miércoles, 8 de agosto de 2012

La decisión de Roma

Cannas, el mayor desastre militar de toda la historia de Roma. El golpe certero y mortal para la ciudad eterna. Los ciudadanos romanos aprendieron aquel día una terrible lección, frente a su soberbia, su seguridad en la victoria, habían caído en la más humillante de las derrotas. Y no sólo era el enorme fracaso que habían cometido. Estaban completamente derrotados, la guerra se había perdido. Ahora sólo cabía esperar a que Roma cayese finalmente en manos de Aníbal, sólo era cuestión de tiempo.

Aníbal, se hallaba acampado en Cannas, henchido de su épica victoria. La venganza que había jurado a su padre, estaba a punto de cumplirse. Cartago sería la nueva dueña de Italia. Se sentó en su tienda de campaña, a esperar la inevitable capitulación de Roma.

Entretanto, Roma se hallaba en el más absoluto desconcierto, ya no sabían qué hacer, ni cómo hacerlo. El Senado se reunió tras aquel desastre. Se podían apreciar en el interior de la Curia Hostilia (lugar donde se celebraban las sesiones del Senado), los efectos de la batalla de Cannas. Muchos senadores habían participado en ella, y estaban muertos, con lo que alrededor de la mitad de los escaños estaban vacíos. Se trataba de una imagen desoladora. En medio de aquel caos, reapareció la figura de Quinto Fabio Máximo, el único hombre que había logrado algún éxito contra Aníbal. El Senado le escuchó atentamente, pues él era el único que podía sacarles de la crisis. Fabio Máximo, al igual que después de la batalla de Trasimeno, mantuvo la cabeza fría para poder liderar el Senado en esos momentos difíciles.

Una capitulación frente a Aníbal era totalmente inaceptable, Fabio Máximo lo dejó muy claro. El Senado tomó una decisión muy importante, una decisión que cambiaría el rumbo de la historia, continuar la guerra contra Aníbal, algo que era una completa locura. Roma debía luchar hasta el final, de eso no cabía la más mínima duda. En el caso de que Aníbal sitiara la ciudad, disponían de dos legiones urbanas, y de las murallas servianas, que defenderían la ciudad. Y para continuar la guerra necesitaban más hombres. Se volvieron a hacer levas masivas entre los romanos y los italianos. Pero aquello no era suficiente, necesitaban más hombres. A Fabio Máximo se le ocurrió la idea de amnistiar a presos, a cambio de servicio militar. Y liberar esclavos que poseía el Estado o las familias adineradas, también a cambio de alistarse en las legiones. Por otra parte, se redujo la edad de reclutamiento a los 17 años.

Después había que dilucidar qué hacer con los supervivientes de Cannas. Lo más lógico era sin duda integrarlos en las nuevas legiones, pero había un odio hacia ellos. Habían sido vencidos humillantemente, y Roma no perdonaría eso de manera fácil. Se sentenció que los supervivientes se agruparían en dos legiones, y quedarían desterrados, en Sicilia, mientras Aníbal no abandonase Italia. Durante mucho tiempo, esas legiones permanecerían allí, en Sicilia, sin hacer nada, mientras se libraba la guerra.


Con todo esto, en los restantes años de guerra, Roma poseería un número variable de legiones, según las necesidades de cada año, pero que rodaban las 25 legiones. Toda esa cantidad de hombres para cubrir los numerosos frentes de guerra que tenía Roma: Hispania, al norte, la Galia y al sur, Aníbal.

Aníbal recibió con sorpresa y amargura la decisión de Roma. ¿Pero cómo podrían continuar la guerra? Estaban totalmente derrotados. Era algo impensable. No cabía duda de que quebrar la moral romana era algo más difícil de lo que en un principio había pensado. Maharbal le instó que fuera directamente a por Roma, que asediara la ciudad. Aníbal rechazó esa propuesta, cosa que resultaría muy polémica, la famosa decisión de Aníbal de no marchar contra Roma. Probablemente, pensara él que no tenía material de guerra para llevar a cabo un asedio, o que mientras lo realizara, las ciudades latinas aliadas de Roma pudieran atacarle por la espalda. Sea como fuere, marchar contra Roma no era una opción. Maharbal, contrario a esta idea, dijo que Aníbal sabía conseguir una victoria, pero no sabía usarla.

Tenían a unos 10.000 presos romanos, de los que Aníbal pensaba sacar partida. Así que envió a una comitiva en la que llevaban a algunos de los presos a Roma, para pedir un rescate por cada legionario. Aníbal puso precio a sus cabezas. En Roma, los prisioneros romanos expusieron ante el Senado los motivos por los que debían pagar el rescate. Fabio Máximo se negó, porque aquello suponía abastecer de recursos al enemigo. Fue una dura y dolorosa decisión. La mayor parte del Senado fue convencido por los argumentos de Fabio Máximo y se votó en contra de pagar el rescate. Los prisioneros fueron llevados de nuevo al campamento de Aníbal, quien recibió de nuevo con sorpresa esta decisión. Suponía un contratiempo, ya que necesitaba de recursos para continuar la guerra. Aquellos 10.000 romanos murieron cruelmente.

Sin embargo, Aníbal consiguió apoyos de las tribus del sur de Italia, brucios, lucanos, apulios y samnitas abandonaron a Roma para unirse a Aníbal. Pero la traición más dolorosa para Roma fue la de Capua, una importante ciudad de la Campania. Tras un intenso debate en el senado capuano, se decidió la defección de Capua. Además, Aníbal les prometió que cuando él venciera, Capua sería la capital de la provincia púnica de Italia.

Aníbal envió a su hermano Magón de vuelta a Cartago, para pedirles refuerzos. Allí llevó Magón los anillos de los senadores romanos muertos en Cannas. En medio de la estancia donde se reunían los magistrados cartagineses, arrojó los numerosos anillos como prueba de los éxitos de su hermano en Italia, y les transmitió la necesidad de refuerzos. Instigados por los enemigos políticos de los Barca, los senadores cartagineses negaron los refuerzos, pero le nombraron a Magón general de las nuevas tropas que se enviaban a Hispania para luchar contra los hermanos Escipión.

De este modo, con todo el sur de Italia levantado en armas, la guerra continuaría. Las nuevas legiones de Roma usarían la estrategia de no enfrentamiento con Aníbal, la política de Fabio Máximo. Se dedicarían a desgastarle por todo el sur de Italia, y a hacer pagar caro a los italianos traidores su ofensa a Roma. Aquella ciudad se había caído, pero ahora se levantaba más fuerte que nunca, aprendiendo de sus errores y con la intención de no volver a cometerlos.

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