domingo, 5 de agosto de 2012

Tesino y Trebia

Noviembre del año 218 a.C., el cónsul Escipión llama al norte a su hijo Publio Cornelio Escipión, de 17 años, para unirse a él en su inminente lucha contra Aníbal. Las fuerzas romanas están acampadas cerca del río Tesino. El ejército de Aníbal se acerca. El cónsul toma una fuerza de velites y de caballería y cruza el río. Allí se abalanza sobre ellos impíamente la caballería númida, a todas luces superior a la romana. La lucha fue cruenta, y los romanos no pudieron hacer nada. Escipión, luchaba heroicamente, y fue herido de gravedad, cuando pensaba que todo estaba perdido, su joven hijo emergió y se enfrentó a los númidas para proteger la vida de su padre. Así, juntos podre e hijo escaparon de aquel horror, y lograron ponerse a salvo al otro lado del río.

Esta derrota supuso un duro contratiempo para Roma, el cónsul Sempronio, con sus tropas desplegadas en Sicilia y listas para invadir África no tuvo otro remedio que embarcar y partir hacia el norte, en ayuda de su colega Escipión.

Un mes después de la batalla de Tesino, Sempronio llegó al campamento romano situado a orillas del río Trebia. En vista de que su colega en el consulado estaba herido y no podía hacerse cargo de las tropas. Tomó él el mando de todo el ejército. Contra los deseos de Escipión, Sempronio deseaba entrar inmediatamente en batalla con Aníbal, ya que su mandato como cónsul estaba acabándose, y quería llevarse él la gloria de derrotar a Aníbal.

Aquella mañana de diciembre, las tropas de Sempronio salieron del campamento y adoptaron formación de batalla. Al otro lado del río Trebia, se encontraban desplegadas las tropas púnicas. Lo que ellos no sabían es que Aníbal había emboscado a unos cuantos jinetes al mando de Magón en la que sería la retaguardia romana. Sempronio, deseoso por entrar en batalla y sin pensarlo demasiado, mandó que sus tropas cruzaran el río. En pleno invierno, las aguas bajaban gélidas, y los legionarios salieron del río congelados.

Tras formar frente a las tropas de Aníbal, la infantería romana atacó. Los guerreros púnicos aguantaron la embestida de esta formidable infantería. La batalla en el centro estaba muy igualada, no así en los flancos. La caballería romana fue absolutamente derrotada por los experimentados jinetes númidas.


Mientras los flancos se hundían. La fuerza de Magón atacó la retaguardia romana. La batalla ya estaba perdida. Los legionarios del centro aún luchaban con bravura y se imponían a sus enemigos. Aprovecharon aquello para seguir avanzando, abrieron así una brecha en el centro púnico que usaron para escapar y volver a cruzar el río por otro lado. Pocos sobrevivieron.

Aquella fue una gran victoria para Aníbal, un preludio de lo que iba a suceder después. Consiguió así el favor de los pueblos galos de aquella zona, suministros y hombres para su ejército. La guerra no había hecho más que comenzar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario