recorrió todo el sur de la Galia, siguiendo el recorrido que hizo su hermano. Supongo que ustedes ya pueden adivinar los planes de Asdrúbal, llegar a Italia y unirse a Aníbal.

En el año 207 a.C., Asdrúbal emerge de entre los Alpes con un nuevo ejército. Además, sus tropas son nutridas por un numeroso contingente de galos. Aquel año eran cónsules Marco Livio Salinátor y Cayo Claudio Nerón. Nerón se encontraba acampado en Apulia, cerca de la posición de Aníbal.

Aníbal, cuando tuvo noticia de la llegada de su hermano, fue invadido por una inusual alegría, pues después de tantos años recibía por fin los refuerzos que necesitaba y que Cartago le negaba, además de que volvería a encontrarse con su hermano tras más de diez años sin verse. Aníbal envió entonces un mensaje a su hermano, proponiéndole juntar sus ejércitos en Umbría. Sin embargo, el mensajero fue interceptado por Nerón, quien decidió que había que evitar a toda costa que ambos hermanos se unieran.

Nerón parte sigiloso de su campamento con parte de sus tropas, sin ser visto por Aníbal, y se dirige hacia el norte, donde une sus fuerzas a las del cónsul Livio. Juntos se enfrentan a Asdrúbal a orillas del río Metauro.

La batalla al principio estaba muy igualada. Por la orografía del terreno, muchos galos no pudieron entrar en batalla. Cuando los romanos lograron desplazar la caballería enemiga, Nerón tomó sus tropas y rodeó las posiciones cartaginesas, atacándoles por la retaguardia. La victoria fue total. El hermano de Aníbal había sido fácilmente derrotado.


Aníbal seguía en su campamento. Entonces, algo pasó. Los soldados murmuraban. Un objeto había sido arrojado al interior del campamento. Aníbal fue a ver qué era. Se quedó totalmente horrorizado cuando comprobó que aquel objeto era la cabeza decapitada de su hermano. Aquello supuso un gran revés para Aníbal. No sólo había perdido los refuerzos que tanto precisaba, sino que había perdido a su querido hermano. La campaña de Italia se alargaba demasiado, y cada vez veía más difícil ganar. Aún tenía a su hermano Magón, pero se hallaba en Hispania, luchando contra Escipión, de momento estaba solo.

En Hispania, todo marchaba viento en popa, durante ese año, Escipión se ganó la lealtad de multitud de pueblos iberos, cuyos soldados engrosaron las filas de su ejército. Conquistó varias pequeñas ciudades a lo largo del valle del Guadalquivir. Magón, no pudo detener el avance romano, y retrocedió al sur.

Al año siguiente, Magón y Giscón se habían reunido en Ilipa (cerca de Sevilla). Escipión aprovecharía aquello para terminar la conquista de Hispania de una vez por todas. Marchó hacia ellos y acampó frente a su campamento. Pasaron días sin que sucediera la batalla. Lo que sí hacían, era salir ambos ejércitos de sus respectivos campamentos y formar en orden, como con intención de presentar batalla, pasaban horas así y luego volvían al campamento. Sólo sucedían pequeñas escaramuzas. Ambos ejércitos adoptaban día tras día la misma formación. Los romanos, con las legiones en el centro y las tropas iberas en los flancos. Los cartagineses igual, con la infantería africana en el centro y las tropas iberas en los flancos.

El día que Escipión escogió para presentar batalla de verdad, hizo levantarse a sus hombres muy pronto, y formar delante del campamento cuando apenas había amanecido. Pero formaron al revés que de costumbre, las legiones a los flancos y los iberos en el centro. Giscón, cuando vio que los romanos estaban en formación de batalla, ordenó que sus tropas formaran también en el orden habitual de batalla. Estaban ya formados cuando se percató de que los romanos habían cambiado de formación. Pero ya no había tiempo para cambiar las posiciones. Escipión atacó de manera peculiar, con su ejército en forma de curva, con los flancos adelantados y el centro atrasado, justo al revés que Aníbal en Cannas.

Cuando atacó, las legiones de los flancos fueron las primeras en entrar en combate contra los iberos fieles a Cartago. Los legionarios destrozaron del todo a estas inexpertas tropas dejando desguarnecidos ambos flancos púnicos. Los africanos del centro aún no habían entrado en combate, debido a que sus oponentes había sido colocados más atrasados, pero ya no importaba, con los flancos destruidos nada había que hacer. Las tropas de Magón y Giscón fueron arrasadas.

Aquella batalla supuso el final del dominio cartaginés en Hispania. Sin apenas ya tropas ni aliados, era imposible mantener la guerra en Hispania. Giscón huyó precipitadamente de aquel país, ya en manos de los romanos. Magón hizo alguna intentona de reconducir la situación, pero fracasó. Tuvo que retirarse también del país, y se fue a Baleares a reclutar un ejército para reforzar a Aníbal.

Escipión regresó a Roma investido de gloria por el enorme éxito que había logrado en Hispania, y por ser el único general romano que había dado a Roma tantas victorias en aquella nefasta guerra. 

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